Bajo la hegemonía internacional

Magdalena Galindo

Mientras en mi nota anterior me referí al deterioro escandaloso que han sufrido los salarios en México que hoy se sitúan en los niveles de Nigeria, muy por abajo, menos de la mitad, de lo que se paga, por ejemplo, en Taiwán y poquito más de un tercio del salario promedio en Brasil, ahora nos enteramos, por un reporte de Banamex-Accival sobre el segundo trimestre de este año, que las utilidades de las 31 empresas más importantes de México, como Bimbo, Gruma, Lala, Wal-Mart, Liverpool, Sanborns, Alfa, ICA, Cemex, Peñoles, Grupo México y América Móvil obtuvieron utilidades por alrededor de 59 mil 200 millones de pesos, cantidad que supera en 46% a los 40 mil 500 millones que registraron a junio de 2013. Y esto en medio del estancamiento que afecta a la economía mexicana en su conjunto.

Y es que las cifras, que a veces parecen muy abstractas, como para hacernos olvidar que se refieren a personas de carne y hueso, y que alguien se beneficia directamente de la caída de los niveles de vida de los trabajadores, en realidad son indicadores de fenómenos sociales y políticos de gran alcance que están ocurriendo en nuestro país.

La gran crisis económica de larga duración ha significado una profunda transformación de la economía y por lo tanto de la sociedad mexicana. En primer lugar, desde el sexenio de Miguel de la Madrid, se abandonó el proyecto nacional surgido de la Revolución Mexicana y se rompió el pacto social que, surgido también de la Revolución, sustentó la estabilidad política y social durante décadas.

Es ese rompimiento del pacto social y el abandono del proyecto nacional lo que ha dado paso al deterioro sistemático de los niveles de vida de los trabajadores mexicanos. También la crisis económica ha provocado un reordenamiento de la clase dominante. Mientras el sentido general de aquel proyecto nacional fue impulsar el desarrollo capitalista del país, y en consecuencia los sucesivos gobiernos posrevolucionarios orientaron las políticas económicas a proteger las empresas y a los empresarios para propiciar la acumulación de capital (siempre concediendo algunas demandas a las clases trabajadoras) a partir de la crisis, el Estado mexicano ya no tuvo la capacidad para proteger a la burguesía en su conjunto y tuvo que conformarse con ayudar únicamente a su fracción hegemónica en términos internos, esto es, la fracción financiera, las grandes empresas industriales y bancarias.

Al lado de esta transformación, se produjo un desplazamiento de la hegemonía hacia el exterior, de modo que las políticas gubernamentales en México se subordinaron a los intereses del gran capital internacional. En ese proceso, hubo una mortandad de empresas mexicanas de la que sólo salió bien librado un reducido grupo. Al mismo tiempo, se dio un proceso de extranjerización de la planta productiva, una creciente participación del capital extranjero en la economía mexicana.