El próximo domingo 10 de abril se llevará a cabo (por primera vez en nuestro país) el proceso de revocación de mandato, un ejercicio de participación ciudadana y de control ciudadano (o democrático) del poder. En el mismo podremos participar todas y todos los mexicanos mayores de 18 años con credencial de elector con fotografía vigente.

La pregunta que se someterá a consulta y que aparecerá en las boletas después de muchas discusiones e incluso impugnaciones legales que en su momento llegaron a ser incluso del conocimiento de la SCJN es: ¿estás de acuerdo en que Andrés Manuel López Obrados, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o que sigan en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo?

Y a esta pregunta, la ciudadanía podrá responder únicamente a partir de dos opciones, la primera que se le revoque el mandato por pérdida de la confianza y la segunda, que siga en la presidencia de la República.

Personalmente me había resistido a escribir de este tema, no por falta de interés ni mucho menos por considerarlo poco relevante, pues forma parte nada más y nada menos que del catálogo de derechos políticos de la ciudadanía; sino porque en nuestro país al abordarse este tema lo que prevalece es la estridencia y la descalificación colectiva, afloran las polarizaciones más radicales.

Las y los ciudadanos hemos leído y escuchado de todo, se habla de que estamos frente a una “simulación de mandato”, que es un procedimiento “provocatorio”, que se trata de un ejercicio de movilización de Morena, o que es un ejercicio para hacer propaganda a favor de Andrés Manuel López Obrador; qué si debemos participar, que mejor debemos abstenernos. Se escuchan, se leen y se replican argumentos en pro y en contra de que nuestro actual presidente se quede o “se vaya”; argumentos en pro y en contra de la participación en este proceso.

Y es precisamente esta última consideración la que resulta más relevante. Y esto es así, pues es precisamente el tema de la participación ciudadana en este procedimiento histórico de revocación de mandato, lo que debería estar en el centro del debate. Y la reflexión que sin duda debemos plantearnos es si se trata o no de una oportunidad para la ciudadanía de demostrar sus preferencias.

Por que lo cierto es que, ¡la revocación de mandato va! ¡se va a hacer! la pregunta es si las y los ciudadanos vamos a acudir o no a votar. Lo relevante es qué vamos a hacer las y los ciudadanos con un instrumento democrático como el de la revocación de mandato en nuestras manos, si por ejemplo, según una encuesta presentada por el periódico El Financiero, si todas las personas con derecho a votar, lo hicieran este domingo 10 de abril, el 42% votaría porque se le revocara el mandato al Presidente. Este dato parece ser relevante y sin embargo no ha generado eco entre quienes exhortan a la ciudadanía a abstenerse de participar. Convocan a participar los que hoy gobiernan y llaman a la abstinencia quienes están en la oposición, lo que parece ser un reflejo del mundo al revés.

La consulta de revocación de mandato es un derecho político de la ciudadanía, es un procedimiento de participación ciudadana para resolver de manera anticipada la remoción del Presidente de la República por perdida de confianza y se encuentra  regulada en el artículo 35 fracción IX de la Constitución, a partir de una reforma constitucional aprobada en 2019 e impulsada por el propio presidente de la República quien como premisa de campaña (e incluso a la fecha) sostiene que “el pueblo pone y el pueblo quita”.

Así, se reconoce como un derecho constitucional de la ciudadanía, participar en el proceso de revocación de mandato conforme a las bases que el propio artículo 35 constitucional establece. Si bien es cierto que de acuerdo a la norma constitucional, la revocación de mandato tiene por objeto revocar el mandato otorgado al Presidente de la República por lo que podríamos denominar mal desempeño, y a que el proceso de revocación de mandato sea convocado a solicitud de quienes desean revocar el mandato del presidente, lo cierto es que en la especie quien solicitó la revocación de mandato, fue el propio Presidente de la República, sus seguidores, y en general quienes acompañan a la llamada 4T para expresarle su apoyo para decirle que “no está solo”.

