“Los comunistas no hemos construido nada duradero: ni un sistema económico, ni colectividades humanas, ni ética ni incluso estética Hemos querido dar cuerpo a las más altas aspiraciones humanas y hemos dado a luz monstruos históricos”, escribe Paul Noirot en su libro La mémoire ouverte (1976); apresado y deportado al campo de Buchenwald, donde fue obligado a trabajar como ingeniero mecánico para los alemanes y, después de azarosas peripecias, fue liberado por un convoy estadounidense en 1945. Dirigió una revista abiertamente antiestalinista, por lo que fue expulsado del partido; poco después fundó Politique Hebdo.
Su opinión no es la de un espectador, un “diletante”, ni mucho menos un “fifi”.
Ante las cartulinas exhibidas por marchistas contra el presidente Andrés Manuel López Obrador: Fuera Comunismo de México, muchos “post” en las redes con semejante insensatez y las respuestas similares de ciertos “ideólogos” o simples lambiscones del gobierno de la llamada Cuarta Transformación, pareciera conveniente asomarse, aunque sea muy inicial y someramente a las “razones” o “causas” que producen esas primitivas expresiones, tanto los que usan los más vulgares “argumentos” anti comunistas, como ciertos ex comunistas para definirse y exigir a todos “definirnos” ante el gobierno actual.
Escribo algunos comentarios derivados de mi militancia comunista (1963-1981) compartiendo algunas reflexiones de pensadores que también tuvieron militancia comunista.
Tengo una relación biográfica con el tema que trato. El pasado de una ilusión: para recuperarlo sólo tengo que volverme hacia aquellos años de mi juventud en que fui comunista, entre 1949 y 1956. La cuestión que hoy intento comprender es inseparable, pues, de mi existencia. Yo viví desde dentro la ilusión cuyo camino trato de remontar hasta una de las épocas en que era la más difundida. ¿Debo lamentarlo en el momento en que escribo su historia? No lo creo. A 40 años de distancia juzgo mi ceguera de entonces sin indulgencia, pero sin acrimonia. Sin indulgencia, porque la excusa que a menudo se encuentra en las intenciones no redime, en mi opinión, de la ignorancia y la presunción. Sin la acrimonia, porque este desdichado compromiso me ha instruido. Salí de él con un esbozo del cuestionario sobre la pasión revolucionaria, vacunado contra la entrega seudo religiosa a la acción política.
El Pasado de una Ilusión. Ensayo sobre la idea comunista del siglo XX. Francoise Furet, 1995: p.13.
Narrar desde dentro de este mundo tan complejo tiene sus ventajas y sus desventajas. Tiene la virtud de hacerlo desde el conocimiento directo. No desde afuera. No desde la superficie. En esa medida hablo con desgarramiento, con dolor, con pasión, con emoción, con amor; pero también tengo la desventaja de estar totalmente tatuado por toda esa historia de entrega y la valentía de los militantes de antes y contrasta con la actual mezquindad y el afán de poder, incluso de algunos sobrevivientes de aquella etapa de lucha.
Los límites que no tienen límites de un sueño que confunde a veces su propio instinto de poder con las motivaciones profundas de la transformación, de la Revolución.
¿Dónde está la frontera entre Revolución y dictadura?.
Cuando estamos viviendo una decadencia política tal, que políticas abiertamente promotoras de un modelo “neoliberal”, como lo son todos los recortes y a ellos sumamos las crecientes concesiones a los grandes capitales, al gobierno de Estados Unidos y la militarización continua, resulta grotesco llamar comunista al gobierno de López Obrador.
Sin embargo, no sirve aplicar una política de avestruz.
La palabra comunista está asociada a regímenes totalitarios, dictatoriales.
En los países del llamado socialismo realmente existente, se realizaron crímenes de Estado contra millones de personas, muchos de ellos militantes comunistas, algunos de los cuales morían escribiendo con su sangre en las prisiones “Viva el socialismo, Viva Stalin” o “aceptaban” haber traicionado a la “revolución” como lo hizo el General Arnaldo Ochoa en Cuba o “confesando” sus “desviaciones capitalistas” como Artur London en Checoslovaquia.
Ese desprestigio lo usa la derecha más primitiva para alarmar a las capas medias y utiliza los casos de Cuba y Venezuela como “objetivos verdaderos” que oculta el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Se hacen eco de esos “argumentos” algunos empresarios, antiguos “líderes de opinión” vinculados al viejo régimen priista e incluso unos cuantos intelectuales liberales.
Curiosamente tanto esos críticos, como sus partidarios ex izquierdistas, omiten las “alianzas” sistemáticas de AMLO con los grandes capitales, que se traducen en canonjías, contratos, concesiones para los más prominentes de sus personajes como Ricardo Salinas, cada vez más Carlos Slim, empresas transnacionales como ICA y muchos otros que están debajo de la punta visible del iceberg.
Lo que es cada vez más conocido es el fenómeno de la corrupción en el gobierno de AMLO.
La cual no se limita a las viejas y conocidas figuras procedentes del PRI, como Manuel Bartlett como personaje emblemático —porque se requeriría un volumen de varios centenares de páginas para incluirlos a todos— desde los niveles medios hasta los más altos en todo tipo de chambas en el gobierno federal, los estatales, los municipales; las diversas instituciones para estatales, el Congreso de la Unión y los 32 locales, muchas Universidades, los Canales del Estado, la Radio, la Agencia Notimex y en cada “espacio” de poder.
A todos esos priistas, también a destacados panistas; hay que agregar a los que fueron militantes de las izquierdas, en un abanico que abarca al PCM, el maoísmo, el trotskismo y el resto de ese árbol genealógico con todas sus ramificaciones.
Personas, familias y militantes que tuvieron trayectorias de mucho tiempo e incluso de mucho compromiso, están ahora formando parte del Estado y sus aparatos. Quizá una buena parte de manera genuina, convencidos de que con el triunfo de AMLO y Morena se ha consumado un gran paso hacia la “transformación” del país.
No tardará en saberse cuántos de esos militantes de las izquierdas están sufriendo un proceso de decadencia y corrupción, como ocurrió en Venezuela.
El nepotismo, la protección de actos de corrupción o las operaciones irregulares de recursos públicos, de antiguos comunistas o descendientes de ellos, aparecen cada día en la prensa.
La cuestión no es meramente anecdótica. No es un asunto “meramente personal” Es un fenómeno estrechamente ligado a una concepción, una cultura, un pensamiento hegemónico que desvirtuó los ideales socialistas y comunistas; que lo condujo a su fracaso estrepitoso. Sin que el “imperialismo” tuviese necesidad de disparar un solo tiro.
Sin hacer una profunda ruptura con ese pasado “comunista”, reconvertido ahora en abyección al gobierno de AMLO, seguirán ocurriendo estafas.

