“El círculo virtuoso para que España salga de la crisis
sería bajar los sueldos un 7%: BBVA”
Regino Díaz Redondo
Madrid.- El periódico salió en 1977 como abanderado único y valiente de la libertad de prensa con la aspiración de ser ejemplo de aquel presente y este futuro pero se ha convertido en el diario pro. Quiero decir, pro-gobiernos (en plural), pro-monarquía, pro-estatu-quo, pro-razón de Estado y anti-república. Un grupo de capitalistas encabezado por Jesús Polanco proporcionó el suficiente dinero para que se concretara su presencia.
Poco a poco, sigilosamente, con la inteligencia supeditada al color de los tiempos, se colocó como referencia del periodismo serio y entendido. Serio porque no había otro con semejantes aspiraciones y entendido porque el resto andaba a la deriva.
En ese entonces, se rodeó de brillantes colaboradores y practicó el oficio con madurez y profesionalismo. Pasaron los años y, con ellos, el rotativo creció y amplió su horizonte. Inauguró modernas instalaciones y maquinaria de última generación.
Allí todo era jauja, sonrisas y apretones de manos. Muchos estuvimos presentes y participamos de la euforia.
Lleva cinco años desdibujándose, con una información ambivalente, un tanto neutra. Demuestra que, según las circunstancias, se valora la información y no por su calidad periodística.
El País sigue siendo un buen periódico pero no un gran diario. Los intereses económicos y la ambición de su actual presidente, Juan Luis Cebrián, lo han convertido en una gran capilla donde éste mueve a sus colaboradores a placer y a sus empleados según convenga.
Mantiene el primer lugar en la circulación, llega al resto de Europa y a varios países de Latinoamérica. El prestigio logrado al principio y poco después, le permite ahora respirar aunque sus pulmones han reducido el oxígeno y, continuamente, sus noticias se confunden con las de El Mundo, periódico de derechas.
Este diario (El Mundo) ha realizado un periodismo excelente durante la crisis y contribuyó como ninguno a combatir la corrupción dentro del gobierno y entre políticos y negociantes. Su director hasta hace poco, Pedro J. Ramírez, se enfrentó a mafias y presiones gubernamentales hasta que pudo. Después, fue despedido con una buena indemnización pero su labor perdurará como ejemplo para los actuales y futuros periodistas españoles.
En cambio, Cebrián, que trepó paso a paso hasta la presidencia de El País, ha estado publicando un diario dócil al gobierno, a la Iglesia, a la monarquía y a los intereses de sus accionistas entre los cuales se encuentra él en un primerísimo lugar.
Da lástima, pero es la verdad. La cloaca que fue destapada por Ramírez en forma clara y decidida, con olfato periodístico indiscutible y valor, apenas supo de ella Cebrián que da una de cal y diez de arena para mantenerse en una posición en donde la noticia se da pero rebajada y se consiente la injerencia, por lo menos moral, de las instituciones arriba mencionadas.
Volvemos a lo de siempre. En España se comprueba, una vez más, que hay un límite para todo, particularmente se dosifica la verdad para sujetarla, como lo hace don Juan Luis, a los intereses de los dueños del diario.
A Ignacio Polanco, hijo del fundador, se le fue relegando en sus funciones y ahora ocupa un puesto simbólico dentro del directorio donde ni siquiera aparece su nombre pero sí el de los personajes que le han rendido pleitesía y que mueve a su antojo.
En los últimos tiempos se han nombrado tres o cuatro directores. Se mantienen en el cargo, a juicio de Cebrían, y cuando le son molestos o cree oportuno, los cambia como peones abocados a morir en la profesión.
Hablar de ideología, de firmeza filosófica es para este individuo un tour de force que maneja raramente y sólo se permite, por la altura de miras, según él, dialogar con el ex presidente del gobierno Felipe González al que parece hacerle el favor de tomarlo en cuenta.
La conducta de Cebrián evidencia a una figura cuyo medio de comunicación se inclina según el momento político y social en que se encuentra la nación.
Ramírez es de derechas y no lo niega; Cebrián, es del centro neutro, multimillonario por el sueldo que recibe y las compensaciones anuales que arroja la contabilidad de Prisa que son escandalosamente altas.
Procura mantener un anonimato económico sobre las finanzas del diario aunque se sabe que ha tenido que tapar huecos importantes y consiguió créditos invaluables por su cuantía en el momento en que quiso y porque así lo desearon sus amigos, muchos de los cuales son importantes banqueros, empresarios y gente de la nobleza.
