¡PARA TODAS LAS QUE YA NO ESTÁN.
POR TODAS LAS QUE SIGUEN EN PIE DE LUCHA
POR TODAS NOSOTRAS
NI UNA MÁS
NI UNA MENOS
NOS QUEREMOS VIVAS!
Es innegable que en México vivimos en un contexto generalizado de violencia, pero sobretodo que vivimos en un contexto generalizado de violencia contra las mujeres, cuya expresión más extrema es la violencia feminicida (que no distingue edad, condición social, económica o de educación, que no se frena ante la inocencia de las niñas y adolescentes). ¡México es un país feminicida!
Desafortunadamente se suma a este desasosiego el innegable hecho de que frente a este contexto generalizado de violencia las autoridades de los tres niveles de gobierno permanecen prácticamente ausentes y omisas. ¡México es un país indiferente!
Así nuestra realidad, así la realidad para nuestra niñas, nuestras adolescentes, nuestras mujeres: ¡México es un país feminicida e indiferente!. Es un país gobernado por un mesías machista y misógino que desde el púlpito de Palacio Nacional día a día nos deja en claro la falta de sensibilidad hacia la compleja situación de violencia para las mujeres mexicanas. Que con su simpleza nos evidencia el absoluto desconocimiento del tema cuya atención debería ser prioritaria. Porque el papel del gobierno no es ni deber ser pontificar frente a las cámaras o redactar absurdos decálogos moralistas y cargados de estereotipos de género. Lo que debe hace es impartir justicia, generar políticas públicas y efectivas para asegurar que las mujeres (niñas y adolescentes incluidas) puedan verdaderamente VIVIR UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA, que puedan caminar libres por las calles sin ser acosadas, vejadas, ultrajadas, violadas o asesinadas por el solo hecho de ser mujeres.
Nuestras autoridades no se dan cuenta de la urgente necesidad de capacitar para investigar, juzgar y sancionar con perspectiva de género; de la absoluta necesidad de generar de manera inmediata una política real de prevención y atención a la violencia de género impulsada desde el ejecutivo federal para que llegue hasta el municipio más recóndito del país. Es necesaria la formación, comprensión y acción efectiva para garantizar la vida e integridad de todas las mujeres y con ello restaurar el tejido social que cada día se rompe y vulnera. Esto no se resuelve negando o trivializando el problema, no se resuelve con abrazos, ni con empatía, mucho menos con un “decálogo”. Se requieren acciones congruentes, reales y eficaces que garanticen y hagan realidad en México el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.
Sin embargo, cada vez es más evidente la falta de voluntad política para poner en primer lugar de la agenda pública la atención a la violencia de género y sobretodo al delito de Feminicidio, que de acuerdo a datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública se incrementó 137.5 por ciento en los últimos 5 años.
Hacer un recuento de todas las mujeres que nos faltan, de todas las que ya no están, de todas las que han sido víctimas de feminicidio en este país es imposible. Las cifras hablan de 10.5 feminicidios al día. Lo dicen las cifras “oficiales”, y seguramente la cifra es mucho mayor si pensamos en todos los casos que no se denuncian, o que no se investigan como feminicidios, o que no se clasifican como tal. Tan solo mencionar la cifra es desgarrador, pero lo es mucho peor si pensamos que eso significa que cada día se dan cuando menos 10 historias desgarradoras donde una mujer, una joven, una niña es víctima de violencia feminicida, es víctima de crímenes horrendos e inenarrables.
No han transcurrido ni dos meses en este 2020 y “todo lo que va del año” ha sido verdaderamente terrorífico para las mujeres (incluidas las niñas y adolescentes) en este país. Y esta violencia contra las mujeres es tan grave que como sociedad nos obliga a cuestionarlo todo, a destruirlo todo para poderlo reconstruir. Porque es algo que va mucho más allá de lo público, pues muchas de las mujeres víctimas de feminicidio son agredidas por sus parejas, por aquellos hombres que dicen amarlas.
La violencia contra las mujeres es estructural y si bien como se ha mencionado la violencia feminicida es la manifestación más extrema del abuso y la violencia hacia la mujer, no se debe perder de vista que se produce como consecuencia de cualquier tipo de violencia de género como pueden ser las agresiones verbales (que no piropos), las agresiones físicas, el acoso y el abuso sexual en todos los espacios (públicos y privados, académicos y laborales), la mutilación genital, la violación, la maternidad forzada incluso los típicos cuestionamientos como ¿porqué salió de noche y sola?, ¿cómo iba vestida?, y un amplísimo etcétera que nos ha obligado a los propias mujeres a normalizar la violencia cotidiana que hemos experimentado desde la niñez y hasta la edad adulta.
