Ignacio Trejo Fuentes
(Segunda de tres partes)
La Semana de Bellas Artes aparecía encartada en cuatro diarios nacionales con un tiro de trescientos mil ejemplares. Cubría, mediante ensayos, entrevistas, reportajes; cuentos, poemas, piezas dramáticas, fragmentos de novela, etcétera, todos los componentes de la mal llamada cultura, incluida la casi siempre maltratada arquitectura. Aunque siempre había aportaciones internacionales, se atendía primero el ámbito nacional (de vez en cuando se hacían números monográficos dedicados a la poesía polaca o francesa, al cuento italiano…: eran encargados a especialistas y tuvieron gran respuesta del público; en una ocasión, se dedicó a la publicación de Obliteración, novela corta casi desconocida de Rodolfo Usigli).
Como los integrantes de la mesa de redacción eran muy jóvenes, se dieron a conocer los trabajos iniciales de autores ahora muy conocidos, lo que no implicó desatender a las glorias de nuestra cultura. Los ilustradores de cada número eran excelentes y asimismo jóvenes; recuerdo a los hermanos Alberto, José y Miguel Castro Leñero (y a Marín, Heraclio y Arnoldo).
La Semana… se consolidó como una de las publicaciones culturales más importantes del país, y además de distribuirse aquí se enviaban ejemplares a nuestras embajadas, a universidades y centros culturales de varias partes del mundo. Hubo líos con las autoridades porque se publicaban cuentos sobre el Movimiento Estudiantil del 68 o se entrevistaba a autores muy alejados del poder; o por el uso de “malas palabras” y la inclusión de desnudos. Pero Gustavo Sainz, el director, se fue a dar clases a la Universidad de Nuevo México, de modo que Juan José Bremer, titular del inba, designó en sustitución de Sainz a un tipo que no sabía ni de periodismo ni de literatura ni de nada. Ante tal torpeza, los integrantes originales de la redacción nos fuimos a otra parte, y el recién llegado hizo su propio equipo. Fue el inicio de la catástrofe.
Ese personaje se dio cuenta de que era necesario llenar un pequeño espacio, y en vez de ir al archivo colchón fue al de basura y rescató una cosa titulada “La feria de San Marcos” o algo así, que ni era cuento ni crónica ni nada y que nosotros habíamos desechado en su momento sobre todo porque decía pestes, nada veladas, de la esposa del presidente de la República, algo prohibidísimo para todos los medios en esos tiempos. Pues el tal director lo publicó; al verlo impreso, dijimos: “Ya ardió Troya”. Y sí: exactamente el día en que apareció ese número de La Semana de Bellas Artes llegaron a las oficinas elementos del Ejército y detuvieron al tipo ése y se ordenó el cierre del semanario. Juan José Bremer, director del inba, estaba en Europa, y a su regreso intempestivo se encontró con que había sido despedido. La maledicencia culpó a Gustavo del desaguisado, achacándole que era una venganza contra el buen Bremer; la realidad es que el novelista enseñaba en Estados Unidos. ¿Qué hizo Gustavo Science Fiction a partir de entonces? Lo contaré en la siguiente entrega.