Su defensa de la monarquía ha llegado a límites impensables. Recientemente se encargó, en persona, de distribuir documentación en la que se demostraba que el fallido golpe de Estado del 23 F había sido como dicen las fuentes oficiales y no como lo señala la escritora Pilar Urbano que apunta al Rey como factor importante de dicho conflicto.
Los casos Gürtel, Pokemon, Caja Madrid, Bankia, Luis Bárcenas y unos 100 chanchullos más se tratan con pinzas en El País; muy a menudo, en interiores a dos o tres columnas mientras se da paso en primera plana a noticias que no lo son y que podrían ocupar escasamente un pequeño sitio en las páginas de adentro.
Durante las semanas en que se habló y homenajeó a Adolfo Suárez, primer presidente de la democracia, El País calló importante información sobre las tramas y las tropelías que siguen aflorando y en ningún momento abordó el asunto que interesaba a todos: ¿quién estaba detrás de Tejero y Milán del Bosch?
Para Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que presidió la comunidad de Extremadura durante 24 años y miembro del Partido Socialista, hay que investigar más sobre este asunto que aún no está claro. Aunque, en principio, desechó que Juan Carlos haya participado de alguna manera en la aventura del teniente coronel franquista.
Dejó bien claro Rodríguez Ibarra, que espera mayores datos al respecto. Por su parte, Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, ha pedido al gobierno que desclasifique los documentos que posee, como ocurre en todos los países democráticos del mundo.
Mariano Rajoy permanece en silencio, como de costumbre, y desea ardientemente que todo se quede como estaba. Es decir, que del 23F no se conoce aún toda la verdad y está en manos del gobierno, sea cual sea su color, desvelar toda la información al respecto.
El actual gobierno neoliberal no lo hará pero es una tarea de los gobernantes futuros que serán posiblemente miembros de una coalición entre los partidos de izquierda si antes no ocurre algún acontecimiento extraordinario que desvíe la tendencia actual.
Ruboriza ver cómo Cebrián consiente a monseñor Antonio María Rouco Varela y se pliega a los consejos y dictámenes del grupo que con él es propietario del periódico. También, defiende a ultranza a la monarquía – cada quien es libre de hacer lo que quiera – pese a que los principios de El País fueron totalmente progresistas durante los primeros años de su vida.
Del socialismo nada quiere saber don Juan Luis; del cambio de estructuras desde la base para hacer más igualitario esta nación y contribuir a que todos los demás afectados de Europa sigan por el mismo camino, no quiere oír.
De excelente columnista y director al inicio, se preocupó más por escalar posiciones y ganar dinero que de continuar haciendo un medio informativo de respeto y creíble.
Pero no vive entre rositas este distinguido periodista. Sabe que los tiempos van a cambiar y que su política entre-faldas tendrá que modificarse si desea seguir al frente del diario y acumular mayor fortuna. De lo contrario, la sociedad, la gente que sabe leer periódicos, acabará por repudiarlo.
Las decisiones judiciales que muchas veces son torcidas o claramente favorables a los corruptos, las pasa por alto. No acusa a nadie porque no quiere que le acusen. Mantiene un bajo nivel informativo en momentos en que la presencia de un medio que diga la verdad es imprescindible y necesaria para el bien de España.
En privado, es amigo de ministros, conservadores o progresistas, de nostálgicos de épocas pasadas, del clero, del círculo nobiliario y de los grandes jefes de la economía nacional e internacional.
Inclusive, para que usted lo sepa, Juan Luis es un miembro distinguido del club de Heindelberger, institución semi-secreta que reúne a los grandes del mundo en sesiones durante las cuales se habla de cómo conseguir que el mundo sea mejor… para ellos.
Le refresco la memoria: fue usted jefe de informativos de la televisión franquista mientras otros nos cambiábamos de domicilio cada semana para eludir a la policía del dictador que nos vigilaba y asediaba.
Debería darle gracias a El Mundo que lo comparó con Fouché. Ni como broma vale.
Por último, quiero recordarle a Juan Luis que le conozco y que se remonte a Belgrado. Lo que aquí digo lo respaldo. No es animadversión sino que he comprobado cómo cambió el periodismo por el capitalismo. Tengo muchos años y ya no me asustan las cosas y las consecuencias pero sí sabré responder si es necesario.


