Un elemento que posiblemente han acentuado las redes sociales es la tendencia a reforzar el pensamiento y las creencias de cada quien por el contacto, el intercambio y diálogo con personas que sostienen posturas y percepciones similares a las propias. Se crean, válgame la expresión, una especie de islas de afinidad en las cuales sus integrantes se sienten seguros, se refuerzan y, en el extremo, pueden perder el contacto con otras “realidades”.

Hay varias islas. En los procesos comiciales aquéllas se forman y se reconforman para que la definición de la ciudadanía en las urnas establezca el verdadero alcance de cada una de ellas. Predicar a los convencidos tiene mérito, porque abona a la identidad compartida y a la cohesión, pero no necesariamente genera mayores partidarios o simpatizantes. Tiene más significado hablar y tratar de convencer a quienes no han abrazado la posición que se promueve.

En un domingo más será la cita con las urnas. Será el momento en el cual el conjunto de las y los ciudadanos que carecen de una militancia política o de una definición sobre su preferencia, que se mueve por las postulaciones o las campañas, y que son la mayoría de las personas, habrán de definir el mensaje central del electorado. Son, en mi consideración, quienes componen gran parte de las clases medias de nuestro país.

Ensombrecidos por la violencia más atroz, sin que haya una atención adecuada de la clase política y de las autoridades gubernamentales de los distintos órdenes, estos comicios son a la vez de orden federal y local. En un campo de análisis el peso fundamental está dado por la opción del gobierno municipal o de la alcaldía y la opción por el Ejecutivo local; y en otro por la definición entre la mayoría que busca refrendar el presidente de la República en la Cámara de Diputados o el contrapeso de las fuerzas de oposición. Este último es reflejo fiel de la polarización y la exclusión promovidas desde Palacio Nacional.

Dichos elementos de contraste, a los cuales deben sumarse en cada caso la calidad de las candidaturas para el electorado y la penetración de las campañas, podrían estar anunciándonos algún voto diferenciado en el conjunto de la ciudadanía que define los resultados de cada elección; una opción para la gubernatura, quizás la misma para el municipio, otra para la diputación local y otra más para la diputación federal.

Si bien el gran paraguas de la dicotomía impulsada entre la renovación de la confianza para el proyecto del movimiento encabezado por el presidente de la República y la elucidación y reacción para detener el daño que ha resentido el país durante su gestión, es el clima de propaganda gubernamental y de contrapropaganda de las oposiciones, existe un desequilibrio manifiesto entre la preeminencia del Ejecutivo de la Unión y los medios a su disposición, incluso en violación de la Constitución, y la ausencia de auténticos liderazgos en las oposiciones. Sólo las cartas del Senador Dante Delgado han planteado opciones críticas con un hilo conductor contra el autoritarismo; el resto de las dirigencias partidarias, quienes además no han sido provistos de carisma, realizan expresiones reactivas sin ideas que atraigan a las personas no comprometidas.

En una realidad lacerante de desigualdad, pobreza y ausencia de oportunidades, el ahora mandatario ejecutivo federal siembra y cosecha en esos ámbitos, intuyendo que -al final- a la mayoría de las personas parece no interesarles la política, salvo que deban participar en defensa propia, como en algunas votaciones del pasado. Es decir, cuando la inconformidad y el deseo de cambio llegan a los niveles más altos y extendidos.

Están definidos los bloques de la competencia, con sus particularidades en términos de territorio y cargos, en un extremo del Movimiento de Regeneración Nacional (MRN y sus aliados formales e informales) y en el otro la coalición del PAN, PRI y PRD, y MC como las opciones del contrapeso. Por otro lado, las preferencias electorales y las mediciones de aprobación o desaprobación en torno a los ejecutivos y los partidos se mueven. Ahora bien, ¿cuáles son las pinceladas de lo que ocurre?

En un polo la vocación hegemónica y la concentración del poder, la exclusión del diálogo y los acuerdos con las oposiciones, la estigmatización de todo pensamiento disidente, el establecimiento de una política de subsidios directos a las personas más vulnerables y a la clientela electoral, el discurso -sin pruebas- de las conspiraciones contra el cambio propuesto y la apelación a que transformar es algo que ya se hace, pero que lleva tiempo consolidar.

De ahí destacan dos elementos, uno tangible y otro intangible: la afirmación de los partidarios y simpatizantes de que “a mí antes el gobierno no me daba nada y ahora me da”, refiriéndose a los subsidios con rostro de programa social, y la percepción de que existe un ámbito de vinculación con el Ejecutivo Federal; podrá haber poca capacidad y ausencia de resultados, pero se le tiene confianza.

En el otro polo la reivindicación del pluralismo democrático y las ventajas de la separación de poderes y los contrapesos, el planteamiento de grandes acuerdos nacionales para hacer frente a la inseguridad y a la pandemia, la apertura a las expresiones críticas de la sociedad, la exigencia de reglas de operación para los programas sociales y métodos para medir y evaluar el impacto de los subsidios directos y el señalamiento de fallas relevantes, como la generación de incertidumbre económica y sus consecuencias, el desastroso manejo de la pandemia y la inseguridad pública en múltiples zonas del territorio nacional.

Para el contraste, ¿cuál es el futuro previsible del proyecto en marcha? ¿La visión unilateral que subordina e incluso suprime otras? ¿Estancamiento económico y social, pero con la multiplicación de recursos de subsistencia otorgados por el gobierno?

Pinto los extremos de quienes han adoptado un punto de vista sobre la marcha de los asuntos públicos y la propuesta del Ejecutivo de la Unión, o en torno al planteamiento de acotarlo con los contrapesos de otras esferas de poder.

Con su participación, quienes hasta ahora no se ubican en uno u otro lado; quienes ocupan el centro en esta tendencia a la polarización, habrán de establecer en cada municipio, alcaldía, diputación local, gubernatura y diputación federal a qué persona y opción le otorgarán la responsabilidad de actuar.

Resalto el valor del equilibrio o de los equilibrios en el ejercicio del poder público y de su existencia para la evaluación de la gestión y la rendición de cuentas. El diseño constitucional de la división de poderes y de la distribución de facultades entre órdenes de gobierno era uno antes de la aparición de los modernos partidos y es otro con estas formaciones políticas. Con éstas y la identidad de pensamiento y compromisos de sus integrantes en la titularidad de las funciones públicas, la ética de la responsabilidad puede relajarse y diluirse el equilibrio del diseño.

Si en el ámbito que ocupan las clases medias los empleos se pierden, los ingresos y la capacidad de compra de las familias se deterioran, la calidad de los servicios públicos disminuye e incluso algunos desaparecen, las mujeres enfrentan mayor violencia y el temor a la inseguridad es constante, los equilibrios en el ejercicio del poder son parte necesaria de la politización de los problemas y de la búsqueda de sus soluciones.

El pensamiento de las clases medias al respecto y su voto es el mensaje indispensable para el sistema de partidos y para el sistema político. Su participación inclinará el mensaje de las urnas.

Sin carta de navegación. ¿Comprenderá el secretario de Marina que los jueces no están para ayudarlo ni debe hablar sobre ellos como quizás se dirija a sus subordinados? Los problemas son otros: actuar sin sustento y hablar sin saber.