Versos para los que luchan por
reconciliar el sueño con el malestar de
la cultura, la memoria, la utopía, y las
pesadillas, el amor y la esperanza.
Óscar J Estrada
Poeta, Internacionalista y Amigo
20 julio 1955-21 septiembre 2020
Las trampas contra la libertad construyen miles de coartadas. La más triste y trágica es la que se ha usado para defender los intereses de los de abajo. Casi todas las facciones más fanáticas de las revoluciones lo han practicado.
Coincido con Leonardo Padura cuando dice que al visitar la casa donde Trotsky fue asesinado, la huella más visceral que le dejó esa visita fue “percibir que el drama ocurrido en aquel lugar me susurraba al oído un mensaje alarmante :¿son necesarios el crimen, el engaño, el poder absoluto de un hombre y la sustracción de la libertad individual para que alguna vez todos tengamos acceso a la más hermosa pero utópica de las libertades colectivas?; ¿hasta dónde puede llevar a un hombre la fe y la obediencia absoluta a una ideología?”
Si esa obsesión ideológica ha conducido a crímenes de lesa humanidad contra millones de personas en todo el mundo y a lo largo de milenios; resulta aún más aberrante y abominable el delirio instalado en la cúspide del poder ejercido por un Jefe de Estado, autoconvencido de ser el líder de la mayor transformación nacional.
Se pueden publicar, hasta ahora, miles de páginas en torno a ese fenómeno. Muchas de ellas más bien producidas como propaganda de otra facción de fanáticos combatiendo molinos de viento, bajo las banderas del más primitivo anticomunismo.
Algunas otras, más bien pocas, tratando de entender cómo se gestó éste fenómeno demencial, sobre todo, cómo consiguió seducir a millones hartos de la decadencia de una clase política envilecida, sin reflexionar que el líder de la “esperanza”, procedía de esa misma casta y estuvo siempre rodeado de importantes y obscenas figuras de esa odiada “mafia del poder”.
Todo ello bajo el canto de sirenas de “combatir a la corrupción”, flagelo producto del neoliberalismo, sin ofrecer programa alguno para combatir las raíces de la desigualdad, la violencia, la pobreza y conducir al país por un camino de cambios viables y profundos.
Ha prevalecido la “narrativa” del merolico. Sus extremos no tienen límite. Cada “mañanera” supera la fantasía más delirante. Ahora incluso ha invadido las participaciones en los organismos internacionales, como la Asamblea General de las Naciones Unidas a extremos patéticos.
No es absolutamente válido quedar atrapado en el falso dilema: estás con el proceso encabezado por el presidente para poner fin a la corrupción o eres un conservador defensor de los privilegios de una minoría ofensivamente enriquecida.
No lo es, simplemente porque el Gobierno actual no ha promovido ninguna política o reforma contraria a esa oligarquía antes calificada como “mafia del poder”, sino a ocurrido exactamente lo contrario: el presidente está aliado a los grupos financieros más poderosos y les ha otorgado muchas canonjías.
Tampoco se ha dado un viraje en materia de combate a la violencia y los grupos criminales. Todo lo contrario se ha militarizado la seguridad pública.
Lejos de impulsar la autonomía de las organizaciones sociales, las de los sindicatos, los de los grupos de campesinos y de las organizaciones novedosas de las feministas , ambientalistas y gobiernos autónomos y de otros sujetos recientes. El gobierno ha continuado protegiendo a los sindicatos charros, blancos sin ningún pudor asistiendo a las reuniones corporativas de los antiguos, recientes y extraños líderes “obreros” surgidos de los compadrazgos directos del presidente.
Ante las más variadas formaciones feministas y sus movilizaciones, el presidente reacciona siempre condenándolas y llamándolas “provocadoras y conservadoras”.
Políticas de rechazo, descalificación e incluso de intimidación militar se practican casi todos los días contra las comunidades originarias, los campesinos opuestos a los proyectos faraónicos del gobierno y cada vez más contra los estudiantes.
No ha admitido cambio alguno en su política económica y ha presumido su “modelo” como ejemplo mundial, cuando estamos al borde de una catástrofe desconocida en materia de pérdida de empleos, crecimiento de la pobreza, desastre sanitario y otros fenómenos de crisis desconocidas en un siglo.
Manifestarse contra los riesgos de ejercicio de las libertades , es considerado por el presidente como un desafío a su libertad de expresión, llegando al extremo de decir que está amenazada por una “minoría” de “privilegiados”. No da paso alguno para abrir los medios y suprimir a los monopolios en los grandes medios de radio, televisión y prensa. Sigue otorgando contratos multimillonarios a sus propagandistas de antes, como La Jornada, o a los recientes como TV Azteca y Televisa.
Es muy desconcertante la conducta de un sector dominante de la vieja izquierda castrista-estalinista. Sus instintos inquisidores se vomitan en todo tipo de ámbitos donde se han adueñado de programas de radio, televisión, revistas y todo tipo de foros virtuales.
Quizá opera en ellos lo que dice Albert Camus: si en efecto la historia, fuera de todo principio, no está hecha más que de la lucha entre la revolución y la contrarrevolución no existe más salida que abrazar enteramente uno de estos dos valores, para morir o resucitar en ellos.
En pleno siglo XXI sabemos el costo que tuvo esa visión binaria durante el Siglo XX. Su saldo fue el desmoronamiento del proyecto socialista y la restauración capitalista. Pero al menos en esos casos se trató de procesos realmente radicales y con sustento social cultural, teórico, ideológico y político que tenía como horizonte, al menos retóricamente, la construcción de una sociedad no capitalista o francamente socialista.
Lo que padecemos en México es una caricatura grotesca, esas izquierdas castristas-estalinistas viajan de “mosquita” en un tranvía conducido por un conductor sin más rumbo que el delirio mañanero.
En cualquier momento puede deshacerse de ellos sin la más mínima cortesía tal como lo acaba de hacer con Jaime Cárdenas.
Hoy más que nunca es una necesidad mantener una conducta crítica y autónoma para intentar dibujar un camino diferente, al del sometimiento a los diseños ajenos, casi réplica de viejos regímenes corporativos cuyo contendido fue la construcción de un capitalismo atrasado, voraz y profundamente desigual.
