El país, en un escenario mundial complicado, pasa por un tiempo de dificultades. Seguramente, negarlo contribuiría a formar una nueva dificultad para las y los mexicanos. Estamos en un marco histórico mundial que, como todo en la historia, no era posible prevenir y no fue previsto. He ahí una de las fuentes de nuestros males. Sin embargo, dejar toda la explicación al acontecer externo también sería un elemento de nuevas dificultades para entender nuestra realidad y, en consecuencia, para enfrentar los problemas que deben enfrentarse. En ese orden, lo que sucede en nuestro país también se explica por el proceso social y político interno de los mexicanos. Necesitamos entenderlo así, para reducir el riesgo de las polarizaciones que nunca van a beneficiar a nadie.

La diferencia es que ahora muchos de los problemas se derivan de un esfuerzo por hacer cambios reales en la formación social mexicana imperante. Por supuesto, como un ejemplo, si se pretende dar pasos hacia una sociedad menos desigual, habrá necesidad de afectar las finanzas públicas y, de la misma manera, los intereses particulares. Si se busca una nueva vertiente de ingresos fiscales, seguramente habrá de afectarse los ingresos de contribuyentes que antes permanecían intocables. Si se quiere llevar la ley a lugares que antes permanecían al margen, seguramente habrá daños colaterales que no pasarán desapercibidos.

La Cuarta Transformación busca reducir —y con el tiempo eliminar— la irregularidad en el manejo de los asuntos públicos y esta intención choca contra los ánimos de una red de corrupción —con orígenes muy plurales— largamente enraizada en el territorio mexicano. Los beneficiarios de este esquema turbio no van a permanecer en silencio ni van a dejar de accionar para mantener o recuperar sus privilegios. Es natural que reaccionen, a veces violentamente, y que promuevan problemas de diferente naturaleza para debilitar al Gobierno en sus diversas expresiones.

Un gobierno débil no es un buen acompañante para construir una sociedad distinta. Sin una fuerza institucional eficaz no es posible llevar a cabo los cambios que el tiempo y la historia del país han hecho indispensables. Empero, en el caso de nuestro país, la fuerza del Gobierno debe provenir de la legitimidad procedente de los grandes grupos sociales en el territorio mexicano. Este consenso a favor de las transformaciones no puede ser absoluto, porque la unanimidad es un producto autoritario, y se tiene una disidencia a la que, por supuesto, es necesario respetar y exigirle que sea respetuosa de los pensamientos nacionales diversos.

Con toda seguridad, la Cuarta Transformación va a seguir teniendo tropiezos, porque toda propuesta de cambios tiene múltiples obstáculos que superar. Tenemos inercias complejas provenientes de fuerzas gravitacionales que no van a borrarse de la noche a la mañana y, si se neutralizan, de todas maneras van a dejar alguna impronta. Por eso mismo, cuando surgen dificultades, con diversos grados de gravedad, debemos situarlas en sus entornos adecuados. Quien tema a los tropiezos no debe pensar en las alturas. Si se quiere llegar a nuevos destinos no se deben esperar solamente calzadas reales. “Camino con AMLO”.

@Bonifaz49