Observatorio de Conflictos
Luis Mesa Delmonte*
La firma de un acuerdo marco sobre el programa nuclear iraní entre Teherán y el llamado Grupo 5+1, ha tenido una acogida muy positiva en casi la totalidad de la comunidad internacional. No obstante, la rancia oposición de Israel a este acuerdo, ha sido la principal nota disonante en estos días, lo que ha llegado a tensar notablemente las relaciones entre Tel Aviv y Washington.
El rechazo israelí a que los Estados Unidos negocien con Irán ya se había dado a conocer desde hace muchos meses. Para Israel, Irán debía destruir todo su programa nuclear, y las potencias occidentales estaban obligadas a lograr esto ya fuera por vías negociadas o por una escalada de presiones violentas. Para los sectores más “duros” de la política y del pensamiento estratégico israelí, Irán es concebido como amenaza a su seguridad nacional y a su propia existencia.
Estos sectores más dados a la confrontación con reclamos maximalistas, no han confiado en los compromisos logrados por los grandes actores que están directamente involucrados en las negociaciones (Estados Unidos, Rusia, China, Inglaterra, Francia y Alemania), ni en los avances constatados por estos, ni en los diversos informes del Organismo Internacional para la Energía Atómica que han asegurado que el programa nuclear iraní es de índole civil y no ha sido derivado hacia una opción militar estratégica.
Algunas dudas sobre el programa iraní se discutieron durante años. Pero ahora esta nueva fase negociadora exige mayor transparencia y compromiso por parte de Irán, contribuyendo a despejar cualquier tipo de inquietud o preocupación que exista sobre cualquier detalle. Además, todos los otros compromisos adquiridos por los negociadores tendrán que llevarse igualmente a la práctica.
El “acuerdo marco” anunciado el 2 de abril en Lausana, Suiza, con base en el Plan de Acción Conjunta aprobado en Ginebra en noviembre del 2013, ha contemplado varios puntos muy importantes como son por ejemplo: la voluntad de seguir negociando y abordar nuevos detalles; reducir el número de centrifugadoras para limitar los volúmenes de enriquecimiento de uranio; limitar las capacidades de la planta de Natanz; enriquecer solamente hasta un 3,67% lo que garantiza que no se pueda emplear para fabricar una bomba nuclear; reducir los inventarios de uranio enriquecido actuales; modificar el reactor de agua dura en Arak para impedir la obtención de plutonio; convertir a las instalaciones de Ferdow en centro de investigación; permitir las inspecciones de todas las instalaciones nucleares; así como despejar las dudas sobre el complejo militar de Parchin. A cambio de ello, se levantarán las sanciones económicas contra Irán aprobadas tanto en organismos internacionales, como por parte de los Estados Unidos, y se darán nuevos pasos en materia de inversiones, tecnología, comercio y relaciones políticas.
Este “acuerdo histórico”, en palabras del presidente Obama, -y al cual Irán ha brindado todas sus garantías de cumplimiento-, ha sido considerado por el primer ministro israelí y su gobierno como un “acuerdo malo” que otorga una licencia a Irán para que desarrolle armas nucleares y amenace a Israel.
Benjamín Netanyahu ha mostrado estridentemente sus diferencias con el presidente Barack Obama, y se ha mostrado partidario de continuar ejerciendo presiones sobre los congresistas estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, expresando que: “No estoy intentando matar cualquier acuerdo. Estoy intentando matar un mal acuerdo (…) que es un sueño para Irán y un acuerdo pesadilla para el mundo”. Según el ministro de Defensa israelí, Moshe Ya’alon, el dilema no está entre este acuerdo malo y la guerra, sino que el reto radica en lograr un “mejor acuerdo” que garantice retrotraer la infraestructura nuclear iraní.
Las contradicciones llevaron a que la propia Dianne Feinstein (D-Calif), Vicepresidente del Comité de Inteligencia del Senado, criticara a Netanyahu y lo exhortara a contenerse, pues realmente no ha planteado ninguna alternativa; insistiendo también en que no era provechoso para Israel oponerse a esta oportunidad de cambio.
Aunque es obvio que el plan israelí pretende colocar el mayor número de obstáculos posibles en este proceso negociador, e inducir un cambio de línea más fuerte contra Irán, ya las preocupaciones de su política de tensiones con los Estados Unidos comienzan a ser preocupantes para muchos. El diario Haaretz, en su edición del 16 de abril, “filtró” una carta del director de relaciones exteriores, Nissim Ben-Sheetrit, al canciller israelí Avigdor Lieberman, en la cual escribió que la crisis pública que se desarrolla actualmente con la administración Obama, podría llevar a que Israel pague un precio muy alto, y que había que enmendar estos vínculos para poder lidiar con otros retos diplomáticos y de seguridad, y evitar el daño a intereses vitales israelíes a escala internacional.
*Catedrático Colmex.