La etapa postelectoral de Estados Unidos muestra un fenómeno interesante desde distintas perspectivas, en especial cuestiona sobre el futuro de la democracia en ese país.

Lo coloquial ha llevado incluso a señalar que es la primera ocasión en que la CIA no participa en un golpe de Estado. Lo cierto es que los acontecimientos de violencia y de enfrentamiento que han acompañado el proceso de aprobación del triunfo del demócrata Joe Biden a la presidencia, expresan una forma nueva de abordar el cuestionamiento de un triunfo electoral en esa nación.

Recordemos que ya en una ocasión del pasado reciente, la elección donde triunfó George Bush Jr. con muy escaso margen con respecto a su adversario Al Gore, necesitó de la aceptación de la derrota de éste para lograr el restablecimiento de la estabilidad política.

El mismo caso se dio cuando Donald Trump sacó el triunfo y Hillary Clinton asumió los resultados, aunque se especuló sobre manejos y concurrencia de los rusos en una supuesta manipulación ilegal de la elección. Incluso Clinton sacó más votación a nivel nacional que Trump y sin embargo no obtiene la presidencia.

Se atribuye esta contradicción al sistema de elecciones concentrado en un colegio electoral que elige finalmente a quien será presidente. Es pues un sistema indirecto que cada elección es más y más cuestionado.

Ahora el partido republicano es derrotado y pone en duda el proceso bajo el supuesto de una elección amañada. El Capitolio ardió y fue tomado por una turba violenta de simpatizantes del aún mandatario bajo la sorpresa en la opinión pú3blica mundial.

Y ahora, desde el Congreso se promovió aplicar la enmienda 25 a Trump, que requiere de la voluntad del vicepresidente para solicitar al Congreso la sustitución del presidente y el mando lo asume él. Pero al negarse éste a plantear la aplicación de este recurso, los demócratas impulsan el juicio político por la incitación a la insurrección que hizo Trump, lo que implicaría que no pueda presentarse a alguna elección posterior como candidato e incluso ser expulsado de su partido.

No obstante, se intenta limitar al presidente en este periodo antes de que Biden tome posesión el 20 de este mes, para evitar se libere a los protagonistas de la toma del Capitolio, lo que sería una burla a la indignación de los demócratas en el Congreso.

Así las cosas, un país que se calificaba como paradigma de la democracia, sin embargo, parece navegar en esquemas normativos que son rebasados por las nuevas realidades elección tras elección. Lo curioso es que no se entra a alguna revisión a fondo sobre las reglas para elegir al presidente y entonces aparece un fenómeno muy complejo propenso a los cuestionamientos como constante.

Una pregunta surge de estos acontecimientos que se refiere a la confianza de los ciudadanos en sus modos de seleccionar a sus líderes. Y este es un asunto que ahora se cuestionan tanto en el partido republicano como el demócrata. Incluso, una fracción de los representantes republicanos empieza a apoyar la estrategia de los demócratas, lo cual se relaciona con los posicionamientos de líderes del futuro. Son buenas lecciones para las democracias de hoy que no están exentas de enfrentar situaciones similares si no se actualizan normas y formas de selección de líderes.

@Bonifaz49