Los grupos gobernantes de cada país del mundo mantienen la hegemonía política mediante la acción gubernamental y la difusión de sus doctrinas (las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época, escribieron Marx y Engels) por medio de la educación y la cultura. Para que las clases subalternas acepten como válido el pensamiento preponderante, las elites incorporan parte de sus nociones y símbolos. También, con el ánimo de legitimar su dominio, en las sociedades democráticas se permiten debates y controversias ideológicas y políticas.
Y, sí, en las democracias se aspira a que la mayoría de los ciudadanos reciban educación escolar, forjen su carácter, adquieran los atributos de la ciudadanía responsable y se adiestren en el dominio de habilidades prácticas. Por lo regular hay pluralidad cultural. En los regímenes totalitarios o dictatoriales los gobernantes aspiran al pensamiento único, a que sus ideas sean aceptadas como verdades categóricas, casi absolutas. Allí impera el dogma sobre la razón.
En la mañanera del 13 de enero, Delfina Gómez Álvarez, la jefa de la Secretaría de Educación Pública, acompañada por funcionarios de la SEP y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, presentó la Biblioteca Centenaria con 172 títulos que editoriales privadas y el Fondo de Cultura Económica publicaron. Son texto de ficción o divulgación. Además, los compiladores presentaron dos nuevas antologías: México grandeza y diversidad e Historia del pueblo mexicano.
El tema es trascendente y tiene dos vertientes encontradas. La primera es una prestación material para alumnos y docentes del sistema escolar público con libros cuyos propósitos son meritorios, como fomentar la lectura, alentar la divulgación de la ciencia, favorecer el apoyo socioemocional y animar el avance de la tecnología. Incluso, esta colección acaso rememore —y no del todo de manera involuntaria— la Biblioteca Enciclopédica Popular que instituyó Jaime Torres Bodet en su primer ejercicio como secretario de Educación Pública, en los 1940. Él a su vez se inspiró en los 17 clásicos de la literatura que José Vasconcelos mandó traducir siendo rector de la Universidad Nacional de México y publicó por millares desde la SEP.
La segunda vertiente persigue fines ideológicos manifiestos: glorificar a la Cuarta Transformación, rendir pleitesía a los héroes favoritos del presidente López Obrador y señales de fomento al culto de su personalidad. En el corto lapso trascurrido no tuve tiempo de revisarlos a fondo, pero la trasparencia en los textos —bien redactados y con cuidado editorial, por cierto— revelan con refulgencia esos propósitos.
Diego Prieto Hernández, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, junto con Aída Castilleja González, compilaron México grandeza y diversidad contiene iconografías de maravilla, con lo mejor del arte gráfico nacional. Una edición de lujo, patrocinada por la Presidencia de la República. Aquí la austeridad republicana no se exterioriza. En los 10 primeros capítulos los autores analizan el territorio y la naturaleza, los orígenes y culturas de las principales naciones indígenas, la conquista y el periodo colonial. Los siguientes 9 ensayos van al grano de lo que el presidente llama las tres transformaciones y remata con un relato de Armando Bartra, “Una nueva esperanza”, que es la apología del caudillo, Andrés Manuel López Obrador. Atención, no todos los textos de este volumen son tendenciosos, hay análisis serenos y documentados.
La Historia del pueblo mexicano retrata de manera más explícita los afanes de transmisión ideológica. Llegan como eco añoranzas de la “lucha de clases” y la conquista del poder, ya no por el proletariado, sino por el pueblo bueno. Eduardo Villegas Megías, coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México, Oficina de la Presidencia de la República, y Felipe Ávila, director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México compilaron el ejemplar. La ilustración de la portada es Rafael Barajas, El Fisgón. Los autores se identifican más con la 4T y pudiera decirse que retratan la esencia del conocimiento oficial. Los fondos para la impresión salieron de la Lotería Nacional.
El mismo presidente López Obrador, en la Presentación de la obra, despliega el manifiesto ideológico:
La Independencia, la Reforma y la Revolución son historias tejidas con las vidas de hombres y mujeres que enfrentaron al poder político y económico defendiendo ideales de libertad, justicia, igualdad y fraternidad. Este libro busca contar las luchas y sufrimientos de todos ellos: indígenas, mujeres, afrodescendientes, trabajadores y estudiantes que han sido con frecuencia omitidos de las narraciones oficiales. Sin embargo, el papel del pueblo de México siempre fue fundamental en las primeras tres transformaciones. Y, sin duda, es ahora la clave en la cuarta transformación.
¿Quién sabe que tanto efecto tenga la Biblioteca Centenaria en las escuelas? Hasta la fecha, los diferentes programas de alfabetización y fomento a la lectura han rendido frutos magros, nunca los anunciados. Sin embargo, hay progreso. Sospecho que los dos libros que pretenden legitimar a la 4T y ensalzar a Andrés Manuel López Obrador serán objeto para presumir en los libreros de los fieles. Contribuyen poco a la hegemonía cultural. Las mañaneras no, allí la doctrina avasalla a la razón.


