A causa del cubetazo de agua fría

Magdalena Galindo

En el 26 Symposium del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, realizado la semana pasada, algunos empresarios, molestos por la reforma fiscal, expresaron opiniones que merecen un comentario. Raúl Picard, presidente de la comisión de Comercio Exterior de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), se ganó los aplausos de los asistentes al decir que el gobierno debe cambiar de actitud, porque a un empresario “no se le puede tocar. Los empresarios e industriales se tienen que volver in-to-ca-bles porque son unos verdaderos héroes”. Antes había señalado que “el gobierno está exagerando. Nos está viendo como los grandes estafadores de México que tenemos que ser supercontrolados porque somos una bola de transas. Tiene que confiar en nosotros, no les queda otra. Seamos o no transas, tiene que confiar en nosotros porque nosotros vamos a generar los empleos, no el gobierno”. A su vez, el presidente del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), Juan Ignacio Gil, se quejó de que la reforma fiscal fue “como un cubetazo de agua fría, porque nosotros veíamos que íbamos para arriba, y de repente ¡chin!, nos mete en esta dinámica del estancamiento y de la mediocridad”.

Al margen del estilo silvestre del discurso de los empresarios, se trata de una reacción exagerada ante la reforma fiscal, que muestra además que no entienden lo que está pasando. Si vemos el conjunto de las reformas, desde la laboral hasta la energética, la financiera, la de telecomunicaciones, todas, están diseñadas precisamente para favorecer a los empresarios, por eso sentían “que iban para arriba”, sólo que la energética representa una dificultad, porque al entregar la electricidad, el petróleo y el gas a la explotación de la iniciativa privada, el gobierno cede una parte de la renta que le representa más de un tercio de sus ingresos anuales. Necesita, en consecuencia, allegarse recursos de otras fuentes.

En efecto, en un principio, la reforma fiscal tenía dos ejes, incorporar la economía informal al pago de impuestos y aplicar el IVA a alimentos y medicinas. Lo que sucedió es que en el momento de discutir la reforma fiscal estaban en su apogeo las movilizaciones y el campamento en el Zócalo de los maestros de la Coordinadora que protestaban por la reforma educativa. Una apreciación política de la situación llevó al gobierno a desistir de la aplicación del IVA a alimentos y medicinas, y conformarse con un levísimo aumento al porcentaje del impuesto sobre la renta a quienes perciben los más altos ingresos en el país.

El verdadero cubetazo de agua fría fue porque esperaban que la reforma fiscal fuera dirigida contra los pobres del país, con el IVA a alimentos y medicinas y con el cobro a vendedores ambulantes. Dicho de otro modo fue una frustración de sus expectativas, más que una afectación mayor a sus ingresos lo que los tiene tan enojados.