Finalmente concluyó el publicitado cónclave del G20, que reunió una vez más a 19 países, más la Unión Europea (UE), y que juntos conforman el grupo más “industrializado” del planeta. Nada nuevo en este foro político que pretende la “cooperación y el debate” sobre los temas candentes de la agenda global, sobre todo en las cuestiones económicas y financieras. Como siempre, los líderes mundiales ofrecieron una imagen de pretendida racionalidad y búsqueda de acuerdos, mientras en la calle se registraban violentas manifestaciones.

La reunión se llevó a cabo, el 7 y 8 de julio pasado, en la ciudad alemana de Hamburgo, así que la anfitriona fue la mujer más poderosa del planeta, la canciller, Angela Merkel. En esta ocasión el foro contaba con el morbo añadido de la presencia del polémico presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien cumplió su primera cita en este escenario.

Trump se reunió por primera vez con su homólogo ruso, Vladimir Putin, a quien se le señala una presunta influencia sobre el mandatario estadounidense, incluso se insinúa que tuvo injerencia (Rusiagate) en las elecciones que llevaron al poder al mandatario norteamericano.

Para muchos analistas, el encuentro Trump-Putin, no reveló mayor cosa. Saludos protocolarios y una reunión privada que dieron como resultado un “alto al fuego” en territorio sirio y las declaraciones siempre pertinentes de la buena “química” entre ambos.

El resultado de la cumbre, también dejó mucho que desear. El Grupo de los 20, menos Estados Unidos, ratificaron el Acuerdo de París sobre el cambio climático. En este sentido se evidenció el aislamiento político hacia la administración Trump en esta materia. En el terreno económico no hubo nada nuevo, el proteccionismo que impulsa el mandatario estadounidense sigue en pie, pero también se cuestionan los procesos de la globalización, es decir las dos visiones capitalistas del sistema siguen en tablas, mientras en la calle se aplacan las revueltas.

Cómo se puede ver fue una vez más una cumbre desabrida, aunque alrededor de ella sí se llevaron a cabo encuentros y acuerdos bilaterales con fondo político. Por ejemplo, Trump se dio un baño de masas en Polonia, donde pronunció un encendido discurso en favor de defender la “civilización” y los “valores” occidentales, en contra del “terrorismo radical islamista”. Además, en ese escenario afín acusó a Rusia, de “desestabilizar” a otros países.

Por su parte, la canciller alemana se reunió el cinco de julio en Berlín, con el presidente chino Xi Jinping, para “acelerar” las negociaciones comerciales entre la UE y China. Tres días antes del cónclave en Hamburgo, el mandatario chino también se reunió con el líder ruso en Moscú  y suscribieron acuerdos comerciales que refuerzan sus estratégicas alianzas.

Sin embargo, el cambiante escenario mundial, no se asienta y los viejos problemas estructurales del actual sistema siguen vigentes, peor aún, no se ve cómo pueda cambiarse el actual panorama que mantiene los problemas económicos sin resolver, además del agravamiento en temas como el calentamiento de la tierra, los refugiados y la solución a los conflictos armados. Por el contrario, la seguridad se enfoca para seguir en el armamentismo.

Una cumbre más donde los países poderosos trataron de mostrar músculo político con su nuevos o antiguos aliados. Sin embargo, las divisiones son evidentes y no parece existir voluntad política para resolverlos.