La encrucijada
Este 7 de septiembre iniciará formalmente el proceso electoral federal. Las actividades para la decisión popular sobre la próxima integración de la Cámara de Diputados abren ruta para los comicios que habrá también en todo el país para renovar, al menos, la integración de un órgano de representación popular en el ámbito de las entidades federativas.
La pretensión del presidente Andrés Manuel López Obrador para construir una nueva hegemonía con base en el Movimiento de Regeneración Nacional (MRN) que fundó, es un riesgo real para la convivencia democrática del pluralismo político de México, al grado de surgir y refrendarse en distintos espacios de la vida nacional la pertinencia de que las minorías en la oposición dialoguen y concierten estrategias y propuestas para erigirse en un contrapeso funcional auténtico al poder presidencial y su vocación centralizadora, mediante la obtención de la curul 251 en la próxima legislatura de la Cámara de Diputados.
En la polarización política promovida desde Palacio Nacional entre la opción del lopezobradorismo y quienes no se adecuen con esos planteamientos y decisiones, la narrativa presidencial es clara y está dirigida a partidarios y beneficiarios de los programas sociales del Gobierno Federal. No hay todavía, en cambio, nitidez en la narrativa de las oposiciones, e incluso la centralidad en la estrategia de la administración de las conferencias matutinas del Ejecutivo Federal -así se tergiversen hechos y datos o falten conceptos y substancia-, propicia la expansión de una percepción: la debilidad, cuando no la desaparición de las oposiciones.
En todo caso, la posibilidad de lograr el objetivo de recibir votos y alcanzar triunfos en los comicios mencionados requiere una estrategia electoral, en la cual parece afirmarse el ingrediente de la demarcación territorial del cargo: la entidad federativa, el distrito electoral federal o local y el municipio o la alcaldía, en el caso de la Ciudad de México. Las postulaciones adecuadas en escenarios complejos donde se desarrollaron bipartidismos locales entre opciones que hoy son adversarias al MRN, son el reto real para construir entendimientos y, tal vez, alianzas.
Y desde luego resalta la relevancia del mensaje para ir en pos de la voluntad ciudadana, considerándose a quienes habrán de dirigirse: aquellos que están convencidos de la virtud de los contrapesos al Ejecutivo Federal y aquellos que han sido simpatizantes, pero resienten el fracaso de la gestión iniciada el 1 de diciembre de 2018.
Escuchar el texto leído por el Ejecutivo Federal con motivo de la presentación de su segundo informe al Congreso de la Unión, parece reiterar la invitación a la articulación del mensaje para los comicios de la Cámara de Diputados con base en la notoria falta de resultados de la presente administración federal. El triunfalismo del presidente López Obrador alienta a la confirmación de que habita en una realidad paralela a la que existe para la mayoría de las familias mexicanas.
Ya no es sólo el señalamiento de las insuficiencias y los rezagos en los cuales se recibieron las instituciones públicas en el poder ejecutivo de la Unión y su uso como explicación-pretexto sobre la ausencia de resultados, sino la cita de ciertas políticas públicas como la panacea. Por ejemplo, no disponer medidas para evitar pérdida de empleos en la pandemia, porque la derrama de prestaciones en efectivo a los beneficiarios de los programas sociales reactivará la economía con base en el gasto de la población más vulnerable; o asumir el incremento de las remesas de los trabajadores migratorios como un éxito gubernamental y no como la confirmación de la falta de apoyo del Ejecutivo en México a quienes han perdido trabajo o ingresos, y los apoyos estadounidenses para atemperar los efectos de la crisis económica de las medidas de mitigación y contención ante el nuevo coronavirus.
En mucho el discurso gubernamental ha referido lo que se propone hacer, lo cual es válido en el inicio de la gestión; menos ha hablado de lo que se hace -salvo los programas sociales y de obras emblematizadas-, y mucho menos se habla de objetivos concretos; los de seguridad pública son prueba de ello. En cambio, mucho se ventila la opinión -pocas veces informada- del Ejecutivo sobre cualquier asunto. Y de lo que no se habla es de la tarea de gobernar y de alcanzar metas evaluables.
Si bien el porcentaje de aprobación que obtiene el Ejecutivo de la Unión en las principales encuestas de opinión muestra el descenso ocurrido entre la toma de posesión y el mes de agosto último, su nivel es alto y mayor al porcentaje de quienes lo desaprueban. Sin embargo, en la valoración del desempeño de la administración a su cargo hay rubros -válidos e importantes- donde la cuenta es negativa.
Es, con mucho, el saldo de los efectos de la emergencia sanitaria y sus consecuencias económicas y sociales en un contexto de medidas pre-covid 19 que generaron incertidumbre económica, pero que se agravó por una cadena de equívocos: subestimar la urgencia de iniciar las medidas de auto-confinamiento; colocar como indicadores la disponibilidad de espacios hospitalarios sobre la atención y la vida de las personas; olvidar el desmantelamiento de acciones pasadas a favor de las familias cuyos padres trabajan y del acceso a servicios de salud; jugar al agorero con el cinismo de quien cuantifica decesos como pronosticar las variaciones del clima y rebasar el propio escenario catastrófico, e ir al necesario reinicio de las actividades económicas sin la preparación y los elementos de apoyo indispensables para trabajadores y empresas, pero confiados en que los sectores social y privado harían lo propio.
El discurso de las oposiciones tiene mucho dónde abrevar en la incapacidad e ineficiencia de la administración pública federal. Podría haber buenas intenciones, pero los resultados son insuficientes y hasta contraproducentes.
La reflexión y la propuesta de acción, con base en las atribuciones presupuestarias y de discusión y aprobación de la cuenta pública de la hacienda federal de la Cámara de Diputados, son esenciales ante los estragos no de la pandemia, sino de la forma en la cual se ha desempeñado el Gobierno Federal.
Es la hora de preguntar ¿si enfermaron y fallecieron, quienes no tenían por qué?; ¿si perdieron el empleo o la fuente de ingresos, quienes no tenían por qué?; ¿si disminuyeron los ingresos o las prestaciones sociales que facilitan el acceso al trabajo, para quienes no tenían por qué?; ¿si se han afectado sensiblemente los procesos de enseñanza-aprendizaje para quienes no tenían por qué?
En estas interrogantes es el pueblo que ha sufrido las consecuencias de la muy deficiente e insensible gestión, quien merece y requiere hacer uso de la voz para comunicarle a muchas otras personas el alto costo que para las familias del país tienen la incompetencia y la ineptitud del Gobierno Federal. El sufragio del contrapeso puede emanar de la experiencia real de quien confió y ha sido defraudado en los hechos; de quien tuvo esperanza y ha visto disminuida la calidad de vida de los suyos. Hay razones, pero vale recordar que el voto se busca y se obtiene con emociones.

