El pasado miércoles, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, por unanimidad, exhortó a recuperar el camino de coexistencia pacífica que debe prevalecer en todos los modos de vida entre los nacionales estadounidenses y la comunidad mexicana en ambas naciones.
Este llamado es más que oportuno en medio de la tragedia que enlutó a familias, principalmente hispanas, en El Paso, Texas, y en Dayton, Ohio, sucesos en donde, como siempre, se involucraron las armas, el odio y la muerte.
Me uno al exhorto y la posición del Gobierno mexicano para terminar con los discursos de odio y los actos de terror que conllevan.
Sin duda estos impresionantes acontecimientos afectan la relación de nuestro país con Estados Unidos, un vecino con frecuencia incómodo y muy poderoso que presiona para lograr objetivos políticos, no obstante que pueda rebasar límites en los que se debe desenvolver la coexistencia entre naciones.
En fronteras tan intensamente pobladas y llenas de vivencias entre personas de distintas nacionalidades, los acuerdos deben siempre respetarse y no ser materia de conflicto permanente.
Por mencionar algunos, Ciudad Juárez y El Paso, en Texas, son escenarios de espacios fronterizos donde las visiones del nacionalismo deben suavizarse.
No hay otro camino, pues la coexistencia entre dos culturas –la latina y la anglosajona, la mexicana y la norteamericana– están destinadas a vivir juntas y en consecuencia a crear dimensiones de hibridez e integridad donde el racismo no tiene cabida.
Considero pertinente que el exhorto que hicieron las Cámaras del Congreso mexicano cuestione la flexibilidad y el abandono de una política necesaria que controle la venta de armas.
Al contrario de lo que piensa la asociación del rifle en Estados Unidos, considero que la venta de armas sin control es un motivo que conlleva a estos acontecimientos, principalmente por aquellos que, embriagados por ese discurso de odio emitido por sus gobernantes y transmitido en todos los niveles sociales, incide en el racismo.
Por eso, concuerdo con la tesis del canciller mexicano, Marcelo Ebrard: No se puede actuar como si no hubiera sucedido nada y la vida de las personas no tuvieran el valor humanitario que deben tener por el simple de ser eso, seres humano.
La supremacía entre las razas es un imaginario que propicia violencia y sentimientos de rechazo hacia el otro con el que necesariamente debe haber coexistencia y compartimento de espacios y territorios, de lenguajes, de tradiciones.
Considero que el exhorto citado de México se sitúa en la dimensión de prudencia en los lazos de diplomacia que siempre deben prevalecer en las relaciones entre naciones y estados libres que viven circunstancias y fenómenos similares como es el movimiento migratorio.
Creo que es oportunidad para que el Gobierno mexicano establezca una pauta de reacomodar la armonía bilateral basada en principios, tales como la defensa y protección de la vida humana como derecho humano universal, que es puesto aquí en duda; y la defensa de los nacionales que ahora se ven afectados con las medidas derivadas del discurso de odio hacia lo que no sea norteamericano.
@Bonifaz49