Cultura y comunicación 20 años después del TLCAN/X-XV ­­­

Javier Esteinou Madrid

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se impuso desde las dos últimas décadas hasta la actualidad como el modelo de desarrollo fundamental para transformar el proyecto de crecimiento del país en todos sus niveles. Dicho paradigma generó profundas transformaciones muy polémicas en el ámbito de la cultura y la comunicación nacionales que modificaron la dinámica de tales fenómenos. Dentro de consecuencias más destacadas figuraron, entre otras, las siguientes:

16.- La presencia del malthusianismo cultural

Con el reinado de los principios del mercado, la intervención del modelo de comunicación salvaje y la anarquía cultural que se engendró en el campo psíco-mental-emocional de la sociedad con el ambiente histórico que creó el TLCAN con su correspondiente modelo de comunicación-mercado, cada vez más, se ejerció la práctica de un malthusianismo cultural que transformó la herencia cultural de la república. Dicho fenómeno consistió en permitir que sólo sobrevivieran aquellas estructuras de conciencia y cultura masivas que fueran las más aptas para impulsar la dinámica del mercado en el terreno cultural y comunicativo, de tal forma, que todo proceso comunicativo-cultural que no fuera bussines altamente atractivo no debería perdurar, pues no deja ganancias, y por lo tanto, no es prioritario.

Así, con la aplicación de la “mano invisible del mercado” sobre los mecanismos de comunicación la conciencia de lo social fue desplazada para dar paso a la mentalidad de los negocios; el pensamiento de la ganancia ilimitada; el deseo desenfrenado por el lucro; la inclinación dominante por el pragmatismo económico de corto plazo, por encima de lo que fuera; la inversión en la economía especulativa y no productiva; la ideología de la posesión material como sentido de la vida; la visión del “progreso técnico” como eje cardinal del crecimiento; la “posmodernidad” como nueva religión, por sobre otros valores urgentes básicos para la sobrevivencia colectiva.

En este sentido, mientras en nuestra sociedad existió la necesidad estratégica de contribuir a producir desde los medios de comunicación, especialmente electrónicos, una mentalidad para la sobrevivencia social como fue la construcción de una cultura ecológica, una cultura para encarar el sobre calentamiento terrestre, una cultura del agua, una cultura de la civilidad urbana, una cultura de la racionalización de los recursos no renovables, una cultura de la tolerancia humana, una cultura de la defensa de las especies animales, una cultura de la protección de la biodiversidad, una cultura de la defensa de los ancianos, una cultura de la “convivencia en condominio” que es la principal modalidad habitacional del siglo XXI, una cultura de promoción de la vida, etc. para subsistir como sociedad plural y armónica con los entornos de vida.

Dicho malthusianismo cultural se dio en todos los ámbitos del funcionamiento social para cimentar ideológicamente el avance del modelo de la economía y de la sociedad neoliberal de mercado y no de planificación estatal para el crecimiento nacional y la consolidación de las comunidades. De esta forma, todo lo que no representó hacer negocio, particularmente rápido, fue gradualmente modificado o aniquilado: La concepción y práctica de la ganancia reemplazó las raíces milenarias de integración y reconocimiento social.

Por ejemplo, en el terreno histórico, con objeto de obtener más ganancias la dinámica cultural de la globalización a través de la aplicación de una fuerte ingeniería mercadológica, substituyó la celebración masiva del suceso histórico de la Revolución Mexicana el día 20 de noviembre que es un referente fundamental de la identidad nacional que conmemora una fecha fundacional de la nación contemporánea, e introdujo la nueva práctica consumista del Buen Fin, equivalente al Black Fridaynorteamericano (viernes negro) que alcanzó con gran velocidad un enorme éxito en la población.

En el campo de las tradiciones culturales milenarias, la acción publicitaria ejercida por los medios de difusión electrónicos durante varias décadas, especialmente por la televisión, sobre la herencia espiritual milenaria de las poblaciones originarias, transformó la presencia del Día de Muertos por el festejo light del Halloween como el día de las brujas y los fantasmas introducidos por la simbología de globalización que le permitan vender las nuevas mercancías de la economía de la sociedad del hiper consumo.

En el ámbito del desarrollo material y social, mientras desde la década de 1990 en adelante existió una desnutrición crónica en más del 50 % de la población económicamente activa y en el 40 % del sector infantil, provocando la muerte anual de 40 mil infantes en México. Un bajo rendimiento escolar por el déficit de peso y la aguda hambre que se presentó en los escolares. Una anemia en seis de cada diez mexicanos y una pobreza extrema en más de 17 millones de personas, un altísimo déficit lechero de más de cinco millones de litros anuales que nos llevó a importar sólo en 1992 más de 150 mil toneladas de leche en polvo.

Es decir, la fuerza del malthusianismo cultural substituyó la mentalidad del reaprovechamiento de los sobrantes productivos y alimenticios para enfrentar la pobreza nacional y con el fin de mantener los niveles de la ganancia neoliberal se construyó la “ideología de la eficiencia productivista” y de la “competencia de mercados” que legitimó el desperdicio o la destrucción de los sobrantes nutritivos para conservar los niveles del “bussines rentable”. Hay que recordar que el mercado por sí mismo no tiene ética, ni corazón, ni se preocupa por lo humano o lo social. Su objetivo es la rápida y creciente acumulación de riqueza a expensas de lo que sea.

Por consiguiente, es una ley que en la medida en que funciona autónomamente, sin sólidos contrapesos planificadores establecidos por el Estado o la sociedad civil, introduce en las comunidades una relación de comunicación o cultura salvaje que produce consecuencias devastadoras para la sociedad.

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