Incontables volúmenes de ensayo y memorias y treinta libros considerados de ficción son el legado del escritor judío americano Philip Roth muerto a los 85 años de edad, venerado por millones de lectores que encontraron en sus páginas su verdad acerca de la sexualidad y la literatura. Del maestro transcribo aquí las primeras líneas de uno de sus numerosos libros autobiográficos, donde se dirige a su alter ego, Nathan Zuckerman, Los hechos, autobiografía de un novelista (Debolsillo 2008) traducido por Ramón Buenaventura.
Mi querido Zuckerman: En el pasado, como bien sabes, los hechos siempre han sido anotaciones rápidas en un cuaderno, manera mía de colarme en la ficción. Para mí, como para la mayor parte de los novelistas, todo suceso auténticamente imaginario empieza por abajo, en los hechos, en lo específico, no en lo filosófico, ni en lo ideológico, ni en lo abstracto. Y, sin embargo, para mi sorpresa, ahora parece que me he puesto a escribir un libro absolutamente hacia atrás, tomando lo que ya había imaginado y, por así decirlo, desecándolo, para de este modo devolver mi experiencia a la autenticidad, a un estadio previo a la ficción. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para demostrar que hay un desfase significativo entre el escritor autobiográfico que los demás ven en mí y el escritor autobiográfico que de veras soy? ¿Para demostrar que la información que extraje de mi vida era, en ficción, incompleta? Si eso fuera todo, no creo que me hubiera molestado, porque los lectores reflexivos, si hubieran puesto el interés suficiente, ya lo habrían averiguado por sí solos. Tampoco es que hubiera necesidad alguna de este libro: nadie me lo encargó, nadie reclamó una autobiografía de Philip Roth. El encargo, si alguna vez existió, se produjo hace ya treinta años, cuando hubo, entre los venerables judíos que me aventajaban en edad, quienes quisieron saber quién era el chico ese que tales cosas escribía.

Una de sus autobiografías.
No, el asunto parece surgido de otras necesidades, y el hecho de enviarte a ti este manuscrito, pidiéndote, como estoy haciendo, que me digas si en tu opinión debería publicarlo, me invita a explicar qué es lo que puede haberme impulsado a presentarme así, en prosa, sin disfraz. Hasta ahora siempre he recurrido al pasado como base de la transformación, de, entre otras cosas, una intrincada explicación que a mí mismo me propongo, de mi mundo. ¿Por qué presentarme sin elaboración delante de la gente, siendo así que, en general, en el mundo no imaginado, siempre me había abstenido de divulgar desnudamente mi vida personal (imponiendo una personalidad televisiva) ante un público serio. En el péndulo de la autoexposición, que oscila entre el mailerismo agresivamente exhibicionista y el salingerismo secuestrado, diría que yo ocupo una posición intermedia, tratando en plaza pública de resistirme tanto al cotilleo gratuito como al pavoneo, sin hacer del secreto y la reclusión un fetiche demasiado santo.
Novedades en la mesa
Supuestamente se trataba de un reportaje acerca de las costumbres sexuales de las parejas que visitaban un motel, y aunque la veracidad de la información se ha cuestionado, El motel del voyeur (Alfaguara) del estadounidense Gay Talese, todos los días conquista lectores atrapados por la historia, verdadera o falsa, del mirón.