La ira es un regalo que te haces a ti misma y a tu mundo. Con ira, he vivido de forma más plena, libre, intensa, sensible y política. Si hay un momento para no callarnos y para canalizar nuestra ira hacia lugares y decisiones saludables, es éste.

La mujeres furiosas brillan más que el sol.

(Fragmento. Del libro Rabia somos Todas, de Soraya Chemaly, ed. Océano)

 

Una imagen desoladora y fuerte inundó las redes el 5 de marzo. Tres días antes del 8M 2021. Mientras las mujeres usábamos toda la creatividad para organizarnos frente a la conmemoración del día internacional de la mujer. Nuestro presidente decidió terminar de mandarnos un mensaje de indiferencia y cerrazón. El Palacio Nacional absolutamente amurallado, bordeado. Un muro de indiferencia, indolencia y desvergüenza. A tan solo unos días del 8M, cuando las cifras de la violencia contra las mujeres se han incrementado exponencialmente, aquí en México, en el país de los feminicidios, se normaliza la injusticia y la impunidad. Es el México donde el poder no rompe “el pacto” sino que lo refuerza.

Mientras Palacio Nacional amanecía amurallado, la candidatura de Félix Salgado Macedonio parece aprobarse y con ello un contundente mensaje: murallas para las mujeres, protección y encubrimiento para los agresores. Literalmente el mundo al revés, que nos cuiden a nosotras las mujeres como cuidan al Palacio y a los monumentos en general. Que protejan a nuestras niñas y que se indignen ante las violencias de las que son víctimas de manera cotidiana. Así, el presidente “más feminista de la historia” ha demostrado que las mujeres y las niñas no le importamos, que no merecemos ser protegidas como sus monumentos y paredes. El Presidente debería entender ya el legítimo reclamo de las mujeres en lugar de poner muros, en lugar de colocar vallas. Las vallas es el ejemplo más claro de la indolencia y falta de empatía del Estado con las víctimas de la violencia. La indolencia contra las mujeres el velo de hierro de este sexenio.

Así llegamos al 8M y como cada año parece incrementarse la necesidad de justificar las “formas” de la protesta. No hemos entendido aún que existen muchas formas de hacer activismo, tantas como feminismos existen; pero sin duda las más valientes son precisamente las que salen a poner sus cuerpos frente al estado. Las que le dicen de manera clara y contundente al Presidente y demás autoridades indiferentes: “ pongan los muros que quieran, vamos a derribarlos todos, no podrá con nosotras”. Ante quiene de manera indolente o condescendiente dicen, empatizo con la lucha pero no son formas, por que la violencia, violencia llama violencia y demás, les respondo que las mujeres hemos estado en pie de lucha hace muchos años, demasiados, que las mujeres que se atreven a tomar los espacios públicos lo han hecho de manera pacífica, por ejemplo inundando de veladoras la escalinata del Ángel, o bailando “el violador eres tú” en la plancha del Zócalo capitalino y nada ha servido, vaya ni siquiera prestan atención los medios, o se desatan las burlas.

Ya se intento de manera pacífica y no sirvió de nada, bailaron, cantaron y se burlaron de ellas, marcharon pacíficamente y en silencio y las ignoraron. Lo ha hecho hace muchos años ya Norma Andrade, Irinea Buendía, Yesenia Zamudio, lo hizo Marisela Escobedo y nada, las han agredido a ellas también. Dicen que de nada sirve pintar o mutilar los monumentos, que eso nada va a cambiar, a ellos les respondo, estar cruzadas de brazos tampoco y con la ira y la iconoclasia por lo menos nos voltean a ver; pero además los monumentos también nos pertenecen a nosotras las mujeres. Sin embargo, la indiferencia es tan grande que al parecer le es más fácil a nuestras autoridades mandar a poner muros que cumplir con su trabajo y respetar nuestros derechos.

A quienes por la pandemia y el temor a contagiarnos por no mantener la sana distancia nos había motivado a no asistir a la marcha, las vallas del Presidente y la jefa de gobierno nos motivaron a hacerlo, pues es evidente que un muro dice más que mil mañaneras. Es una declaración: no las escuchamos, no las vemos, no nos importan.¿Qué tan difícil es entender que si así fueran los operativos para encontrar a las desaparecidas, si así de eficientes fueran al aplicar la justicia, si no hubiera violadores candidatos a gobernadores, las marchas no serían necesarias? Están priorizando lo que no es y lo más lamentable es que las mujeres de este país no olvidaremos que pedimos justicia y respondieron con represión, con censura, con muros. Evidentemente y como siempre lo hace el presidente respondió con evasivas el tema del muro y dijo alegóricamente que se trataba de un “muro de paz”. Vaya desverguenza,  ¿qué es un “muro de paz”? Los muros siempre han representado la opresión, la división y el distanciamiento entre el pueblo y el gobierno. El mensaje es claro y es unívoco. Pero las vallas no detendrán la protesta ni la lucha feminista. Son un grito más.

