Con banca e inversionistas extranjeros
Magdalena Galindo
Desde hace décadas, para ser precisa desde 1982 en que se inicia la aplicación de las políticas neoliberales en México, y con ellas no sólo la reorientación de la economía mexicana hacia el exterior, sino el abandono del proyecto nacional surgido de la Revolución Mexicana y del pacto social que lo sostuvo, los gobiernos, tanto priistas como panistas, han apostado a que sean los capitales extranjeros los que aporten el dinamismo a la economía mexicana.
Después de la crisis de la deuda, que estalla precisamente en aquel año, vino un periodo en que se buscó disminuir la recurrencia a los créditos, y en cambio promover la inversión extranjera, tanto la invertida en empresas privadas como la de cartera. Tal actitud se derivaba de los dramáticos efectos de la crisis, pues no sólo padecimos la llamada década perdida de América Latina, sino que la economía no ha podido hasta la fecha retomar el rumbo del crecimiento.
Hay que señalar, sin embargo, que tanto la deuda externa como la inversión extranjera ocasionan, en el corto o el mediano plazo, una descapitalización, pues ambas determinan una transferencia de recursos hacia el exterior.
En estos días se han publicado cifras que muestran que esas dos variables están en niveles peligrosos. Desde hace años, una de las estrategias gubernamentales ha sido recurrir más a la deuda interna que a la externa, con el fin de evitar la salida de divisas y las presiones de la banca internacional, de modo que, como se ha operado siempre con déficit, porque no se quiere aumentar impuestos a los empresarios, el monto ha crecido exageradamente y hoy el saldo es de 4 billones 472 mil 968 millones de pesos, de manera que sólo por los intereses el gobierno pagó, entre enero y agosto de este 2014, 138 mil 879 millones de pesos.
Y hay un problema adicional y es que los inversionistas extranjeros colocan sus capitales tanto en papeles de deuda gubernamental, como en acciones de empresas que cotizan en la Bolsa. Así la Bolsa Mexicana de Valores informaba la semana pasada que los inversionistas “no residentes” en el país, es decir extranjeros, poseen un total de 2 billones 12 mil millones de pesos de los valores emitidos por el gobierno, y en cuanto a los valores de renta variable, es decir de acciones de empresas establecidas en México, han adquirido un total de 181 mil 587 millones de dólares.
Esos gigantescos montos en manos extranjeras significan una gran vulnerabilidad de la economía mexicana, pues se trata de capitales muy volátiles que con cualquier señal de peligro se fugan en estampida del país.
En resumen, el país está hipotecado con los inversionistas y la banca extranjera, y la experiencia de la década de los ochentas y sus secuelas muestra claramente lo que podemos vivir en el futuro inmediato.