Ignacio Trejo Fuentes

(Primera de dos partes)

¿Quién puede ponerse de acuerdo en lo que es y para qué sirve la crítica literaria? Cada propuesta, razonamiento e intención difiere de otras posibles definiciones, tentativas, conjeturas.

De vez en cuando, en México se trata de ventilar ideas al respecto, mas los resultados son, por lo menos, insustanciales: opinan de crítica literaria quienes jamás la han practicado; hablan del tema autores que han sido favorecidos por opiniones sobre su obra (benévolos) y los que han sido despedazados en esa feria (sanguinarios): “la crítica es maravillosa”, dicen unos; “no existe”, dicen otros.

Alejandro de la Garza entrega en Espejo de agua (ensayos de literatura mexicana) la reunión de sus ejercicios críticos publicados en diversos medios durante varios años. No es la reunión de reseñas periodísticas, sino de trabajos más amplios, meditados y con dimensiones mayores a las dos cuartillas de rigor: son, entonces, ensayos creativos, la segunda dimensión de la Crítica (la primera es la académica, la tercera es la periodística). El autor arriesga con modalidades intermedias, como el ensayo/crónica (el texto sobre Parménides García Saldaña), aunque debe decirse que es más una celebración abierta de los gustos particulares de De la Garza que una exégesis (nutriente de la crítica). En cambio, sus apreciaciones en torno a la obra de autores como José Joaquín Blanco, Luis Miguel Aguilar o Rafael Pérez Gay se desprenden del análisis emotivo, juicioso y directo de autores y obras todavía no canonizados (“Canon”, concepto que tanto daño ha hecho a nuestros lectores y promotores). Sus lecturas de Gilberto Owen, José Revueltas y Agustín Yáñez son sólo cuadernos de bitácora: no añade gran cosa a lo que los verdaderos lectores de esos autores y de sus críticos saben; pero está bien: hay que refrescar la memoria.

Me gusta la lectura que hace de Agustín Ramos (sin duda uno de los mejores narradores mexicanos contemporáneos y al que casi nadie hace caso), porque es meter las manos en el fuego: “léanlo, es un autor espléndido”, es la consigna del crítico y una de las mayores apuestas en ese oficio: revalorar, releer y, por lo tanto, invitar al tercer invitado a la fiesta, el lector, a involucrarse.

Alejandro de la Garza, se nota, es un lector de primera categoría, y se entrega fervoroso a la tarea crítica; además, consigue algo difícil en ese medio: la buena escritura y la claridad, y el desapego de la voz categórica y terminante de los “críticos” menores: “yo lo digo y eso vale”. No obstante, le recomendaría mesura, no desbordarse en adjetivos sin sustento. En términos generales, es un muy buen libro/invitación a la lectura de varios escritores mexicanos que valen la pena: función medular del ejercicio crítico (Uno de los vicios mayores de nuestros críticos es “depender” de otros al hacer sus “análisis”: “Como dijo Fulano”… “Según Zutano…”. ¿Y tus propias ideas? ¿Necesitas vejigas para nadar? No es el caso de Alejandro de la Garza, de cuyo libro seguiré haciendo anotaciones.