El presidente así se expresó, describiendo que luego de tener un váguido, el general secretario quería llevarlo al hospital y entonces los charolé, se opuso y sentado en un sillón le pusieron suero y se recuperó. Aunque acotó que fue trasladado a la Ciudad de México en una ambulancia militar.
Después de esos detalles en torno a su tercer contagio de COVID, tiró un largo choro sobre historia y además descalificó a los que lo dieron por muerto, exaltando su tenacidad, su largo camino por el país y su amor por nuestro querido pueblo de México.
Esta aparición pública del presidente hubiese sido contundente, para evitar las especulaciones y rumores derivadas de las diversas versiones dadas por su vocero, el secretario de gobernación y el de salud, donde negaron el vaguido o desmayo y el traslado en ambulancia militar a la Ciudad de México.
En pocas palabras el estilo soviético del manejo de la información de la salud del presidente ha sido la constante durante la gestión de Andrés Manuel López Obrador.
No deja de llamar la atención que el presidente tuviese que charolear al secretario de la defensa Luis Crescencio Sandoval González, para recordarle quién es el jefe del Estado y comandante de las Fuerzas Armadas, dado el inmenso poder que han acumulado, al grado que el presidente consideró irrelevante la información de viajes ostentosos del General y su familia.
Ante muchos casos de atropello de las fuerzas armadas tanto en el presente como en el pasado, el presidente no se cansa de exaltarlas como pueblo vestido de uniforme, convalidando la negativa de las mismas para abrir sus archivos en múltiples casos, el más significativo es el de los crímenes de Iguala contra los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014.
Esa protección a las fuerzas armadas ha merecido la protesta de organismos nacionales e internacionales de derechos humanos.
El caso más emblemático de esa conducta de protección a las fuerzas armadas, que es muy cercana a la complicidad del presidente con las mismas, es el de la contradictoria actitud de AMLO ante la detención del general Cienfuegos en los Ángeles y su posterior repatriación a México, que ha sido muy bien documentada en el libro A sus órdenes mi general por el reportero y corresponsal de la Revista Proceso en Washington J. Jesús Esquivel.
No es tan insensato preguntar qué pasa en Palacio y quien da las órdenes.
Tan no lo es, que el propio presidente tuvo que charolear, para poner en su lugar al General Secretario Luis Crescencio Sandoval.
Pero el tema es mucho más grave, como lo demuestra la respuesta iracunda del presidente a la Suprema Corte de Justicia ante la cuestión del mandato civil de la Guardia Nacional establecido en la Constitución, vulnerada de facto por AMLO.
Sin el menor rubor ha declarado que va a enviar una nueva iniciativa de reforma constitucional el 1 de septiembre de 2024, para hacer permanente el mando de la SEDENA a la Guardia Nacional, para conseguir la mayoría calificada que se requiere, ha llamado abiertamente a votar por MORENA y sus aliados en las elecciones legislativas de se año, interviniendo de manera grosera desde la presidencia y convirtiéndose en jefe de campaña de una alianza política, lo que contradice su papel como Jefe de Estado que constitucionalmente debe ser imparcial en las disputas electorales.
Es evidente una trayectoria de tendencia creciente del poder otorgado a las fuerzas armadas por el presidente López Obrador.
Todas las funciones ajenas a su función constitucional, al otorgarles el manejo de aduanas de puertos, de construcción de aeropuertos, ferrocarriles y tantas más, llegando al extremo de incluirlas para que formen parte del organismo que lo sustituye en las reformas que desaparecen al CONACYT, que han sido aprobadas en fast track por los diputados.
Los afanes abiertos de AMLO de trazar normas que trascienden su periodo, sumados a las concesiones otorgadas a las fuerzas militares, configuran una estrategia de Maximato.
Maximato con mano militar, parece ser el legado de la llamada 4 T, ante los fracasos estruendosos en todos los ámbitos, como lo es el estrepitoso derrumbe del sistema de salud que llegó al extremo de cinismo por parte de los diputados de MORENA de decretar el fin del llamado INSABI, sin tener el menor rigor para revisar la torpeza mayúscula del gobierno ante la salud pública, que generó decenas de miles de víctimas tanto por el COVID como las sufridas por los enfermos de cáncer, específicamente los niños.
Una presidencia despótica, soberbia tiene en su estrategia de impunidad necesidad de darle un inmenso poder a los militares.
La cuestión es que tanto será irreversible ese poderío militar al fin del sexenio de AMLO.
Es casi una certidumbre, que los militares no van a aceptar un retorno a la situación anterior.
Paradójicamente AMLO está dejando una herencia contradictoria con todo lo que prometió: una militarización insólita; un pavoroso crecimiento de la violencia con cifras superiores en muertos y desaparecidos a los sexenios de Calderón y Peña Nieto; crecimiento de los feminicidios, adelgazamiento del estado mucho mayor que el habido en el periodo neoliberal que tanto dice combatir; una subordinación escandalosa a las políticas contra los migrantes de los Estados Unidos; cero inversión productiva; proyectos majestuosos contra el medio ambiente y las comunidades; ofensiva sistemática contra las universidades y su autonomía; reducción drástica en materia de cultura y de ciencia; sometimiento a los grandes capitales y además predominio del PRI-AN en los gobiernos de los estados y de los representantes en el Congreso de la Unión y los Congresos Estatales.
Esta estrategia de Maximato con mano militar es un peligroso legado de AMLO para el país.