El año que inicia renueva esperanzas, nutre voluntades positivas y fortalece el optimismo en todo el orbe. Es un proceso natural, repetido a lo largo de milenios por todas las culturas. Mediante la invocación de soles, lunas y estrellas, o la observancia de dogmas religiosos, las personas han interpretado augurios, superado adversidades y visualizado escenarios luminosos. En la tradición judeo-cristiana y frecuentemente a través de prismas milenaristas, esa renovación se asocia a la recuperación de la doble promesa del primigenio Jardín del Edén y de la apocalíptica Jerusalén Celestial. Hoy, cuando el nuevo año empieza a dejar atrás las sombras del precedente y su perniciosa pandemia, la comunidad de naciones está llamada a impulsar la solidaridad y a hacer del diálogo el instrumento principal para el encuentro de todos con todos.

Las lecciones aprendidas en el año 2020 han quedado registradas en la memoria histórica de la humanidad. Todos los conflictos, potenciales y reales, fueron relegados a una posición secundaria por la emergencia sanitaria. En condiciones inéditas, la vacuna anti-Covid-19 despeja nubarrones y deja ver los primeros destellos de la próxima nueva normalidad. Al parecer, ha llegado la hora para asirse a las cuerdas de un velamen llamado a recoger vientos de paz, armonía y cooperación universales. La embarcación ha soltado amarras en este incipiente 2021 y cuenta con los avíos pertinentes para remontar los malos tiempos del pasado y afrontar con éxito el porvenir. En efecto, mediante el fortalecimiento de la diplomacia, es posible y deseable que las naciones sigan impulsando la necesaria reforma de los organismos multilaterales, en particular de la Organización de las Naciones Unidas, de tal suerte que se doten de contenido concreto sus tantas veces malogrados propósitos fundacionales.

No es fácil seguir la ruta utópica. Sin embargo, siempre será mejor insistir en esa vía, por compleja que parezca, si lo que se busca es desechar contra-utopías que avalan la xenofobia, el armamentismo, el terrorismo, la injusticia social y el abuso de los pocos en detrimento del interés de los muchos. El año 2020 queda atrás como uno de calamidades del aún joven Siglo XXI; de una centuria que se inauguró con la expectativa de impulsar el progreso y enterrar para siempre la perversa tesis del conflicto bipolar, de que en una guerra nuclear, habría triunfadores. La necedad de hacer mapas políticos a partir de filias y fobias ideológicas, no cabe en nuestro tiempo. Hoy tampoco podrían reeditarse fórmulas de dominación hegemónica inaceptables para una comunidad mundial que aspira a fortalecer la tolerancia, a respetar la diferencia y a impulsar iniciativas de diálogo intercultural que pongan en el centro de su atención a la persona, con sus dignidades y derechos, en su más amplio sentido. John Lenon y los legendarios Beatles, soñadores y rebeldes, tenían toda la razón. En el año nuevo 2021, hay que darle oportunidad a la paz (Give peace a chance).

Internacionalista.