Sin convicción para hacer la autocrítica, las dirigencias nacionales del PAN y del PRI se apresuran a correr cuando el tiempo marcaría aguardar a todos para llegar en conjunto y en armonía. Cualquier observador podría señalar que una realidad presente hoy en nuestro país es la crisis del sistema de partidos e, incluso, el desprestigio en general de las formaciones partidarias.

Por supuesto que son organizaciones políticas indispensables en los regímenes democráticos modernos y es mejor contar con ellos que carecer de su presencia. No es reproche a la función con la cual se les concibe lo que hace la sociedad, sino rechazo expuesto de muchas formas por su distancia -precisamente- del papel que les corresponde.

En la recta final del período legal previsto por la legislación de los estados de Coahuila y de México, la otrora coalición Va por México de 2021 anunció la voluntad de coligarse en los comicios para renovar a los titulares de los respectivos poderes ejecutivos. Relevante y oportuno. En lo noticioso es el “resurgimiento” del compromiso aliancista entre esos partidos, luego de la votación de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados en septiembre último para aprobar la prórroga de 2024 a 2028 de la facultad presidencial para disponer de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública. Anunciaron una inadecuada moratoria constitucional para abandonarla cuando fue más conveniente.

Se hace público el compromiso alcanzado para ir juntos en dos entidades donde la mayor fortaleza históricamente la ha tenido y la tiene el PRI. Un acuerdo relevante porque establece la competitividad de las candidaturas que postularán, con base en el reconocimiento implícito de que las personas con mayor oportunidad de triunfo que militan en el PRI. Hasta ahí es el momento para la culminación de un proceso político en marcha desde algún tiempo atrás.

Lo novedoso fue la difusión dada a otros compromisos asumidos para comicios donde no han madurado y menos culminado los procesos políticos para desembocar en coaliciones y candidaturas. Y no porque no deba seguirse esa estrategia, sino porque no sólo olvidaron al partido ahí representado -el PRD-, al tiempo de enviar una señal negativa a la sociedad civil y a las expresiones de personas sin militancia ni lealtad partidista: las y los votantes independientes.

Se anunció que así como el PRI aplicaría su normatividad para concretar las postulaciones de las coaliciones electorales en los estados de Coahuila y de México -decidida entonces prácticamente a favor de priistas- el PAN haría lo propio y estaría a cargo de gestionar los procesos de postulación de las candidaturas a la presidencia de la República y a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, aportándose al lenguaje la palabra “siglar” al transformar en verbo el sustantivo siglas; se entendió que ambos procesos se darían bajo las siglas y procedimientos del PAN; con razón el inquilino de Palacio Nacional lo comentó con la sorna de que el PRI ya había chupado faros. Y no parece ser el único por la condición en la cual las dirigencias colocaron a los partidos no partícipes ni heraldos de los compromisos.

¿Habrán percibido una fortaleza mayor a la que reportan las múltiples encuestas de opinión? ¿Habrán considerado que otras fuerzas y expresiones no tenían representatividad o presencia social suficiente para sentarse a dialogar y construir los acuerdos? Ante una u otra interrogante, la apreciación objetiva revela que el éxito electoral futuro requiere de otras fuerzas partidistas -empezando por el PRD ahí presente y no conforme- y de los grupos y las expresiones sociales que promueven la participación de la ciudadanía carente de militancia o de simpatía específica por algún partido. Esta forma de proceder aleja -además- la posibilidad de que Movimiento Ciudadano encontrara espacios de convergencia para una alianza de todas las fuerzas de oposición al gobierno en turno.

Es indudable que construir y concretar una coalición electoral implica tiempo, multiplicidad de cuestiones (tipo de coalición, órganos de gobierno y de gestión de recursos, aportaciones para el financiamiento, uso de tiempos en radio y televisión, elaboración de la plataforma electoral y distribución de responsabilidades en las candidaturas, especialmente al Congreso, entre otras) y medición de las expectativa de votación en el tiempo más cercano posible al registro de las candidaturas. Es una tarea que debe iniciarse y consolidarse oportunamente, ¿pero con poco más de ocho meses de antelación con la norma electoral vigente y casi diez con la reforma electoral que se aprobará finalmente por la mayoría senatorial?

Adelantar los tiempos sin contemplar un horizonte de opciones más amplias, particularmente en el plano de las organizaciones y grupos de la sociedad que se han manifestado a favor de la gran alianza ciudadana y que la promueven e impulsan parece favorecer exclusivamente a las dirigencias anunciantes de la coalición futura, a partir de una premisa: la atribución legal establecida y desarrollada estatutariamente en cada caso para solicitar el registro de la candidatura presidencial y de las demás.

Es cierto que está presente el derecho político de la ciudadanía interesada en participar en los comicios presidenciales con base en la candidatura independiente o sin partido, pero recurrir a ello haría preguntarse si no es un contrasentido plantear y promover la alianza para resolver a favor de una candidatura independiente que tendería a multiplicar la o las opciones de la oposición y a dividir el voto ciudadano que no desee refrendar en la presidencia de la República a una persona postulada por Morena. Quizás haya incluso un reto implícito, pues si el medio -los partidos de la futura coalición- no les satisface por las condiciones que hacen públicas, ahí está la otra vía.

Como el vehículo está constituido por los partidos, la candidatura -quien lo conduciría, si me acepta el símil- se decidirá sin considerar a cabalidad el suministro de combustible, ya que alcanzará hasta el límite de lo que traen en el tanque esas formaciones partidarias.

¿Acaso se partió de un olvido intencionado o de un supuesto no acreditado? ¿Son los votos recibidos por el PAN, el PRI y PRD para la renovación de la Cámara de Diputados en 2021 la expresión convencida de esa ciudadanía a favor de dichas organizaciones y sus candidaturas o mayoritariamente a favor la posibilidad de construir una opción viable frente al partido oficial y su coalición en esa Cámara? ¿A cuánto asciende el rechazo hacia Morena para ir electoralmente al polo opositor del PAN, PRI y PRD?

Se antoja que en un escenario donde Morena y sus aliados están a cargo de los poderes ejecutivos de 22 entidades federativas -y además los reúnen en la Secretaría de Gobernación para ir dando “cauce” a una elección desde y para el poder en turno-, la exclusión anticipada de otras fuerzas políticas y de la sociedad civil organizada de la conformación de una amplia alianza ciudadana es una acción táctica que debilita las posibilidades de las oposiciones.

El tiempo de la sucesión adelantada fue impuesto desde la presidencia de la República para construir la candidatura de su movimiento ante el resultado electoral de 2021, la ausencia de resultados gubernamentales para esa parte de la ciudadanía que votó por Morena en 2018 y ya no lo hizo en la siguiente elección federal y la encrucijada de hacer crecer a la carta que se ha dibujado como más conveniente.

En las oposiciones en cuestión se entró al juego sin orden; hay multiplicidad de opciones, no hay acuerdos esenciales o de base, tampoco parece que existan con la sociedad civil que emergió en 2021 para respaldar el contrapeso y ahora la atención está en el método para hacer la postulación bajo el dominio de un partido, al menos en el imaginario colectivo de esos sectores. Se percibe dispersión, falta de solidez, ausencia de definición de los ejes y trazos necesarios de la propuesta que vaya más allá de señalar el daño ya causado al país por el Ejecutivo en turno. No se anunció un acuerdo entre partidos para ir en coalición a la elección presidencial; se presentó un entendimiento de sobrevivencia de dos cúpulas. ¿Amanecerá más temprano?