En México las mujeres normalmente acabamos normalizando los cientos de miradas obscenas, frases lascivas, exhibicionismos y tocamientos de que somos víctimas cuando menos desde la adolescencia, de la cual somos víctimas por el solo hecho de ser mujeres. Es evidente que las mujeres no somos una prioridad para el gobierno en turno (y nunca lo hemos sido) . No podemos siquiera pensar en vías bien iluminadas, todas las autoridades nos revictimizan, las instituciones públicas (todas) parecen desconectadas de la realidad.
Es urgente una política de reeducación con estrategias que sirvan para prevenir todas aquellas agresiones contra las mujeres que en su fase más grave terminan en feminicidio. Basta de pensar en educar a las niñas para cuidarse de los potenciales agresores, basta de privarlas de sus libertades más básicas. Hay que pensar mejor en educar a los niños, a los hombres a no ser agresores. Basta de impunidades machistas.
Es urgente tomar acción. Es urgente alzar la voz y obligar a las autoridades a ser responsables y construir una política integral con perspectiva de género para combatir el feminicidio en México. Es urgente implementar las estrategias de prevención a la violencia feminicida en nuestro país.
Las políticas de este gobierno han hecho todo lo contrario; pues no solo no se han impulsado políticas publicas que concilien trabajo y familia o que permitan el empoderamiento de la mujer; sino que además; presupuestariamente hablando, han eliminado, modificado o recortado todos los programas que pueden contribuir a que las mujeres se desarrollen en un plano de igualdad e independencia económica, así ha pasado con el programa de estancias infantiles, el programa de albergues para mujeres víctimas de violencia doméstica, el programa de escuelas de tiempo completo, cancelaron la línea que coordinaba la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra la Mujer (CONAVIM) y que daba asistencia legal y psicológica a mujeres víctimas de violencia, etcétera.
Hemos escuchado además ideas como incrementar las penas por el delito de feminicidio, siendo que esto no es un remedio eficaz. En realidad no necesitamos más populismo punitivo. Mientras no se investigue, consigne y sentencie a los feminicidas no se arreglará nada aumentando las penas a más de 1,000 años de prisión. Pero además, necesitamos erradicar el clima de discriminación y violencia contra la mujer que cuando menos de manera indirecta se relaciona con los feminicidios.
Y, si con el pleno conocimiento de esta desgarradora realidad se siguen atreviendo a pedirnos a las mujeres que guardemos las formas, que seamos educadas, que no cerremos las calles, que no estorbemos, que por favor “no vayamos a pintar las puertas de Palacio Nacional” desde este espacio les digo que estamos ardiendo de rabia y coraje, estamos furiosas y dolidas; y precisamente por eso no nos vamos a callar nunca más. Y vamos a luchar por nosotras mismas, por nuestras hijas, hermanas y madres, pero sobretodo por quienes (como Ingrid, como Abril, como Valeria, como Mariana, como Fátima y tantas más ) ya no están aquí para hacerlo y por las que vienen después. Y lo vamos a hacer hasta que logremos hacer realidad nuestros derechos. Hasta que podemos vivir una vida libre de violencia.
¡Basta de indolencia, basta de frivolidad señor Presidente!. ¡No son provocaciones neoliberales! Son mujeres, son niñas y adolescentes. A ver si entiende: SON PUEBLO. Son realidades que lastiman. Y si se enoja señor Presidente, mucho mejor, tal vez así entienda que las mujeres estamos furiosas y hemos decidido alzar la voz para nunca más guardar silencio. La violencia contra las mujeres tiene que acabar. Basta ya de discursos huecos y machismo instituciuonalizado.
Aquí estamos y vamos a salir a las calles y vamos a gritar, vamos a exigir que las autoridades hagan su trabajo, que se respeten nuestros derechos cueste lo que cueste. Y nos somos pocas, somos más de la mitad del país. Somos las mujeres y es precisamente el género lo que hoy nos une porque la violencia de género y el feminicidio nos afecta a todas.
Y si el Presidente no entiende, hago un llamado a todas las valientes mujeres que creyeron en su proyecto, que lo apoyan, que forman parte de su equipo que le digan que así no va la cosa, que no puede seguir culpando al neoliberalismo del feminicidio y la violencia de género; pero sobretodo hago un llamado para que contribuyan desde sus propios espacios a impulsar una verdadera política pública integral con perspectiva de género que sirva para garantizar de una vez por todas el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia.
¡JUSTICIA PARA TODAS! NI UNA MÁS! NI UNA MENOS!