Nuestra vecindad con Estados Unidos nunca ha sido cómoda ni mucho menos. Hay una larga historia con momentos muy amargos para los mexicanos y esa impronta no se ha podido neutralizar en más de siglo y medio de relaciones complicadas. En el caso de Canadá, su vecindad —en todos los sentidos— es más distante y en los nuevos tiempos prácticamente se ha iniciado a partir de muy poco.
Ahora bien, nuestra frontera norte, con una respetuosa disculpa para nuestros entrañables amigos de América Central, es decisiva para nuestro país. Y, por cierto, más importante para los centroamericanos que la frontera de ellos con México. En ese sentido, tal vez la disculpa no era tan necesaria. De vuelta a nuestro tema, se debe insistir en que las relaciones y los asuntos de actualidad están llenos de complejidades.
Cuando hay reuniones en la cumbre, particularmente en esta zona del planeta, no se puede abusar de las expectativas. En estos encuentros no se toman decisiones trascendentales y con frecuencia no se aborda los grandes temas de interés regional. Sin embargo, suelen ser provechosas porque los temas esenciales se destacan aun cuando, paradójicamente, no estén en la agenda multilateral. Los problemas más serios son examinados o discutidos por los equipos de la diplomacia de cada país, generalmente formados por personas de muy alta especialización en los temas.
Por eso mismo, quienes esperaban declaraciones espectaculares en la reunión final estaban, por desgracia, en un error. Los mexicanos sabemos que hay diversas discrepancias en el tratamiento de los asuntos. Para Estados Unidos, por ejemplo, la migración se ve como un alto riesgo y, por eso mismo, es un asunto con muchas implicaciones en los procesos electorales. Cuando hay una crisis humanitaria como la de ahora, el tema se convierte en una provisión de proyectiles para atacar al gobierno en turno, ya sea de los demócratas o de los republicanos.
Para Canadá, el asunto no tiene la misma relevancia o, por lo menos, no es un asunto de alto peso específico en los procesos políticos de aquel país. Por eso mismo, puede ser un interlocutor más consistente a la hora de tratar el problema. En cuanto a México, la migración tiene implicaciones humanitarias, políticas, económicas y geopolíticas. Tomar una decisión al respecto constituye un alto riesgo, sea cual sea su orientación y su sentido. Es decir, el gobierno mexicano puede quedar mal con todos y los mexicanos debemos entenderlo.
Lo que resalta en la cumbre es que los grandes problemas tienen posibles soluciones políticas y no de otra naturaleza. Es importante que las diferencias se conviertan en asuntos de Estado y no se debatan en las arenas de la fuerza o de los intereses económicos particulares. Por eso es importante que los involucrados sean gobiernos confiables y con el apoyo decidido de sus respectivos ciudadanos.
Por eso es importante que los mexicanos, de cualquier orientación política, hagamos un frente común para apoyar a nuestras instituciones a la hora de defender los intereses nacionales. Seguramente, nuestras diferencias no son tan graves para no coincidir en la percepción de que defender los intereses del país no es nada fácil. Los poderes transnacionales son muy fuertes e incluso están por arriba de los poderes institucionales y esa condición, hace que hacer frente a los problemas de la región sea complicado y los éxitos no están a la vuelta de la esquina. La tarea no es fácil y requiere una comprensión que sume las coincidencias y se dejen las diferencias políticas para otro tiempo. Quienes perciban que el país debe estar unido tienen la palabra.
@bonifaz49