El Día del Trabajo fue un día de trabajo para el Presidente Andrés Manuel López Obrador. El principal evento de la jornada fue el encuentro con los dirigentes sindicales de todo el país y de todas las expresiones políticas. En esa reunión, el Presidente de la República pronunció un discurso que es necesario examinar y, por supuesto, tener una opinión libre al respecto. En ese tenor, es importante destacar algunas líneas del texto presidencial.

El Presidente hizo un recuento histórico de los acontecimientos de mayo de 1886 en la ciudad de Chicago, en Estados Unidos. Se trató de una verdadera gesta de héroes y de un viaje a la cima de la explotación del hombre por el hombre. La frase de José Martí, citada por el Presidente no deja dudas sobre los grandes héroes del trabajo en uno de los espacios centrales del desarrollo capitalista.

Los hechos violentos en América del Norte se reflejaban también en los ánimos de los trabajadores de otras latitudes. En nuestro país había un gobierno dictatorial pero todavía con algún consenso en la opinión de los trabajadores. Ellos tenían la extraña esperanza de que el Presidente Porfirio Díaz los apoyara. Así, en 1892 los obreros del Valle de México, —inscritos en una de las primeras organizaciones de trabajadores en el país— dirigieron una carta al Presidente, pidiéndole volver los ojos a las condiciones de vida para los mexicanos que laboraban en los establecimientos fabriles urbanos. Por supuesto, no hubo ninguna respuesta.

Lo que sucedió fue un aumento en las tensiones y de los conflictos laborales a partir de entonces. Entre ellos están los más conocidos, el de los mineros de Cananea en 1906 y el de los trabajadores textiles en Río Blanco en 1907. En uno y otro caso, la reacción del gobierno fue la de reprimir y esta represión fue uno de los componentes para los ánimos rebeldes que siguieron hasta 1910. Es decir, cuando una revolución social y política terminó con la dictadura. En 1917 se promulgó la Constitución, con el Artículo 123 que otorgaba múltiples derechos a los trabajadores del campo y de la ciudad.

Sin embargo —con algunas excepciones como la creación del IMSS y de los Tribunales de la federación en materia laboral— las leyes que beneficiaban a los trabajadores fueron hechas a un lado. Los gobiernos mexicanos generados por la Revolución Mexicana, con excepción de Cárdenas, siguieron a pie de la letra la consigna del mercado en el sentido de abaratar los costos de producción.

Inclusive, los gobiernos neoliberales prohibieron a algunos empresarios que pretendían subir los salarios tomar esa medida, porque hacia el interior generaría un proceso inflacionario en espiral y hacia el exterior la economía mexicana sería menos competitiva. El neoliberalismo estaba para servir al patrón.

Por ese motivo se requiere un cambio en el país y es hora de comenzar en el plano laboral. El Presidente hizo referencia a tres puntos importantes: el incremento en un 90 por ciento real a los salarios mínimos; los contratos colectivos con la participación de las organizaciones laborales y la democracia sindical que permitirá a los trabajadores construir un sindicalismo libre e independiente. Estas medidas son parte del movimiento hacia una mejor condición de trabajo y de vida para los mexicanos organizados. Todavía no se ha llegado a la meta, pero el camino se ha iniciado. El futuro para los trabajadores es, para decir lo menos, esperanzador.

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