Los niños de Gaza/II y última
Guillermo García Oropeza
Se trata del problema más endiablado (o más divino) de la historia, y me refiero, claro, al conflicto Israel-Palestina, cuyo origen primero habría que buscarlo en el año 2200 antes de Cristo, cuando un rico patriarca que conocemos como Abraham sale de su tierra en Ur de los caldeos hacia una tierra que su Dios que conocemos como Yahveh le ha prometido y que conocemos como Canaán.
La historia es bonita pero requiere de nosotros muchísima fe, y nos dice que Abraham fue uno de los poquísimos hombres que pudo hablar con Yahveh y que pasados los ochenta años de edad fue padre no de uno sino de dos pueblos, uno con la sirvienta y otro con la esposa, la cual ya había pasado “del uso de las mujeres” como dice mi traducción de la Biblia, luego por poco mata a su hijo legítimo (ya había abandonado al ilegítimo) pero todo termina en happy end y Abraham muere a los juveniles 175 años.
Lo que nos importa es que Yahveh le dona la tierra prometida y lo malo diría Voltaire es que esa donación no fue hecha ante notario público, y por lo tanto, no hay escrituras. Sin fe todo lo anterior es bello, pero muy poco racional y sin embargo es la base para el conflicto que ahora continúa más de cuatro mil años después, luego llegan Moisés y las doce plagas y el paso a pie enjuto por el mar Rojo y la tierra de leche y miel y el templo y la gloria y la tragedia.
Ya para el 135 de nuestra era Jerusalén es destruida y en su lugar se alza la romana Aelia Capitolina y el pueblo de Abraham es lanzado al destierro y a dieciocho siglos de persecuciones a manos de los cristianos (no de los musulmanes conste) que culminan con la Shoah u Holocausto o como lo queramos llamar.
Pero ya en 1840, un noble judío inglés, Montefiore, se entiende con el primer ministro británico Palmerston sobre un hogar nacional judío fuera de Europa, claro, y luego aparece Theodor Herzl que publica El Estado judío y ahí comienza el sionismo moderno y las maniobras de la Pérfida Albión antes de que se convirtiera en colonia yanqui.
En 1917, el ministro Lord Balfour le escribe a Lord Rothschild (quizás el hombre más rico del mundo) sobre las simpatías del Gobierno de su Majestad con “las aspiraciones sionistas judías”.
El derrumbe del imperio otomano traerá la oportunidad de oro para que los judíos se establezcan en Palestina (comprando terrenos) y tras de la guerra de Hitler y la lucha contra los ingleses en 1947 las Naciones Unidas decreten la partición de Palestina (México votó a favor) y con ello el comienzo de la eterna guerra entre árabes y judíos. Una historia muy complicada como ven y yo me pregunto cómo se la explicamos a los niños palestinos.
