Sus postulados siguen siendo válidos
Magdalena Galindo
El pasado 13 de abril, murió Eduardo Galeano (1940-2015), escritor y periodista de excepción. Uno de sus rasgos más notables, que le ha valido los elogios de la izquierda latinoamericana y los vituperios de la derecha, fue su compromiso inclaudicable con los pobres del mundo.
En estas páginas sólo quiero, valiéndome de sus propias palabras, mostrar no sólo su filiación con los humillados y ofendidos, sino sobre todo su visión de la realidad latinoamericana, que analiza en profundidad las causas del subdesarrollo y la permanencia en esta condición de nuestros países. Quizá lo que sorprende es que sus postulados, fijados en uno de sus libros más famosos, Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971, siguen siendo válidos para explicar la situación que vive hoy nuestra América.
El primer párrafo de Las venas… dice:
La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dedos en la garganta.
Aquí ya se ven algunos de los rasgos característicos de Galeano, quien, dueño de un estilo literario de muchos kilates, mezcla una categoría utilizada ampliamente por el marxismo como es la división internacional del trabajo, pero en vez de referirse a los aspectos productivos, como serían que América Latina se especializa en generar materias primas, mientras los países ricos se dedican a los productos manufacturados, Galeano habla de ganar y perder, lo que le sirve efectivamente para introducir un poco de humor, que es uno de los aspectos que le agradecen más sus miles de lectores. Desde el momento de su publicación, ese primer libro se convierte en éxito de librería.
En 1978, ya exiliado en España, pues en esa década sucesivos golpes de Estado entronizan las dictaduras en el Cono Sur, su autor le añade un capítulo titulado “Siete años después”, en el que analiza la situación de América Latina a la luz de los cambios que se empiezan a mostrar por aquellos años y que darían lugar al proceso de globalización en el que hoy estamos insertos. Asombra la mirada certera para denunciar el sistema de dominación que hasta hoy pretende encubrirse con el discurso de la modernidad:
La organización mundial de la desigualdad no se altera por el hecho de que actualmente el Brasil exporte, por ejemplo, automóviles Volkswagen a otros países sudamericanos y a los lejanos mercados de África y el Cercano Oriente. Al fin y al cabo, es la empresa alemana Volkswagen quien ha decidido que resulte más conveniente exportar automóviles, para ciertos mercados, desde su filial brasileña: son brasileños los bajos costos de producción, los brazos baratos, y son alemanas las altas ganancias.
Y este parrafito que habla de lo que ocurre hoy:
El principal producto de exportación de América Latina, venda lo que venda, materias primas o manufacturas, son sus brazos baratos.