En los últimos días hemos visto un acontecimiento de especial significado en la vida política y social. Cito protestas masivas en distintos estados de la Unión Americana con motivo de la muerte de una persona de color a manos de un policía ante la población civil presente que le invita a que no siguiera con su acto de represión.
El dramatismo de la muerte de George Floyd, de origen afroamericano, ha liberado expresiones de distintas raíces étnicas y las propias de origen blanco americano que sienten perder el ideal del respeto de los derechos universales que debe tener cualquier persona.
El asunto se agrava pues no intervienen los compañeros del agente, que se encontraban presenciando la muerte de Floyd. Surge la indignación social en 140 ciudades norteamericanas. Algunas interpretaciones se asocian al gobierno encabezado por Donald Trump con su personalidad imperativa autoritaria. Amenaza con invocar la ley de insurrección bajo el supuesto de que los gobernadores donde hay protesta social no convocan a la Guardia Nacional para reprimir la manifestación.
Parece que el presidente piensa en su campaña electoral y pasa la decisión de represión a los estados de la Unión Americana hoy bajo presión. La actuación de Trump vive una fase de psicosis singular ante el rechazo de su propio secretario de Defensa de aplicar esa ley pues aún no se está en circunstancias de urgencia extrema.
Los estadounidenses sienten que le pisotean su vida de realización ciudadana que se vincula con el espacio público como sede de un llamado de atención a un gobierno que tiene policías que actúan sin límites institucionales para controlar el uso de la fuerza y, por lo tanto, la utilizarán en sucesivas circunstancias en contra de cualquier otra persona de esa sociedad.
La función de protección del estado se diluye, pero genera catarsis social y ansiedad individual. Ahí se ubica la concepción de derechos que un ciudadano sabe defender y proteger ante los excesos del poder público. Pero hay visiones que observan un carácter racista en la muerte de George Floyd.
La sociedad multiforme norteamericana se manifiesta con este acto de lesa humanidad pues el trato dado a una persona fue el mismo que se da a un animal. Eso es trata de personas. No el sentir de un humano en otro humano, que debe pensar que el daño que cause a esa persona por el poder que se tenga; al ser parte de una fuerza policial, debe estar moderado por él mismo, al tratarse de un ser igual que él, que tiene necesidad de prexistir en conglomerados sociales protegidos por el estado.
Ese es el sentir social que genera la protesta en las calles que tiene que ver con el requerimiento de hacer justicia y que los aparatos de gobierno se ajusten a lo que dicen las normas y no dejar que el asunto termine con la liberación del agente. Justicia como derecho de la persona.
La moderación también es obligada en los jefes de gobierno y ese vacío que presenta Trump genera más incertidumbre. Ojalá se tome el rumbo de la estabilidad readecuando esa relación entre estado y sociedad de manera prudente y con la sensatez que la circunstancia obliga. Sería una buena señal para la humanidad, hoy urgida de simbolismos que le den anuncios de que su espacio vital se perfila a escenarios importantes de bienestar.
@Bonifaz49