La decadencia política esta generando diariamente una serie de hechos muy graves.
La tragedia anunciada en la Línea 12 del Metro y la conducta arrogante del presidente, mandando al “carajo” a quienes lo cuestionan por su indiferencia ante las víctimas. Es una señal de autoritarismo.
El menosprecio a las madres y familiares de victimas de la violencia reunidos en el zócalo el 10 de mayo de 2021, sin recibirlas y en cambio “montar” un show “dedicado a las madres” en Palacio Nacional, muestran a un presidente soberbio y temeroso de afrontar a las diversas situaciones críticas, huyendo a sus giras por el país para “comer Tlayudas”.
En el ámbito de la campaña electoral, el presidente se muestra muy nervioso, ante la posible victoria de algunas candidaturas del bloque opositor, que le impidan mantener su mayoría absoluta. Como lo indican varias encuestas.
No tiene rubor alguno para realizar maniobras para deshacerse de candidatos como Adrián de la Garza de la coalición PRI-PRD en Nuevo León, al que señala como promotor de un fraude al repartir tarjetas que prometen programas de apoyo a las mujeres.
Al candidato Samuel García de Movimiento Ciudadano, la Fiscalía General de la República lo investiga por financiamiento ilícito de su campaña.
Otros candidatos practican la vergonzosa práctica de repartir “tarjetas”, incluyendo candidatos de Morena y el presidente no dice nada.
Dice sin rubor alguno que tiene derecho a meterse en las campañas, por ello defendió hasta sus últimas consecuencias la candidatura de Félix Salgado Macedonio, acusado por varias mujeres de violación y suspendido por el INE y el Trife, al final impuso a su hija Evelyn Salgado Pineda, como sustituta para la gubernatura de Guerrero, en un burdo “dedazo” disfrazado de encuesta.
En ésta semana, su ofensiva lo ha llevado a “denunciar” a algunos de sus opositores por realizar “reuniones” para impulsar a la Alianza electoral denominada Va por México.
Los estados totalitarios: fascista, nazi, stalinista, maoista, franquista, pinochetista, castrista, pol potiano en Camboya y otros, tienen la obsesión de considerar como “conjuras” y atentados contra la patria, cualquier actividad crítica.
Estamos ante una peligrosa reproducción de esa conducta dictatorial, cuando desde la presidencia se señala como “actividad conspirativa”, la organización de reuniones de opositores y se les menciona uno a uno, a cada ciudadano, como si reunirse fuese un delito.
Jamás voy a aceptar que me prohíban reunirme con quien quiera, visitar sus domicilios o invitarlos al mío. Los humanos no somos abejas, requerimos la libertad como el oxígeno.
No tiene nada extraño, en esa atmósfera de paranoia, que algunos de los propagandistas del gobierno divulguen como gran “hallazgo” reuniones de algunos opositores, como ”prueba irrefutable” de las intenciones “golpistas” contra el proyecto de la Cuarta Transformación, “conspiran” para defender los intereses de los grupos de poder en contra de los “pobres”, cuya causa enarbola el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En los años del autoritarismo priista a los opositores de las izquierdas, sobre todo a los comunistas de todos los partidos y grupos, se nos señalaba sistemáticamente como “agentes” de la URSS o de Cuba.
El presidente Echeverría consideró siempre que el movimiento del 68, fue “una conjura castro-comunista” contra las instituciones nacionales.
Ante esa “conjura” el presidente Díaz Ordaz actuó con firmeza y se enorgulleció por haber actuado patrióticamente para desbaratar esa subversión comunista, con toda la fuerza del Estado; el dos de octubre en Tlatelolco.
Entonces, todo el aparato del Estado, el presidente, su gabinete; el Congreso de la Unión; el poder judicial; las cámaras de empresarios; las Centrales “obreras”; los medios de aquella época: prensa escrita, televisión, radio y todos los “partidos”; consideraron que el presidente actuó con “patriotismo” para impedir la conjura comunista. Incluyendo a Porfirio Muñoz Ledo, entonces “jilguero” priista.
Esa mentalidad está presente en la conducta del presidente Andrés Manuel López Obrador, en su diaria campaña contra los medios que lo critican, contra los periodistas, los movimientos autónomos: feministas, ambientalistas, comunidades contrarias a sus mega proyectos como el tren Maya, el transítsmico, las presas y obras hidroeléctricas; las mujeres huelguistas; las que luchan por hacer justicia a las víctimas de la desaparición y muerte de los años de la “guerra sucia” y de la guerra contra el narcotráfico; los defensores de las instituciones de ciencia, cultura e incluso los perseguidos de las agencias gubernamentales, como Notimex que luchan contra los recortes presupuestales y los despidos a los críticos de las políticas impuestas por los burócratas.
Aunque sea aberrante, el gobierno pone a todos sus críticos en el mismo “bloque” conservador y “neoliberal”; no importa que muchos de sus opositores sean luchadores de varios decenios contrarios a los gobiernos del PRI y del PAN. Incluso aunque muchos de sus integrantes votaran el 1 de julio de 2018 por Morena, sus aliados y el propio AMLO para la presidencia de la república.
Por supuesto que hay una oposición de grupos y partidos de las derechas. También de algunos empresarios, distintos a sus aliados Carlos Slim, Ricardo Salinas y otros de su Consejo Asesor. Incluso hay un grupo de opositores muy anticomunista como los que se reúnen en el grupo denominado FRENA.
No se debe admitir nunca la persecución a los que se oponen, se reúnen, se organizan, manifiestan e incluso pretenden derrotar a Morena y sus aliados y al mismo presidente en el proceso electoral que culmina en los comicios del próximo domingo 6 de junio de éste 2021.
Precisamente se trata de preservar el derecho a disentir, a organizarse de manera diferente a los partidos del gobierno del presidente, como condición elemental para no retroceder a la vieja época del Partido Único y la inexistencia de elecciones verdaderas.
Aún para quienes consideran la democracia, como algo superior a la competencia electoral de partidos con registro, es requisito indispensable garantizar la libertad de los opositores organizados en partidos electorales, aunque la mayoría sean actualmente, meras franquicias, que solamente sirven para que una casta los utiliza para hacer negocios millonarios.
Esa es la cuestión de fondo.
La simulación ha llegado a extremos decadentes y por eso una gran parte de la sociedad los rechaza.
Ese rechazo puede llegar a extremos de menospreciar a la política, por considerarla como una máscara usada para mantener a la casta dominante por más de un siglo en el poder a nivel nacional y en todos los ámbitos, político, económico, cultural e ideológico.
Lo peor sería que fuera imponiéndose una sociedad policiaca donde la misma gente se convierta en cómplice de las arbitrariedades y crímenes del Estado y delate a otros ciudadanos, incluso sus familiares, a nombre de la “defensa de la Cuarta Transformación víctima de la subversión conservadora y neoliberal.
El fanatismo puede crecer aún más y defender al presidente ante las peores conductas de su gobierno, como ya ha ocurrido en el caso de la tragedia de la Línea 12.
Esa tragedia ha puesto en un dilema al presidente para “resolver su propia sucesión”, por el inmenso desprestigio de dos de su delfines Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, no resulta tan descabellada la posibilidad de que él mismo “prorrogue” se presidencia y por eso haga “chistoretes” como el dicho en la Mañanera del 12 de mayo del 2021, cuando dijo entre broma y broma que “aún le quedan 6 años… porque trabaja el doble de horas”.
