Un año hace de la victoria electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador. Un año de cambios en procesos políticos nacionales. Todos construyendo  democracia y alejando los fantasmas del autoritarismo. En la economía y la sociedad se observan estas tendencias. En seguridad pública, destaco su transversalidad con la democracia, pues sin este principio los gobiernos caen en dictadura.

Apreciemos la diferencia con las gestiones neoliberales que se caracterizaron por la persecución de líderes de la delincuencia, lo que creó un ambiente crispado por la violencia sin límite, desconfianza y desesperanza.

Un muerto por acá, otro por allá. Se encarcelaba al “chueco”, al “cojo”, al “flaco”, al “gordo”, a “la Rana”, al “Sapo”, a “la Barbie”, al “ciego” y a un sinfín de personajes, inventados, o no, emblemáticos de una estrategia desarticulada que no creaba convivencia democrática, sino obsesiones por una legitimidad que las urnas y el ambiente electoral les negó a ambos expresidentes.

Hoy se cambia la tendencia. Se fortalecen cuerpos de protección pública renovando los cuadros con jóvenes con la potencialidad para defender la soberanía nacional en cualquier espacio del país, particularmente en las fronteras, siempre sensibles a las ambiciones de países poderosos.

Se integra a más de 200 mil elementos que en forma organizada se ubican en sitios regionales. Se les capacita a partir de una mayor conciencia de los derechos humanos, para hacerlos premisa de su conducta al relacionarse con la sociedad.

Se les educa a ser parte de una estructura articulada con funciones diferenciadas que obliga al uso de armas adecuadas a la magnitud del conflicto o acto delincuencial a que se enfrente cada elemento; incluso, se dota de conocimiento y estabilidad emocional para actuar con prudencia cuando los grupos sociales se manifiesten demandando atención por parte del Estado. A los detenidos por algún delito se les remitirá de inmediato a la autoridad civil más cercana de tal manera que se sujete a un procedimiento jurídico de conformidad a la ley. El deseo es un guardia capacitado para la democracia y seguridad.

Nunca se utilizará la fuerza pública en contra del pueblo, ha dicho el presidente López Obrador, con ese criterio se elimina el espacio que derivaba en actos de tortura, represión o desaparición forzada tan frecuentes en los gobiernos anteriores que inclusive crearon ambientes de guerra sucia contra opositores políticos por el simple hecho de pensar distinto y cuestionar actos gubernamentales viciados por la corrupción.

Esa era de ilegitimidad se pretende cerrar con la Guardia Nacional pues una acción de ésta, al margen de la ley, originaría que no se respetaran libertades fundamentales de la persona y sociedad.

Anteriormente, no había condiciones para desarrollar hábitos democráticos porque el cuerpo de seguridad del Estado estaba petrificado. Mucho menos existía la concepción de que el aparato estatal de protección debe responder necesaria y primariamente a crear y fortalecer ciudadanía.

Ahora, la normatividad está diseñada para que la Guardia Nacional permita alcanzar y modelar el ambiente de paz necesario a nuestro desarrollo democrático en situaciones óptimas. Y a eso nos invita la concepción del Presidente en la búsqueda incansable de democracia.

@Bonifaz49