Matrimonio político entre Merkel y Sarkozy


Regino Díaz Redondo

 

Está cociéndose una oposición silenciosa.

Algo que parte de las capas altas y se propaga hacia abajo.

Una de esas revoluciones de la clase media que estallan un

día y se extienden por todo el país. Un alzamiento militar sin militares.

John le Carré, El sastre de Panamá


Madrid. El matrimonio político formado por la jefa de Europa, Angela Merkel, y el conservador francés Nicolás Sarkozy es un ejemplo de asociación endogámica que despacha a gusto en la Unión Europea.

Se apoya en las tres hermanas del rating, señala rumbos a países en peligro de bancarrota e impone acuerdos que aprietan o aflojan el cuello de este continente.

Dúo invisible

La canciller alemana, líder pragmático aquí y allende los océanos, y el presidente francés, desenfadado, hábil y un poco superficial, forman un dúo indivisible. Se unen en un abrazo permanente, impenetrable, centrado en la defensa de la moneda única, siempre y cuando los salarios de los trabajadores estén de acuerdo con la productividad.

Tamaño ejemplo de neoliberalismo brutal que representa con claridad la posición de la derecha europea. No tiene desperdicio: si una empresa obtiene menos ingresos, no importa por qué circunstancias, al obrero debe congelársele el salario, reducirlo o darle de baja, sin más.

Bonita manera de nadar y guardar la ropa.

Para nadie es un secreto que estos dos dirigentes realizan reuniones bilaterales a menudo para presentar propuestas irrebatibles al margen de las demás naciones del grupo de los 27.

Es evidente que el desarrollo de la Unión Europea no tiene aún bases firmes para consolidarse. El distanciamiento entre la idiosincrasias de los diversos países, con historia y valores desde hace siglos, frenan los intentos para presentar un frente común que defienda nuestros intereses en este contaminado mundo.

Aparente transigencia

Doña Angela —chaquetón rojo o negro— despierta sentimientos controvertidos y censurables más que nada. Censurables a juicio de las naciones que son súbditas de sus designios infalibles.

Es una dirigente camaleónica. Aparece como un personaje transigente, pero pisa muy fuerte y marca los caminos de las economías de su entorno. Es una política sui géneris, un peso completo que ostenta el título de campeona y que nadie desea subir al cuadrilátero para arrebatárselo porque perdería la pelea en el primer asalto.

Olas de don Nicolás

Don Nicolás se mueve a gusto entre olas de bon vivant [vividor] y savoir faire [experiencia]. Ambos preocupan pero nadie les contradice porque sería insensato hacerlo.

No cabe duda, ellos están al frente de los gobiernos que impulsan la marcha del tren continental.

Por no haber hecho los deberes, Grecia, Portugal, Irlanda y todavía España se muestran cautelosos, aceptan a regañadientes las sugerencias del alto mando y reconocen sin remedio la supremacía de esta pareja.

Es bien sabido que los milagros español e irlandés fueron efímeros e inconsistentes. Quizás la culpa no haya sido más que nuestra, porque nos instalamos en un primer mundo ficticio sin asumir las responsabilidades y la vigilancia que se precisa para progresar.

Desde hace tres años vivimos una larga agonía que nadie advirtió.

Pero la locomotora empieza a fallar. Sus frenos chirrían y sus conductores se han envuelto en la soberbia.

Las naciones más débiles requieren, ahora mismo, mayor atención. La globalización no puede ser solamente  dominio de poderosos. Este concepto ya se tambalea. Es insultante el bienestar de unos y la escasez de otros ante la indiferencia de los organismos internacionales.

Los problemas ideológicos están supeditados al salvaje sistema financiero. La política se arrodilla ante el dinero y los políticos echan mano del “buen talante” para justificarse.

Si los mártires hubiesen denunciado los abusos, los victimarios no habrían impuesto sus reglas de conducta.

Como consecuencia de tan insólita actitud millones de ciudadanos sobreviven aletargados y heridos. Son entes sociales que no tienen voz ni voto. ¿Las urnas? Ya empezamos a dudar hasta del voto popular.

La pobreza avanza y se arrastra por el dolor y con instintos vengativos.

Diferencias económicas

La diferencia entre las economías europeas impresiona. Pongamos por caso: Alemania crece a un 3.5 % frente a España que lo hará este año a un 0.1%. Igual pasa en los Balcanes y en las demás civilizaciones grecorromanas.

Inglaterra, desde sus islas, tiene la protección del manto estadunidense; Austria, Holanda y Bélgica son fuertes y salen adelante. Es un grupo geográfico reducido pero con un buen nivel de vida. En Italia los resultados políticos y sus alteraciones no influyen en la economía. En este divorcio los dos se llevan bien.

Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial hubo en la nación transalpina 56 gobiernos, la mayoría de los cuales no duró más que unos meses. Ahora se cuestiona a Silvio Berlusconi, se le cuestiona el origen de su fortuna y ha sido puesto en entredicho por supuesta peredastia. Pero él aguanta y ríe.

Escandinavia —Finlandia, Suecia y Noruega— goza de buena salud y es ejemplo para todos en materia de gasto público, educación, comportamiento social y buenos salarios.

Sólo el sur, siempre el sur, sufre por sus propios errores y también porque sus líderes nunca supieron ni saben lo que significa la sobriedad institucional. Además, como es costumbre, los gobernantes que entran se dedican a disparar contra sus antecesores y pierden el tiempo en enfrentamientos e insultos que destruyen el poco bienestar general que existe.

Todo indica que la caída ya tocó tierra. La tensión es tan fuerte que romperá todas las barreras. El cambio está a la vuelta de la esquina. Cuanto menos se escuche el clamor de africanos, países árabes, asiáticos y de Latinoamérica, más cerca estaremos de una crisis de consecuencias imprevisibles. La realidad es que en estos momentos Europa tiene dos capitanes al frente de un solo timón. ¿Cambiarán el destino? No lo creo.

Lo que es un hecho es que el actual ciclo cacarizo termina. Y no está lejos su entierro. Ya verán.

Auf wiedersehen-au revoir [adiós, hasta la vista]