Frente a la indolencia presidencial las mujeres sin embargo y a pesar del dolor decidieron hacer poesía. Llenarlo de flores y con ello evidenciar que una valla no nos calla y que nombramos a las que ya no están precisamente porque a ellas un muro ya no las limita. Y así el muro que protege al palacio donde se esconde quien habla tanto “del pueblo” es la frontera con la realidad feminicida que no sale en la mañanera. La de las personas que se levantan a diario con la ausencia de quienes amaron y con la ausencia de justicia. Con todo eso que se escapa de las manos y que sin duda las motiva a querer quemarlo todo. Se pretendía resguardar a la indolencia, a la soberbia, a la ignominia detrás de esa valla; y gracias a la iniciativa feminista se quedaron, dentro del Palacio.

Al frente sin embargo en cuestión de horas se erigió un monumento (anti monumento) lleno de flores en homenaje a todas aquellas víctimas de feminicidio, en homenaje a todas aquellas que ya no están aquí. Y esos nombres que están llamados a permanecer siempre a la vista en un extraordinario monumento lleno de color y flores, fueron lamentablemente borrados. El martes 9 de marzo, 24 horas después, el zócalo aparece todo limpio, se quitó la valla y desaparecieron los nombres ahí inscritos, pero nosotras no las olvidamos y seguiremos en la lucha hasta hacerles justicia. Lo que es un hecho es que las mujeres y niñas, merecemos otra historia, y que la creatividad transformó una valla en un grito imposible de ignorar. Por que contrario a lo que nos han dicho desde siempre, las mujeres calladitas no nos vemos más bonitas. Nos vemos preciosas en pie de lucha.

La jefa de gobierno declaró a modo de justificación de las vallas y muros erigidos para recibir a las mujeres que tenían obligación de “proteger a los monumentos y que la mayoría de la gente está de acuerdo con ello”, que alguien le diga a la Jefa de Gobierno que en realidad su obligación es proteger la vida de las mujeres y que la gran mayoría de la gente está de acuerdo con que no se mate a más mujeres.

Personalmente recorrí el domingo la plancha del zócalo y la enorme valla de la ignominia. El contraste del metal contra las flores, cruces y los nombres de las víctimas de feminicidio fue poderoso y muy doloroso a la vez. Es muy difícil darte cuenta de la indolencia e indiferencia de las autoridades frente a esta pandemia que lacera a nuestro país y que es la violencia contra las mujeres y las niñas cuya punta del iceberg es la violencia feminicida.

Las mujeres juntas nos empoderamos, nos acompañamos y nos inspiramos. Y en esa inspiración decidimos ocupar el espacio público y salir a marchar. Esta marcha sin duda fue muy distinta a la del año pasado, aquella que previo a la declaratoria de pandemia por COVID-19 en nuestro país y el consecuente aislamiento nos permitió todavía contagiarnos de fuerza en una marcha multitudinaria y diversa.

En esta marcha sin embargo, era perceptible una mucho mayor hostilidad por parte de las autoridades, y esto hizo sentir mucho más inseguras y a veces con miedo a las mujeres que salieron a las calles. Todos los mensajes de las autoridades eran disuasivos, hubo uso exacerbado de la fuerza pública, cerraron calles, cercaron a las manifestantes, las encapsularon e incluso detuvieron arbitrariamente. Había “granaderos” (o como les llamen en esta administración), se usó gas lacrimógeno (literalmente gasearon a las manifestantes), y había hombres con armas largas que dicen eran para bajar drones, pero que sin duda parecían tenerlas siempre en la mira. Eran imágenes que evocaban al 68. Algo muy lamentable.

No obstante todo lo anterior, las mujeres salimos a las calles, nos unimos, gritamos, cantamos y lloramos. Nos abrazamos, brincamos y cantamos consignas feministas; algunas hicieron pintas y entre todas vivimos momentos increíbles de sororidad y resistencia. Yo celebro poder compartir la lucha con mis hijas, mis amigas, mi madre y todas las valientes mujeres que día a día luchan desde sus propias trincheras por un mundo más igualitario y más justo.

Así, se va un 8M más, nos quedamos en pie de lucha, esperanzadas por un lado y con gran impotencia por el otro. Pero con la clara convicción de que nunca más volveremos a estar calladas, que juntas somos más fuertes y que definitivamente ¡Merecemos otra historia!