A causa de la globalización
Magdalena Galindo
El proceso de globalización que ha experimentado el mundo en las últimas décadas no sólo ha significado una profunda transformación económica que ha internacionalizado el proceso de producción, establecido una nueva división internacional del trabajo, abierto las economías a la libre movilidad del capital, hecho crecer de manera desmedida el sector financiero y acentuado la desigualdad social y la precariedad de las condiciones de vida de las masas trabajadoras del mundo. El proceso de globalización, como es evidente para cualquier científico social, ha implicado transformaciones igualmente profundas en las estructuras y las experiencias de las diversas sociedades, así como en las culturas que no sólo han intensificado su intercambio y sus mutuas influencias, sino que han modificado sus costumbres, sus hábitos alimenticios y por supuesto su modo de hacer y consumir los bienes culturales.
De enorme importancia —porque afecta tanto el acontecer diario, como el destino histórico de las naciones— es la transformación que el proceso de globalización ha provocado en las relaciones de poder, en la correlación de fuerzas sociales y por lo tanto en la hegemonía de una clase o una fracción de clase, así como de un país en el ámbito internacional.
Aunque se cuentan por miles los libros y ensayos publicados sobre los nefastos efectos de las políticas neoliberales en el mundo, así como sobre las consecuencias económicas, políticas, sociales y culturales del apabullante proceso de globalización, hay que destacar que tanto la amplitud, como la complejidad del fenómeno —que por su naturaleza exige el análisis colectivo, así como interdisciplinario— han determinado que los científicos sociales vayamos un poco a la zaga de los acontecimientos, cuya velocidad nos gana fácilmente la carrera. No obstante, hay que reconocer que en los últimos años se ha avanzado en la interpretación de la realidad de nuestros días, tanto en los terrenos de la economía, como de la antropología, de la sociología, de la crítica cultural o de la ciencia política.
Entre los muchos fenómenos que llaman nuestra atención, uno de los más significativos es sin duda la transformación de las estructuras políticas y las relaciones de poder. Prácticamente desde el surgimiento de lo que se llamaría la ciencia política, con Nicolás Maquiavelo, allá en el siglo XVI de la Italia renacentista, las relaciones de poder se han estudiado en el marco de una nación, en concordancia precisamente con el vasto fenómeno, que abarca varios siglos, del surgimiento de los Estados Nación y su permanencia hasta nuestros días. Tengo para mí, sin embargo, que las transformaciones en el ámbito de las relaciones de poder ya no ocurren en el ámbito estrictamente nacional y por lo tanto necesitan enfocarse desde una perspectiva también internacional.