Ser anti yanqui ha sido durante mucho tiempo y para muchos, equivalente a tener una postura política o incluso una ideología “progresista“ o de izquierda. Muchos socialistas y comunistas consideran como signo identitario ser anti yanquis.
Como señala lúcidamente Francoise Furet “el odio a los Estados Unidos da una proyección universal al odio al capital, sólo que éste encono ya no tiene como correlato privilegiado la adoración o la imitación de la URSS”.
No comparto esa postura brillantemente descrita por Furet, porque es casi religiosa. Aunque mi generación se “formó” con esa “cultura” anti imperialista o anti yanqui.
Además, en el caso de México y los mexicanos “hay muchos agravios” que vienen de mucho tiempo atrás, como le dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador a su “amigo” el presidente de los Estados Unidos Donald Trump. Omitiendo, por cierto, cualquier mención a las condiciones de los migrantes mexicanos en los Estados Unidos y no se diga a los del Triángulo Norte de Centroamérica, Venezuela, Cuba y de muchas otras partes del Continente y del mundo, ante quienes aplica la “receta” de Trump de “sellar” nuestras fronteras, por medio del uso represivo de la Guardia Nacional, quizá por ello Trump dijo que AMLO es “un gran presidente“ y “que es un profundo honor tenerlo como amigo”, a pesar de que “hubo gente que apostaba a lo contrario”.
Resulta inexplicable, que el ahora presidente mexicano que: “En marzo de 2017, Andrés Manuel López Obrador, viajó a Washington para denunciar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ‘las racistas políticas de Donald Trump’”, ahora actué exactamente al revés.
Esta cita la recupero de un excelente artículo de Teresa Gurza, publicado el mismo día de la visita de AMLO, a la Casa Blanca, en el periódico El Heraldo de Saltillo.
Ésta desconcertante actitud, provoca el justo rechazo de los mexicanos que viven y trabajan en territorio de los Estados Unidos de América, 38 millones según el presidente mexicano y 34 millones según el estadounidense.
Dos líderes de esos “mexicanos que viven en el Norte de México”, Marta Sámano, líder comunitaria de California, y Carlos Arango de Chicago, declararon en éstos días previos al encuentro Trump-López Obrador, lo siguiente: “El presidente Andrés Manuel López Obrador no se reunirá con los líderes migrantes para abordar los temas que ocupan a millones de mexicanos en el exterior. Y con ello, se pierde la oportunidad de mostrar ‘el músculo’ político de los connacionales en Estados Unidos: 32 millones de votantes que podrían inclinar la elección en noviembre”.
Todo lo anterior, puede ser parte de algo que está presente en un interesante análisis de Ugo Pipitone, intelectual marxista mexicano de origen italiano, publicado apenas el 1 de junio de éste año de la pandemia: “Además del coronavirus, los de siempre: una clase política sin sentido institucional, un Estado disfuncional y alérgico a los contrapesos democráticos, unas fuerzas del orden penetradas por una criminalidad que ha hundido el país en la barbarie, una sociedad entre las más desiguales del mundo”.
Para llamarle pan al pan y vino al vino, la visita de AMLO a Washington, es un episodio más de un estilo de gobernar cada vez más delirante y esquizofrénico.
Solamente asi puede uno tratar de “entender” las siguientes palabras de AMLO, “fallaron los pronósticos , no nos peleamos, somos amigos y vamos a seguir siendo amigos”. Éstas palabras pronunciadas antes del inicio de la “cena de trabajo” en la Casa Blanca, donde el presidente mexicano estuvo acompañado por una buena parte de los que antes acusó de ser “la mafia del poder”, algunos de sus invitados al viaje: Carlos Slim (Carso), Ricardo Salinas (Azteca) , Bernardo Gómez (Televisa), Carlos Bremer (Value), Carlos Hank (Banorte), Daniel Chávez (Vidanta), Olegario Vázquez (Ángeles e Imagen) y Miguel Rincón (Biopapel), éste último es compadre del presidente.
En muchos otros casos el presidente tiene un “doble discurso”, sus arengas cotidianas y furiosas contra el neoliberalismo, son la máscara de sus políticas económicas, que tienen al país situado en una crisis, ante la cual solamente aplica con ortodoxia religiosa los paradigmas del “pensamiento único“ del Consenso de Washington.
Un presidente cada vez más “enamorado” de sí mismo y viviendo una realidad que construye día a día, mediante una palabrería que celebran y reproducen sus “voceros”, sus “periodistas” a modo y que ahora además tiene el aval y la complicidad de uno de los racistas y demagogos más dañinos para el planeta, sus propios compatriotas y los nuestros.
Carlos Arango, veterano activista del 68 mexicano y de la defensa de los derechos de los mexicanos “del Norte de México”, comentó que “desde Palacio Nacional llama ‘héroes’ a los connacionales que mandan miles de dólares en remesas, pero cuando se trata de hablar sobre dar beneficios, de ayudar a mejorar la existencia de los migrantes en Estados Unidos, especialmente los desempleados en este momento, nada”.
La distancia entre la vida en Palacio Nacional y la inmensa mayoría de los mexicanos, incluyendo a quienes votaron por él hace dos años y lo siguen venerando, está convirtiéndose en una pesadilla cada día peor.
Es muy inquietante lo que nos dice Ugo Pipitone “Y, para completar el cuadro, una sociedad civil apocada, aturdida por décadas de manipulación corporativa y cíclicamente disponible a aclamar el presidente de turno. En fin, lo suficiente para entregarnos a la desesperanza que este país llegue algún día a ser algo distinto a lo que es y ha sido.
“Creímos que liberarnos del PRI habría abierto nuevos horizontes, pero, desde inicios del nuevo siglo, hemos descubierto que el asunto no era tan sencillo”.
Es imperioso dejar atrás todo tipo de pensamiento religioso. No será posible afrontar los desafíos si no detenemos la decadencia política, intelectual, moral y cultural, que se expresa en gritos como los de los simpatizantes de AMLO en Washington, “es un honor estar con Obrador”, y la de sus adversarios, “fuera comunista”.
Con esos gritos histéricos, solamente se profundizará la decadencia.
No debe intimidar a quienes estamos buscando cambiar está sociedad tan cruelmente desigual, opresiva y crecientemente destructiva del planeta mismo, el linchamiento de los fanáticos de un gobierno ineficaz y antipopular que califica a todos sus críticos como conservadores. Los patos le disparan a las escopetas.