El granadino Pedro Antonio de Alarcón (10 de marzo de 1833-19 de julio de 1891) fue uno de los escritores favoritos del México decimonónico. Periodista, político y viajero, sus libros tuvieron una amplia difusión. Su novela El sombrero de tres picos (1874), que cuenta la historia de la molinera y el corregidor, dejó huella en ballets, operetas y hasta en una película de Joaquín Pardavé. Aquí uno de los capítulos de esa historia.
En aquel tiempo, pues, había cerca de la ciudad… un famoso molino harinero (que ya no existe)… Por varias y diversas razones, hacía ya algún tiempo que aquel molino era el predilecto punto de llegada y descanso de los paseantes más caracterizados de la mencionada ciudad… Primeramente, conducía a él un camino carretero, menos intransitable que los restantes de aquellos contornos. En segundo lugar, delante del molino había una plazoletilla empedrada, cubierta por un parral enorme, debajo del cual se tomaba muy bien el fresco en el verano y el sol en el invierno, merced a la alternada ida y venida de los pámpanos… En tercer lugar, el molinero era un hombre muy respetuoso, muy discreto, muy fino, que tenía lo que se llama don de gentes, y que obsequiaba a los señores que solían honrarlo con su tertulia vespertina ofreciéndoles… lo que daba el tiempo, ora habas verdes, ora cerezas y guindas, ora lechugas en rama y sin sazonar (que están muy buenas cuando se las acompaña de macarros de pan de aceite; macarros que se encargaban de enviar por delante sus señorías), ora melones, ora uvas de aquella misma parra que les servía de dosel, ora rosetas de maíz, si era invierno y castañas asadas, y almendras, y nueces, y de vez en cuando, en las tardes frías, un trago de vino de pulso (dentro ya de la casa y al amor de la lumbre), a lo que por Pascuas se solía añadir algún pestiño, algún mantecado, algún rosco o alguna lonja de jamón alpujarreño.
—¿Tan rico era el molinero, o tan imprudentes sus tertulianos? —exclamaréis interrumpiéndome.
Ni lo uno ni lo otro. El molinero solo tenía un pasar, y aquellos caballeros eran la delicadeza y el orgullo personificados. Pero en unos tiempos en que se pagaban cincuenta y tantas contribuciones diferentes a la Iglesia y al Estado, poco arriesgaba un rústico de tan claras luces como aquél en tenerse ganada la voluntad de regidores, canónigos, frailes, escribanos y demás personas de campanillas. Así es que no faltaba quien dijese que el tío Lucas (tal era el nombre del molinero) se ahorraba un dineral al año a fuerza de agasajar a todo el mundo.

Dejó huella en ballets, operetas y películas.
Novedades en la mesa
El último apaga la luz (Lumen) se anuncia como la edición definitiva de la obra del poeta Nicanor Parra… Cuídate de mí (Plaza y Janés), novela policiaca de María Frisa donde la investigación del crimen está a cargo de dos mujeres audaces… Detective íntimo (Suma de letras) de Carlo Frabetti es una novela de espionaje donde la trama lleva al lector tras las huellas de una novela perdida.