Exposición “La otra fiesta de las balas”
Humberto Guzmán
La exposición que con motivo de Martín Luis Guzmán (1887-1976) se abrió en el Museo de Arte Moderno en Chapultepec en el Paseo de Reforma, tiene importancia histórica, documental, literaria, pictórica y aun política. “La otra fiesta de las balas” se refiere a un capítulo de El águila y la serpiente (1928), una de sus novelas paradigmáticas.
Incluye, además de su acervo pictórico, un buen número de documentos y escritos del autor de La sombra del caudillo (1929), la mejor de ese movimiento llamado “novela de la Revolución” de las primeras décadas del siglo XX. Esto quizás no encaje en las funciones del Museo de Arte Moderno, más bien debió haberla organizado el Museo del Palacio de Bellas Artes.
En algunos medios utilizaron las palabras “rescatar” y “semiolvidado” al referirse a esta exposición; ni lo uno ni lo otro. Martín Luis Guzmán posee un lugar destacado en la historia política, social y literaria de México. Si se refieren al gran público que hace colas sin fin para ver a Miguel Ángel y a Leonardo da Vinci, hay que volver los ojos a la publicidad por televisión, radio y periódicos que se hizo. Fue un mandato mediático, aunque tales personajes no merecían menos.
De modo que Martín Luis Guzmán es para los enterados de que su obra literaria, política, empresarial del libro y de revistas de opinión, además de otras actividades en la guerra civil, es del mayor interés para nuestro país.
Entre los papeles de este autor se hallan algunos concernientes a la bailarina-coreógrafa Nellie Campobello, paisana, amiga suya y autora de Cartucho. Además, se reunieron obras, entre pintura y dibujo, de Diego Rivera, Saturnino Herrán, Ángel Zárraga, Roberto Montenegro, Dr. Atl, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Kahlo, Jesús Cabrera, Angelina Beloff, Jorge González Camarena, José Luis Cuevas, Juan Soriano, Pablo O´Higgins, Rufino Tamayo y otros.
Se improvisó una sala de cine, en la que se proyecta el filme basado en La sombra del caudillo, con el mismo título, realizado por Julio Bracho en 1960. Inesperadamente, fue censurado, se pudo ver hasta el 25 de octubre de 1990, la copia no era la mejor. Se sospecha que la cinta original fue destruida. No ha tenido una circulación comercial. Bracho, frustrado, murió en 1978.
Unas líneas de la presentación de la exposición dicen: “Lo llamaron conspirador, oficialista, hombre del sistema, pequeño burgués. En efecto, tuvo algo de ello.”
Martín Luis Guzmán fue “conspirador” como lo fueron los héroes de la Revolución; fue “oficialista” y “hombre del sistema” cuando la Revolución llegó al poder y se institucionalizó al aquietar las aguas para empezar la reconstrucción; sólo faltaba que se opusiera a lo que él mismo ayudó a erigir, entre miles de mexicanos; qué tan “oficialista” no será que el gobierno le censura La sombra del caudillo para el cine; fue “pequeño burgués”…: esto sí es propio del síndrome de la izquierda del siglo pasado, con lo que se culpa a alguien por su origen y hasta por su apariencia, lo cual es racista, clasista y, como dicen ahora, “excluyente” y hasta fascista.
Llama la atención que los movimientos sociales violentos atacan al estatus que le antecede, primero, con calificativos como aquellos y luego, a su triunfo, son acusados por las mismas razones por otros que pretenden hacerse del poder. Es la historia de nunca acabar.
Martín Luis Guzmán no fue tan solo un novelista. Escribió muchos otros libros importantes. A pesar de su excelente prosa, se nota su sentido periodístico: le interesaba reflexionar y escribir del devenir de la nación. Fue un hombre de su tiempo, frase hecha que queda a la perfección en él. Creo que de no haber estado tan interesado en la acción política, estuviéramos hablando de un escritor con una obra literaria de más vuelo aún. No obstante, con lo que encontramos en sus obras completas (FCE), es un gran escritor. Nada más con La sombra del caudillo.
Entre las líneas de Martín Luis Guzmán reunidas en un mural textual de la exposición está: “Los que hablan de hacer de México una nueva revolución, no saben lo que dicen o no dicen lo que piensan”. Ésta nos da la respuesta a la acusación moralista. Él fue uno de los que hicieron la revolución mexicana, él tuvo que exilarse para salvar su vida, él fue censurado y me parece un acto de valor reconocer con esta sola expresión que una revolución, como cualquier otra guerra, es una verdadera catástrofe y que los que gritan consignas totalitarias (como “la patria derrumbada”) o “no saben lo que dicen, o no dicen lo que piensan”.
