Casi al cierre de este año se firma el acuerdo adicional del tratado comercial entre Estados Unidos, Canadá y México. Se denomina T-MEC y sus antecedentes fueron el Tratado de Libre Comercio entre esos países llamado TLC. Antes de éste, fue eje el sistema generalizado de preferencias y la negociación era producto por producto. Funcionaba el mecanismo de cuotas y un control extremo de parte del gobierno estadounidense que determinaba cantidad y calidad de la producción que accedía a su territorio.

El TLC apareció cuando en el mundo surgieron los bloques de comercio regionales con la égida de un mercado dominante. Es el caso de la Unión Europea aunque hoy socavado por el Brexit inglés; China y su expansión hacia el mundo a partir de la zona del extremo oriente; Japón por su poderío en microprocesadores que se comercializó también en todo el orbe; el  Mercosur formado con Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay; después surge el BRICS (Brasil, Rusia, India y China y Venezuela).

Posteriormente, surge la estrategia de ampliación comercial y financiera por parte de Rusia originando una guerra geopolítica para obstruir esa estrategia rusa y ahora incluye a China cuyas desavenencias con los estadounidenses desestabilizan la economía mundial en la actualidad.

Con este ambiente de bloques comerciales, disminuye el crecimiento de Estados Unidos y su dominio ejercido al terminar la Segunda Guerra Mundial. Su déficit financiero colosal no parece revertirse. Ello, ha llevado al debilitamiento de la organización mundial de comercio (OMS) al bloquear la elección de dos de los jueces de su tribunal de controversias.

En este marco, la existencia del T-MEC es interesante si atendemos a los intereses de EUA. El viejo adagio de “América para los americanos” ha sido el criterio seguido por el poderoso vecino de los mexicanos para mantener bajo su conducción el comercio regional y afianzar, de ese modo, sus expediciones constantes en la conquista de mercados de materias primas en otras regiones.

El ejemplo del petróleo es muy ilustrativo al respecto y la operación geopolítica económica que despliega EUA en la geografía árabe es muestra de ello. No podemos dejar de lado que el comercio con ese imperial país representa el 79 por ciento de las exportaciones totales mexicanas.  Nuestro país, a la vez, es el tercer socio comercial de Canadá.

Así, con la firma del T-MEC se mantiene la oportunidad siempre creciente de potencializar relaciones entre los tres países firmantes. Hay, sin embargo, nuevos campos  en la implementación de la agenda. El asunto del aluminio es uno de éstos y pensamos de inmediato en las partes que componen gran porción de los automóviles que se producen en el país.

El concentrar en el T-MEC el 70 por ciento del origen de este producto afectaría sin duda el desarrollo de la industria del automóvil en México por el origen de este producto en los países matrices de estas empresas ubicadas particularmente en Japón y Europa. El aspecto de los arreglos en materia de salarios es otro de los asuntos que puede ser visto como oportunidad pues también podrían surgir modalidades de protección y desarrollo de los connacionales empleados en el país del norte. Hay, entonces, nichos de opciones con buenas expectativas además de posibilidades de acrecentar inversiones en México.

@Bonifaz49