No obstante, ello, ni la Constitución ni las leyes prevén un procedimiento para expresarle el apoyo y confianza al Presidente para que continúe en el cargo, como tampoco hay un procedimiento para ratificar el nombramiento del presidente de la República. Es por este tipo de consideraciones qué hay quienes consideran que se trata de un proceso simulado, de un acto en fraude al pueblo, pues se le pretende engañar diciendo que lo que se quiere es realizar un proceso de revocación de mandato, cuando lo que en realidad se quiere es confirmar el mandato del presidente López Obrador.

Al día de hoy, lo cierto es que el INE ha cumplido con sus obligaciones para que la consulta de revocación de mandato pueda llevarse a cabo y tenga verificativo el próximo domingo 10 de abril, no obstante ha sido muy cuestionado y desafortunadamente descalificado en innumerables ocasiones. Esto sin duda poco abona a la democracia.

La Constitución exige además un mínimo de participación ciudadana para que los resultados sean vinculantes, esto es, es necesario que participe el 40% de la lista nominal para que los resultados de la consulta de revocación sean obligatorios; lo que equivale a cerca de 32 millones de ciudadanos y ciudadanas.

Y al final del día, será el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación quien determine la validez del ejercicio y la vinculatoriedad o no de la consulta de revocación; pues además de que es el órgano límite, si hacemos una recapitulación objetiva, la consulta de revocación que se celebrará el próximo domingo ha estado plagada de polémicas e impugnaciones relativas tanto a su contenido como a sus alcances. Así hemos visto impugnaciones de constitucionalidad de la ley secundaria e incluso impugnaciones relativas a la falta de presupuesto para que el INE pudiera llevar a cabo la consulta.

Personalmente creo (y lamento) que, sigamos viviendo inmersos en las polarizaciones. Que siendo la participación ciudadana lo que verdaderamente fortalece a las democracias, en nuestro país se siga utilizando y manipulando a la ciudadanía con fines de culto a los egos y con base en consignas partidistas. Filias y fobias lo van enredando todo. Y al final lo que verdaderamente terminamos sacrificando es la participación ciudadana y con eso la voluntad ciudadana queda aniquilada al igual que las democracias.

En esta consulta de revocación se están usando millones de pesos de nuestros impuestos, de suerte que la consulta puede ser mala, buena, manipulada, absurda, inútil, como la queramos calificar o descalificar, pero lo que es innegable es que para poder realizarla se utilizan recursos públicos, y como ciudadanía deberíamos ser mucho más responsables con la utilización de nuestros recursos; y consecuentemente ser más responsable, más exigentes y participativos.

Por ello, mucho más allá de los debates en torno a las intenciones ocultas de la consulta de revocación, al porque quienes insisten en la participación son quienes la lógica indicaría deberían estar a favor del abstencionismo, me parece relevante destacar que las posibilidades que los mecanismos de participación democrática directa generan son muy grandes, cuando menos a futuro, pues permite que quienes tradicionalmente quedaban fuera de la deliberación pública (las y los ciudadanos), puedan participar de manera más destacada en los asuntos de su interés.

Y es precisamente por esta última consideración que hay a quienes les resulta sumamente importante participar en la consulta de revocación de mandato, puesto que se trata de una herramienta de democracia participativa y como tal es una herramienta que fortalece la idea, el uso, el ejercicio  de elegir. Lo cierto es que la decisión de participar o no en la consulta el próximo domingo, le compete a cada uno de las y los ciudadanos.

Debe ser resultado de su propia valoración no solo de los aparentes extremos que nos llevan a la continuidad de la autodenominada cuarta transformación o a su interrupción por perdida de confianza en quien encabeza dicha transformación. En última instancia cada quien puede (y debe) decidir si el momento para evidenciar la perdida de confianza o el rechazo al gobernante en turno es este domingo 10 de abril o si prefiere esperar a 2024 para hacerlo. Como dicen, ¡al tiempo!