Lavado de dinero e hipertrofia del sector financiero

Magdalena Galindo

Aunque México todavía no es la capital del mundo del narcotráfico, conforme pasa el tiempo y el problema se agrava se está acercando cada vez más a serlo. A pesar de los recientes golpes con aprehensiones o la muerte de dirigentes de la delincuencia organizada, es evidente que la violencia no ha disminuido ni hay nada en el horizonte que anuncie que vaya a descender en el corto o mediano plazo; al contrario, ahora el asunto se ha vuelto más complejo, pues la desesperación de la gente ha llevado a la formación de las guardias comunitarias, lo que debería obligar a las autoridades a un enfoque más inteligente, para discernir quiénes están respondiendo colectivamente a la violencia y quiénes están respondiendo a su vez a las comunidades por medio de la simulación, y del mismo modo que han utilizado falsos uniformes del ejército o las policías, ahora buscan aparecer como guardias comunitarios en una nueva versión de la añeja táctica en que el ladrón grita atrapen al ladrón.

Desgraciadamente, la actitud de las autoridades, lejos de proponerse utilizar el bisturí de la inteligencia para distinguir los grupos auténticos de los simulados, se está inclinando, como en el pasado, por sólo afirmar su autoridad por encima de cualquier otra consideración, incluso si el desarme de las guardias comunitarias significa un riesgo de muerte para los comunitarios y un indudable triunfo para la delincuencia.

Hasta el momento no se nota una diferencia en la estrategia de la nueva administración, con la empleada por Calderón durante su sexenio, pues ambas se sustentan en la creencia de que el mejor modo de combatir la delincuencia organizada es por medio de las armas. Frente al reiterado fracaso de esa estrategia, es necesario cambiar de enfoque y empezar por reconocer que hoy el crimen organizado ha pasado de su etapa artesanal a representar una rama industrial para la acumulación de capital, integrada por grandes corporaciones transnacionales.

Que ahí, como en las otras ramas de la industria, hay una división internacional del trabajo y que existe una red de vinculaciones de carácter internacional. Sin olvidar, desde luego, que los mercados financieros internacionales constituyen los principales centros de operación del lavado de dinero y que a su vez estas operaciones han contribuido de manera importante a la hipertrofia del sector financiero en el mundo.

En esa hipertrofia del sector financiero, que hoy mueve capitales que superan en más de 15 veces el producto interno bruto mundial, coinciden la necesidad del capital digamos normal de alcanzar una libre movilidad por el mundo, con la necesidad del capital delincuencial de lavarse, es decir, volverse legal, por medio de cientos o miles de transacciones. Esa coincidencia de interés ha conducido a la desregulación de los mercados financieros que en el terreno económico general ha contribuido a las escandalosas crisis financieras, y en el campo delincuencial ha facilitado la acumulación de capital.