Una mirada a… El cuarteto de Alejandría

Patricia Zama

Este 2017 se cumplen 60 años de la aparición de Justine, la primera novela de El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, cuya acertada estructura y audaz erotismo siguen cautivando lectores. Aquí las primera líneas:

Otra vez hay mar gruesa y el viento sopla en ráfagas excitantes: en pleno invierno se sienten ya los anticipos de la primavera. Un cielo nacarado, caliente y límpido hasta mediodía, grillos en los rincones umbrosos, y ahora el viento penetrando en los grandes plátanos, escudriñándolos…

Me he refugiado en esta isla con algunos libros y la niña, la hija de Melissa. No sé por qué empleo la palabra refugiado. Los isleños dicen bromeando que solamente un enfermo puede elegir este lugar perdido para restablecerse. Bueno, digamos, si se prefiere, que he venido aquí para curarme.

De noche, cuando el viento brama y la niña duerme apaciblemente en su camita de madera junto a la chimenea resonante enciendo una lámpara y doy vueltas en la habitación pensando en mis amigos, en Justin y Nessim, en Melissa y Baltazar. Retrocedo paso a paso en el camino del recuerdo para llegar a la ciudad donde vivimos todos un lapso tan breve, la ciudad que se sirvió de nosotros como si fuéramos su flora, que nos envolvió en conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros, la amada Alejandría.

¡He tenido que venir tan lejos para comprenderlo todo! En este desolado promontorio que Arturo arranca noche a noche de las tinieblas, lejos del polvo calcinado de aquellas tardes de verano, veo al fin que ninguno de nosotros puede ser juzgado por lo que ocurrió entonces. La ciudad es la que debe ser juzgada, aunque seamos sus hijos quienes paguemos el precio.

En esencia, ¿qué es esa ciudad, la nuestra? ¿Qué resume la palabra Alejandría? Evoco enseguida innumerables calles donde se arremolina el polvo. Hoy es de las moscas y los mendigos, y entre ambas especies, de todos aquellos que llevan una existencia vicaria.

Cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones; el reflejo de cinco flotas en el agua grasienta, más allá de la escollera. Pero hay más de cinco sexos y sólo el griego del pueblo es capaz de distinguirlos. La mercadería sexual al alcance de la mano es desconcertante por su variedad y profusión. Es imposible confundir Alejandría con un lugar placentero […]

 

Novedades en la mesa

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