Como parte de un documental del cineasta Miguel Gleason y de la empresa MUESART, el pasado día 8, atrás de la Iglesia de Jesús Nazareno, en el centro histórico de la Ciudad de México, el mexicano Federico Acosta y el italiano residente en California, Ascanio Pignatelli, se abrazaron donde sus respectivos antepasados en línea directa, Moctezuma Xocoyotzin y Hernán Cortés, hicieron lo propio hace cinco siglos. Anecdótico, este evento teatralizó un hecho relevante para la historia patria.
Este inédito abrazo estimula la memoria sobre la conquista, la cual tuvo como antecedente el viaje colombino y el encuentro de dos mundos, semilla que se tradujo en el proceso irreversible de mestizaje y sincretismo del que nació México. Tal y como ha sucedido a lo largo de quinientos años, esos acontecimientos generan hoy emociones y enfoques disímbolos acerca de los argumentos invocados por cada una de las partes, ya sea para acometer la empresa conquistadora o para descalificarla por la secuela de dolor y tragedia que trajo a los conquistados.
Pero hay más; en un mundo de luces y sombras, existen también tonalidades que vinculan a nuestro país, como actor central, con la primera globalización. Para la cultura occidental de los lejanos siglos XV y XVI, a manera de milagro, el Nuevo Mundo y México aparecieron súbitamente en el centro de las cartografías de la época y en el imaginario colectivo del Viejo Continente. De entonces a la fecha, sucesivos procesos de intercambio de todo tipo acreditan la trascendencia de estos hechos fundacionales y su impacto en la historia de la humanidad y su cosmovisión.
Para el mundo tardomedieval y en la antesala del Renacimiento, Cortés y Moctezuma, sin habérselo propuesto, se maravillaron mutuamente y detonaron una nueva reflexión sobre el hombre y su entorno. Ambos, defensores de los intereses de sus respectivas causas, símbolizan el origen de identidades inéditas, que desde entonces ya no son ni indias ni españolas, sino originales, primero novohispana y con el correr del tiempo, mexicana. No obstante, ante esta afirmación, es oportuno matizar, ya que muchos pueblos originarios de lo que hoy es México solo fueron pacificados y nunca conquistados, lo que les permitió preservar idioma, usos y costumbres ancestrales.
Entre otros relevantes pensadores, José Vasconcelos y Octavio Paz sostienen que México es resultado de la mezcla de conquistadores y conquistados. En las fuentes antiguas, esta afirmación se dibujó de forma insólita, incluso en la novela de El Quijote de la Mancha. Fue precisamente Miguel de Cervantes Saavedra quien, en su magistral obra, aludió a Cortés como el autor de un retorno imposible, al ordenar la barrena de los navíos que podrían haberlo devuelto, junto con sus hombres, a España. Visto así, el abrazo de Acosta y Pignatelli es testimonio actualizado del “conquistador conquistado”, de un gesto cinco veces centenario del que primero nacerían indios hispanizados y españoles indianizados; del que finalmente surgió México, con su férrea identidad y original cultura.
Internacionalista.