Una mirada a… Alessandro Baricco

Patricia Zama

Ultimo Parri quiere diseñar y construir una carretera perfecta, y Alessandro Baricco cuenta esa odisea en su nueva novela, Esta historia (Anagrama). Aquí las primeras páginas:

Alessandro Baricco cuenta esa odisea en su nueva novela, Esta historia (Anagrama)Tibia era la noche de mayo en París, en mil novecientos tres. Saliendo de sus casas, cien mil parisinos se dejaron la noche a medias, y fluyeron en masa hacia las estaciones de Saint-Lazare y Montparnasse, estaciones de tren. Algunos ni siquiera se fueron a dormir, otros pusieron el despertador a una hora absurda, para saltar de la cama, lavarse sin hacer ruido y darse de bruces con las cosas, buscando la chaqueta. En algunos casos, eran familias enteras las que marcharon, pero por regla general fueron individuos solos los que emprendieron el viaje, en gran parte en contra de toda lógica o sentido común. Las esposas, en las camas, más tarde, estiraban sus piernas hacia el lado ahora vacío. Los padres intercambiaban unas palabras, restadas a la discusión del día anterior… era un ruido muy extraño porque cien mil personas a las dos de la madrugada son como un torrente que corre sobre un cauce de nada, desaparecidos los guijarros, mudo el lecho. Solo el agua contra el agua. Así corrían sus voces… El tren salió a las dos y trece minutos. Ya corre, ese tren que va a Versalles.

En los jardines del rey, pastando en la noche, provisionalmente dóciles bajo las carcasas de hierro, en torno a su corazón de pistones, los aguardaban 224 automóviles, quietos sobre la hierba, entre un vago olor a aceite y a gloria. Estaban allí para disputar la gran carrera, de París a Madrid, Europa hacia abajo, desde la niebla hasta el sol… Podían alcanzar, esos automóviles, los 140 kilómetros por hora, arrancados a carreteras de tierra y baches, en contra de toda lógica y sentido común, en un tiempo en el que los trenes, sobre la brillante seguridad de los raíles, a duras penas alcanzaban los 120. Tanto era así que en la época estaban convencidos —convencidos— de que más rápido ya no se podía ir, humanamente hablando: esa era la última frontera y ese era el límite del mundo… Los más veloces, los más pesados,, los más famosos. Eran reyes. El automóvil era rey, porque todavía no había sido concebido como siervo; había nacido rey, y la carrera era su trono, su corona; todavía no existían los automóviles, existían los reyes, ven a verlos a Versalles, en esta tibia noche de mayo, en París, mil novecientos tres.

Novedades en la mesa

La novela póstuma del francés Julien Gracq (1910-2007), Las tierras del ocaso, recientemente editada por Nocturna ediciones, con traducción de Julià de Jòdar, es la continuación de El mar de la Sirtes, novela con la que obtuvo el Premio Goncourt 1951…  Debate publica Primera página, un libro autobiográfico escrito en tercera persona, con las memorias de Juan Luis Cebrián, el primer director del diario español El país que salió a la calle el 4 de mayo de 1976… Con su nueva novela, El salvaje (Alfaguara), Guillermo Arriaga continúa con el tema de la violencia y la corrupción.