José Borrell/Presidente del Instituto Universitario Europeo
Regino Díaz Redondo
Florencia.- “El Consejo Europeo es rehén de la política interior alemana. A este país le conviene pertenecer al euro, pero su gente considera que utilizarlo como moneda es injerir en su soberanía, aunque su gobierno lo respalda sin titubeos porque le sirve para tutelar al resto de las naciones, en un acuerdo de responsabilidad limitada, no total”, expresa a Siempre! José Borrell, presidente del Instituto Universitario Europeo.
Brillante académico, economista y político español, nacido en Lérida, es uno de los protagonistas más preeminentes de la socialdemocracia en el continente. Es respetado por todas las organizaciones de uno u otro signo. Durante su larga y fructífera carrera —tiene 64 años— ocupó, y ocupa, innumerables puestos de trascendencia internacional.
He aquí algunos: presidente del Parlamento Europeo, contribuyó a la elaboración de la Constitución Europea y candidato del Partido Socialista Obrero Español al gobierno de España. Es ingeniero aeronáutico por la Universidad Politécnica de Madrid, maestro en investigación operativa de la Universidad de Stanford, maestro en economía por el Instituto francés del Petróleo, doctor en ciencias económicas por la Complutense de Madrid y catedrático en excedencia de matemáticas-empresariales.
Igualmente —es preciso decirlo todo para conocer su valía—, Borrell fue responsable de la política fiscal de la Comunidad de Madrid, secretario de estado de presupuesto y gasto público del Ministerio de Hacienda, ministro de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente y luchador eterno contra el fraude fiscal, en cuantos puestos oficiales y privados tuvo.
Ahora, en esta inmensa casa de estudios, situada en una bella y amplia colina conocida como la Abadía Fiesolana, en donde hace estudios para la Unión Europea y a cuyo institución acuden miles de investigadores y alumnos del continente para abrevar conocimientos diversos sobre el devenir de Europa, cada año presenta ante la Unión Europea análisis en relación al mismo asunto; da cátedra, conferencias y es un erudito de prestigio internacional.
La claridad de cómo expone sus ideas —permítanme decirlo— sorprende, aunque él no es muy social y, a veces, parece lejano, un tanto ajeno a quienes lo rodean.
A la ciudad de Lorenzo el Magnífico se llega por un intrincado camino zigzagueante, empinado, para desembocar en varios edificios de una belleza singular y única.
Lentitud de Bruselas
Dicho esto, paso a continuar con la entrevista, sentado en una silla frente a una mesa de madera, taza de café a mano, no muy bueno, y “una sinusitis que me tiene fastidiado”, me dice.
—¿Entonces?
—Bruselas no ha sido contundente a la hora de intervenir para frenar la crisis económica ni social. No funcionó con rapidez, no es solidaria completa, es insuficientemente activa, aunque ha capeado el temporal y mantenido el euro contra la especulación. La Unión Europea es algo así como una botella medio vacía o medio llena, como usted quiera enfocarlo.
Reitera: “Creo que la Unión Europea ha hecho muy poco y demasiado tarde. Ha tropezado, no se ha caído, pero el traspiés que dio es considerable”.
—¿Por qué?
—La reticencia alemana es significativa. No desea “pagar” las deudas de otras naciones, cuando la verdad es que se trata sólo de apoyarlas en beneficio del resto. Esto aún no acaba de entenderlo. Por eso subsisten resistencias; no hay una actitud enérgica, fuerte frente a los mercados financieros. Hay miedo a asumir el total de las responsabilidades que nos atañen.
—¿Y del euro?
—La Unión Europea es un proceso inacabado, frágil; hay que apuntalarlo, afirmarlo. Existen distorsiones fiscales y sociales. Algunos de sus miembros han estado rehuyendo el rigor fiscal y eso provocó situaciones de emergencia. La crisis surge porque no se vigilan los déficits públicos; porque se creyó que con controlar la inflación era suficiente, pero no fue así. Ha fallado el diseño y la aplicación de medidas porque durante 10 años se dieron por buenos datos equivocados de algunas regiones pertenecientes a la Unión Europea.
Para explicar que “hay que compartir más la soberanía, ceder más y los Estados son muy renuentes a ello”, señala.
Borrell Cree que el sistema financiero de Latinoamérica actuó de forma más sofisticada y se libró de las consecuencias del experimento fallido.
