LA SOMBRA EN EL MURO
Ridículo: no es el idioma oficial de México
En días pasados se clausuró el VII Congreso Internacional de la Lengua Española, en Puerto Rico. El presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, dijo en Enfoque Noticias radio que los medios mexicanos no se ocuparon de esta importante manifestación de nuestra cultura: la lengua española. Recordó que no es la lengua oficial de México. Ridículo hecho, uno de tantos otros que nos caracterizan. Durante casi cinco siglos hemos hablado, amado, odiado, soñado, hecho nuestra historia en español, y no es nuestra lengua. Una de las más extraordinarias del mundo, con más de mil años de historia, con un Siglo de Oro, El Quijote, 500 millones de hablantes, 120 de los cuales son mexicanos, sin contar los que lo siguen hablando en Estados Unidos, por esto es la segunda lengua después del chino mandarín y, a pesar de la testarudez de quienes lo niegan, es nuestra.
Entonces, ¿cuál es?
¿Quién o quiénes tienen la responsabilidad de este otro atropello a nuestra cultura, identidad e interioridad? ¿La Secretaría de Educación Pública, los gobiernos de México desde la Independencia y la Revolución a la actualidad? Es la estupidez de nuestras rencillas y confusiones políticas.
Si no es el español nuestra lengua, ¿cuál es? Algunos incautos creen que no lo es (pensado, dicho y escrito en español) por “respeto” a las lenguas indias de Mesoamérica. Un respeto muy mal entendido, utilizado a la conveniencia de posiciones políticas que son de hace doscientos años, y apenas entonces se entendería el capricho vengativo: y siguen tan campantes.
Los liberales mexicanos del siglo XIX y XX que han hecho suya la persecución de nuestra cultura española, incluida, por supuesto, nuestra lengua, junto con los estadounidenses, que han propiciado el desfase del mundo hispánico en el continente y más al otro lado de su frontera sur.
En Puerto Rico, declarado “Estado Libre Asociado de Estados Unidos” en 1952, a propósito de este VII Congreso Internacional de la Lengua Española, se hicieron afirmaciones tales como “el español es una barricada que reivindican con orgullo” (El País, 19 de marzo, 2016), y en México, con la mano en la cintura, rechazan el rasgo más profundo de una nacionalidad, la lengua. Lo he dicho antes, en México son especialistas en rechazarse o sobajarse a sí mismos. No se sabe a ciencia cierta a quién benefician actitudes decrépitas como esta. Tal vez existen por inercia histórica o por negligencia mental y de carácter.
De ahí que México no le vaya mucho a la zaga a Puerto Rico. Si observamos un poco nos damos cuenta de que los mexicanos hablan en inglés con palabras en español y eso no todas, o hablan con palabras en español pero pensando como si fuera inglés. Podríamos culpar de esta desgracia lingüística, entre otras, a razones tan elementales como las pésimas traducciones de los letreritos de las películas o de las series de televisión realizadas en Estados Unidos (algunas de calidad). Pero es la ignorancia. No queremos ser mexicanos, por ignorantes, y hablamos con expresiones y giros comunes en el inglés estadounidense y que conocemos por aquéllos y otros medios. En especial los jóvenes.
Mediocridad mexicana
Difícil de poner un dique a esta corriente brutal. Los medios estadounidenses son muchos y muy fuertes. La influencia lingüística, así, es inevitable, ellos tienen la economía, la tecnología, la ciencia, las películas y las series televisivas, la música popular, la actualidad. Porque una lengua se hace o se deshace con estas influencias de la vida diaria. Con tales fuerzas de penetración es comprensible que en los últimos cien años no hayan pensado militarmente en México, excepto dementes populistas como Donald Trump.
Entre otras, es conocida una ocurrencia acerca del origen de la mediocridad de México en algunos aspectos. Dicen que eso es porque la religión católica (España, México) enseña la resignación, la humildad y el perdón, lo que nos hace menos competitivos; y que el protestantismo (Estados Unidos, Inglaterra) es una religión que fomenta la competencia, el trabajo y la seguridad en los individuos que la profesan. No sé si la segunda aseveración es cierta, pero la primera es falsa puesto que uno de los grandes imperios de la historia del mundo ha sido el español, con los descubrimientos de nuevos continentes (parte del Renacimiento), sostenido por los reyes católicos, Isabel y Fernando.
Tampoco tengo duda de que esa tendencia de disminuir (hasta desaparecer de ser posible) a todo aquello que sea español de nuestra historia e idiosincrasia nos hace más débiles e inseguros y, por lo tanto, menos competitivos. México es, tal vez, el único país de toda Hispanoamérica que padece esta enfermedad crónica. Se entiende su soledad con respecto a Suramérica, el Caribe y aun Centroamérica. No deja de sorprenderme cómo es que ha podido sobrevivir, después de que Estados Unidos nos perdonó (a medias) la vida en el siglo XIX. Y, a pesar de todo, el español sigue siendo nuestra lengua.