La inhabilitación de la editorial Nexos, Sociedad, Ciencia y Literatura S.A. de C.V., por dos años y el pago de una multa por casi un millón de pesos impuesta por la Secretaría de la Función Pública (SFP) el 20 de agosto de 2020 por supuestamente presentar información falsa en una adjudicación otorgada para difundir una página de publicidad del instituto Mexicano del Seguro Social por $74,000 en 2018; rebasó el inquietante caso particular de agresión hacia éste órgano político, académico, periodístico de análisis crítico sobre la realidad mexicana, fundado hace más de cuatro décadas. Dicho suceso se encadenó con una desordenada, pero constante pretensión del nuevo gobierno de la izquierda morenista por desmantelar gradualmente la opinión pública crítica hacia el nuevo régimen político en México.
Ubicado en perspectiva histórica, este hecho fue el capítulo más reciente de un largo proyecto del reciente gobierno de la Cuarta Transformación (4-T) para intentar someter al pensamiento crítico y las repercusiones que este produce sobre la formación de la conciencia de los ciudadanos en el país, especialmente en la antesala de las elecciones intermedias del 2021, reconocidos como los comicios más grandes del registro electoral de la nación.
Los intentos de subordinación de la expresión diferente, alternativa, disidente, contestataria, discrepante, divergente surgieron desde principios de la nueva administración de la izquierda nacionalista en la República, evolucionando de manera atropellada, fragmentada, desordenada e inconstante, pero que en conjunto revelaron el objetivo claro de alcanzar a mediano plazo el control de la opinión pública para gobernar con mayor éxito masivo. Dicha política de construcción de la hegemonía morenista a través del dominio del espacio público simbólico, abarcó diversos mecanismos, pero en el terreno de la libertad de expresión se concretizaron, entre otras, en cinco grandes estrategias de control ideológico-político: desmantelamiento del sistema de comunicación y cultura heredados; negociación con los grandes poderes fácticos ideológicos; centralización y control de la dinámica de la comunicación colectiva; creación del nuevo aparato ideológico del gobierno morenista y; arrinconamiento de los medios de comunicación opositores.
Al proceso deshilvanado de la construcción de esta quíntuple táctica gubernamental para crear la nueva hegemonía ideológica de MORENA, hay que agregarle que dicho proyecto de subordinación ideológica se consumó en el marco de la mayor agresión que ha experimentado la práctica del periodismo nacional. Según la organización Periodistas sin Fronteras a lo largo de la gestión de la Cuarta Transformación, desde diciembre de 2018 hasta agosto 2020, se asesinaron en territorio nacional a más de 16 comunicadores, especialmente incomodos para la estructura de poder. Esta alarmante realidad colocó a México en el lugar 144 dentro de 180 países en el índice de Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2019. Según Human Wright Watch, tal panorama dramático, se completó con más de 650 amenazas, ataques o formas de agresión que también sufrieron los comunicadores mexicanos durante los primeros dos años de gobernabilidad del sexenio lopezobradorista, quedando inmunes el 95% de tales delitos.
Mediante esta compleja y enmarañada dinámica política de negociación-control-sometimiento-discrecionalidad-premiación, pareciera ser que en la transición política del México de 2020, el gobierno pasó de la fase de instrumentación del modelo de comunicación de la “Ley chayote” donde se le pagaba (embute) a los informadores para que no criticaran al Estado; a la etapa de aplicación del modelo de comunicación de la “Ley Morena” de la Cuarta Transformación donde “si no estás conmigo, estas contra mí”, y por lo tanto, cerco tu libertad de expresión con múltiples mecanismos estatales, directos e indirectos, de intervención burocrático-autoritaria. En lugar de auspiciar el amplio debate público plural, se limita y persigue las posiciones críticas, en vez de responder con datos, cifras y argumentos a los diagnósticos críticos que expone el pensamiento analítico, se pretende asfixiar con diversos mecanismos los espacios culturales donde se difunden.
Lo lamentable y preocupante de esta situación, es qué en el marco de restauración de la nación mexicana alrededor de un nuevo proyecto de inclusión, pluralidad, igualdad, justicia y democracia, siguiendo la promesa comprometida cientos de veces durante las “conferencias matutinas” en Palacio Nacional sobre el respeto a libertad de expresión y el pensamiento plural, incluso discrepante; el hecho concreto que nos estalla en la cara es el empeño gubernamental por el control y la subordinación de la inteligencia autónoma en la República para anular a los opositores: aquello que no domino ideológicamente, se debe sabotear.
Da la impresión de que tanto en los patrones de gobernabilidad burocrático-neoliberales de los sexenios anteriores, como en el nuevo modelo de dirección nacional del paradigma de la “Esperanza del Cambio” (lema de la 4-T); la existencia de la mente critica con sus diversas propuestas correctivas de gobernabilidad, continúa siendo una amenaza para el moderno estatus quo político y, en consecuencia, hay que desarmarla, castigarla o encarcelarla para avanzar por los caminos de la “verdad estatal” dominante. Así, el lema del gobierno de la izquierda nacionalista que formula que “la prensa y la opinión pública se debe regular con la misma acción de la prensa y la opinión pública”, se derrumbó en añicos, pues el atentado contra la revista Nexos demostró que el pensamiento independiente no se regula con la contra discusión argumentada y documentada de la otra concepción antagónica, sino con la censura estatal.
Frente a ello, pareciera qué en el fondo de la transición del autoritarismo a la democracia que ha experimentado la sociedad mexicana en la segunda década del siglo XXI, en materia de libertad de expresión muy poco ha cambiado la garantía a la libre circulación de las ideas por los medios de comunicación abiertos y el aparato cultural establecido, pues los actuales comportamientos gubernamentales revelan que continúan los patrones de condena hegemónico-política que antaño. Este suceso crea la sensación que en el ámbito comunicativo lo único que se ha modificado con la Cuarta Transformación de la historia nacional, son los colores tricolores del pasado que ahora han sido substituidos por el rojo moreno de la modernidad populista.