Medita con los ojos cerrados casi siempre. Pocas veces me mira, pero reflexiona y sus palabras salen siempre limpias de tropiezos y paréntesis tan comunes en la gran mayoría de nuestros políticos.
De los bancos españoles, “la mayor parte de sus beneficios lo obtienen fuera de España, son bancos globales porque aquí la economía está átona. El sistema financiero en esa parte de la península financia operaciones a largo plazo con recursos obtenidos a corto plazo en el mercado y capitales europeas. De todas formas, el euro no está en peligro. Nadie tiene intención de salir de él, pese a los desinteresados augurios de algunos especuladores.
—¿Quiénes son los que arrastran el tren de la Unión Europea?
—Alemania y Francia han sido siempre el motor. Quieren establecer mecanismos de gobernanza económica, una de las cuales pasa por evitar divergencias salariales en los países.
Inglaterra nunca estará en el euro
—¿E Inglaterra?
—Nunca estará en el euro. Prefiere tener la flexibilidad de su tipo de cambio que estar dentro de un sistema que, cree, limitaría su grado de libertad. Antes de la crisis era improbable, ahora, imposible. Naturalmente que la posición de Gran Bretaña siempre ha sido la de estar dentro del grupo europeo, para evitar que el continente “se convierta en eso que yo no quiero que sea”. Mucha gente dice que la Europa política murió cuando entró el Reino Unido. Esta nación no tiene interés alguno en ayudar a construirla. Pagar los impuestos que ordena Bruselas es para Inglaterra un anatema, quizá un poco de soberbia política.
A otra cosa: “Las agencias de rating deberían ser institucionales, tituladas por poderes públicos. El hecho de que las 3 o 4 que existen sean todas anglosajonas y privadas y se financien con el dinero que cobran a los que califican, es insano”.
“Es un escándalo financiero mundial —agrega— que la salud, la supuesta salud de los agentes económicos, esté dictaminada por doctores tan condicionados en su juicio. Sería buena idea tener algo similar en Europa, pero por el momento parece que no hay poder político suficiente que rompa este monopolio. Esas agencias no nos merecen confianza, son estrepitosas. Hay que crear tribunales de justicia privados, del continente”.
Pone este ejemplo: “El sistema financiero está vinculado a Estados Unidos más de lo que creíamos. Por eso tuvimos tantos o más problemas que esa nación. Permítame hacer una broma: el secretario del Tesoro americano es un gigantesco señor Maddox, porque nadie tiene la menor esperanza de que algún día ese país amortice su deuda; paga los intereses de ella con más deuda y eso es lo que hacía el señor Maddox”.
Sobre las instituciones bancarias concreta: “Los banqueros vuelven, sí, de una manera arrogante, a decir que no nos molesten, no nos inoportunen, déjennos que nos sigamos auto-retribuyendo de una manera grotesca, obscena y que no se les ocurra ponernos impuestos ni establecer mecanismos de regulación”. La revancha del sistema financiero está ahí.
Del problema en el norte de Africa, en los países árabes, se limita decir que “no es una revolución islámica, sino un divorcio entre el crecimiento cultural de la sociedad y la cerrazón política de los regímenes circunscrito a esos territorios. Nos han vendido el peligro del islamismo para justificar su existencia. Yo no lo compro. Nosotros les hemos dado democracia cuando lo que les pedíamos en el fondo era que estabilizaran su sociedad, pero no al precio de consolidar una dictadura”.
Pasa rápidamente sobre los asuntos españoles: “El gobierno de [José Luis Rodríguez] Zapatero ha reaccionado tarde a la crisis económica; primero no la consideró como tal, después la terminó antes de tiempo y su diagnóstico fue equivocado”.
En cuanto al Partido Popular, “se conforma y apuesta por ello para que sea el PSOE quien tome medidas antipopulares y luego justificar el deterioro si llega al poder y echarla la culpa a aquél”.
De José María Aznar, “no tengo nada que decir de ese señor…”
Al fin, sobre Convergencia i Unió, que ahora gobierna la Generalitat catalana, expresa que “el de Cataluña es un gobierno nacionalista como siempre tuvimos durante toda esta vida democrática desde que se instauró la Constitución. No hay nada nuevo. Volvemos a tener un gobierno del señor Pujol”.


