Papa planetario
Guillermo García Oropeza
El papa Francisco ha vuelto a causar un santo escándalo ahora con su defensa del planeta, de esa diosa madre que los andinos llaman la Pachamama, esa pobre tierra que en el siglo XX ha sido acosada y destruida sistemáticamente por el peor capitalismo o, para ser justos por la industrialización desaforada de cualquier signo ideológico, por la perversa religión del progreso.
La encíclica Laudato Si despertó el aplauso de un mundo asustado por los innegables síntomas del calentamiento global y de la contaminación extrema que se da tanto en Beijíng, Santiago de Chile, Los Ángeles o… en la Ciudad de México. El Papa delató el peligro que corren sobre todo los países pobres y ciertas zonas costeras como nuestra península de Yucatán. Nada de lo que dijo era nuevo, pero lo que sí era nuevo era el valor, la honestidad de un papa hablando de estas cosas.
Y es que las encíclicas de los papas anteriores eran sobretodo teológicas y moralizantes y rara vez tenían una postura política valiente. Y es que la Iglesia practica la santa prudencia por no decir la santa hipocresía frente a los grandes problemas humanos.
La encíclica de Bergoglio fue atacada inmediatamente por los conservadores dentro y fuera de la Iglesia incluyendo a ese Jeb Bush que pavorosamente amenaza con continuar su siniestra dinastía ultraconservadora y ligada a los grandes intereses petroleros que están entre los culpables mayores de ensuciar el aire y las aguas del planeta.
Con su mensaje, el papa Francisco no solamente ataca la inconciencia ambiental sino su causa verdadera que es el capitalismo sin frenos, es decir el neoliberalismo que gobierna a medio mundo y a México. Esto es inusual porque los papas recientes —pienso sobretodo en Pío XII y el polaco Juan Pablo canonizado en fast track— fueron rabiosos enemigos del comunismo porque era ateo, pero mucho más suaves con un capitalismo que es esencialmente igual de ateo aunque vaya a misa o a escuchar el sermón de un pastor y cantar un lindo himno.
Lo que no sé es si se recuerde que uno de los factores del desastre ecológico es la sobrepoblación que niegan los defensores de la vida y cuyo único remedio es la imposible castidad o el control natal.
Sentimos que el papa Francisco se está haciendo de enemigos poderosos, dentro de la Iglesia al ya innegable lobby gay, a los prelados protectores de curas pederastas que según las malas lenguas entre ellos estaría el primado de México, los enemigos de cualquier revisión como la propuesta por la teología de la liberación y finalmente del acceso de no europeos al poder supremo de la Iglesia a los que no verían con gusto un papa indígena, negro u oriental. Me alarma que sean tantos los enemigos de este hombre que es la gran promesa.