Fortalecer mercado interno
Por Magdalena Galindo
Como era de esperarse, el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos ha suscitado una avalancha de expresiones, tanto de políticos como académicos, analistas y empresarios, sobre los peligros que se avecinan y sobre lo que debería hacer México para enfrentarlos.
Entre los muchos temas abordados, dos son los más recurrentes, uno sobre los migrantes, que incluye las amenazas sobre la masiva deportación de mexicanos que laboran en Estados Unidos, así como la pretendida construcción del muro en la frontera y si se puede obligar a nuestro país a costearlo. El otro es lo relacionado con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y los anuncios de que Trump buscaría eliminarlo o, si no le es posible, al menos renegociarlo.
Ante los dos temas pueden notarse tres tipos de actitudes, las optimistas, que esperan que las hostilidades de Trump sólo sean balandronadas de campaña, los pesimistas que consideran que ya no hay futuro para México, y la mayoría que sólo acierta a señalar que hay una grave incertidumbre.
Ante esas expresiones, lo primero que hay que destacar es que tanto sus acciones (por ejemplo los nombramientos para su gabinete), como sus dichos (por ejemplo los ataques racistas y anticientíficos) muestran que del futuro presidente de Estados Unidos no se puede esperar que entienda de razones o que recapacite y atempere sus posiciones.
Al contrario, cualquier análisis y cualquier política tiene que partir de que lo más probable es que intente llevar a los hechos sus amenazas. Esto quiere decir que lo primero que podemos esperar es el endurecimiento de la persecución a los migrantes mexicanos.
En cuanto al muro, es evidente que por lo menos iniciará su construcción y aunque desde luego no puede obligar a nuestro país a pagarlo, intentará obtener los fondos por otros medios.
En lo que atañe al TLCAN, desde mi punto de vista, a juzgar por los resultados en la sociedad mexicana, es lo peor que le ha ocurrido a México en toda la etapa que va desde el fin de la Revolución hasta nuestros días.
Junto con el TLCAN y en gran parte como resultado del tratado, o si se quiere ser más preciso de la correlación de fuerzas que permitió la firma del malhadado tratado, se establecieron las llamadas reformas estructurales que dieron paso libre a la inversión extranjera en todas sus formas, de modo que hoy el capital foráneo se ha apoderado de las riquezas sustanciales del país, mientras se ha generado una caída acelerada de los niveles de vida de las clases trabajadoras, una pérdida de derechos sin precedente, un crecimiento exagerado de la economía informal, una extensión de la pobreza y una ampliación de la brecha de desigualdad en el ingreso.
Por supuesto que los partidarios del TLCAN señalan que las exportaciones de México se multiplicaron también a niveles sin precedente, pero un ligero análisis del origen de esas ventas al exterior, muestra que más del 90 por ciento de las exportaciones las realizan empresas extranjeras.
Dicho de otro modo, nuestro país sólo sirve como plataforma para las ventas de compañías del exterior, y en la mayoría de los casos se trata incluso de comercio intrafirma, lo cual afecta notablemente los precios de esas exportaciones, y en todos los casos, como es obvio, las utilidades de operación se envían a las casas matrices, o sea se genera una descapitalización del país.
Esos resultados moverían a señalar que la desaparición o la renegociación del TLCAN serían benéficas para el país. Sin embargo, hay que señalar que el daño ya está hecho. Revertir las reformas, crear un nuevo orden, costará muchos años de lucha a las clases populares.
En lo inmediato, esta nueva ofensiva de los Estados Unidos, ahora encabezada por Trump, y por lo tanto todavía más virulenta, obliga a dar un giro a la política económica en dos vías principales.
Por un lado a una acción decidida por parte del Estado para diversificar los destinos de nuestras ventas al exterior, pues ya se sabe que más del 80 por ciento de las exportaciones que se realizan desde México se dirigen a Estados Unidos. Por otro y es lo más importante, fortalecer el mercado interno. Y eso quiere decir no sólo proteger a las empresas mexicanas, sino sobre todo buscar una redistribución del ingreso, en especial a través del aumento de los salarios, porque la depresión del mercado interno tiene su principal causa en la baja capacidad adquisitiva de la población trabajadora. Sólo por ese camino se podrá enfrentar la ofensiva de Trump.