La reciente reunión cumbre convocada por el presidente Obama con las monarquías de la península Arábiga, es muestra fehaciente de que los Estados Unidos intentan reducir sus contradicciones con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), y  expresión nítida de que Washington ha procedido a ajustar su política de “reequilibrio” de dimensión mucho más global.

La llamada política de reequilibrio contemplaba una reorientación de las prioridades de seguridad desde la región del Golfo hacia el este de Asia, por lo que el nuevo reordenamiento de prioridades nos muestra un tipo de “reajuste del reequilibrio”. Este nuevo reajuste podrá llevar a que la administración Obama intente desarrollar estrategias paralelas de intensidad semejante, tanto para Asia como para el Golfo, lo cual brindaría mayores satisfacciones y seguridades a las monarquías, pilares del comercio energético y de una parte trascendental de las finanzas mundiales.

Durante los últimos años, los seis miembros del CCG (Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar) se han mostrado preocupados por lo que consideran como un menor nivel de compromiso de los Estados Unidos con sus necesidades en materia de seguridad. Por ello:

1- Han expresado sus dudas respecto a las negociaciones del Grupo P5+1 con Irán, al potencial nuclear que pueda conservar ese país, y a su previsible fortalecimiento una vez levantadas las sanciones económicas;

2- Perciben que el conflicto en Yemen es producto de la división sectaria regional y del avance de la influencia iraní;

3- Consideran que la participación estadounidense en el conflicto sirio debía ser mayor para lograr el derrocamiento de Bashar Al Assad;

4- Ven con preocupación las coincidencias estratégicas y las comunicaciones indirectas entre Washington e Irán (vía Bagdad) para el desarrollo de operaciones militares contra el grupo terrorista Estado Islámico en territorio iraquí.

Estas percepciones han motivado críticas muy fuertes por parte de varias de las monarquías, llegando a producirse tensiones bilaterales que han impactado especialmente la relación entre los Estados Unidos y Arabia Saudita.

Un ejemplo claro de las inconformidades de los sauditas con los Estados Unidos lo encontramos en la decisión del nuevo rey Salman Ibn Abdelaziz de no asistir a la reunión cumbre convocada por Obama el 13 y 14 de mayo en Washington y Camp David. De esta manera, el monarca saudí envió un mensaje de disconformidad con Washington, y muy probablemente dejó claro también, que no está en disposición de responder al llamado de los Estados Unidos en cualquier momento y condición. Al mismo tiempo, aprovechó la oportunidad para enviar como representantes a los dos príncipes a la corona designados y que paralelamente se desempeñan como ministros del interior y defensa. Si los temas centrales de discusión en la Cumbre eran conflictos y seguridad, el reino quedaba técnicamente muy bien representado.

A la Cumbre de Camp David solo asistieron los emires de Kuwait y Qatar; los reyes de Arabia Saudita y Bahréin optaron por enviar señales de discordia y no viajaron a Washington; mientras que las máximas figuras de Emiratos y Omán no fueron aparentemente por problemas de salud. Por ello, de antemano, el alcance de la Cumbre se pronosticaba como limitado.

Sin embargo, los resultados parecen haber sido más positivos que lo previsto, cuando los Estados Unidos expresaron su compromiso para: mantener la libertad del flujo comercial y de energéticos por las aguas del Golfo, efectuar un número mayor de maniobras militares conjuntas, incrementar la asesoría y el entrenamiento militar, cooperar en materia de ciberseguridad, y muy especialmente brindar apoyo para desarrollar un esquema de alerta temprana junto a la instalación de un sistema regional de defensa misilística para interceptar objetivos de rango corto, medio y largo.

En Camp David, el presidente Obama insistió en que las conversaciones con Irán no afectaban la alianza estadounidense con las monarquías del CCG, y que no sacrificaría la oportunidad histórica de lograr un acuerdo con Teherán. Paralelamente, reiteró el firme compromiso de su país para defenderlos, empleando todos los elementos de su poder para enfrentar cualquier agresión foránea. No obstante, este nivel de compromiso no se tradujo en la firma de algún tratado de defensa colectiva formal, -al estilo del que existe entre los Estados Unidos y la OTAN-, tal como ha sido solicitado por algunos miembros del CGG. Washington ha rechazado esta idea, al menos a corto y mediano plazo.

Para continuar eliminando sospechas y tensiones, los Estados Unidos tendrán que dar continuidad a estos acuerdos, llevarlos a la práctica, e incluso desarrollar otras iniciativas futuras semejantes.

*Catedrático COLMEX.