El nombre de Alain Delon (Sceaux, a las afueras de París, 1935-Douchy-Montcorbon, 2024) está indisolublementre ligado a grandes clásicos de la cinematografía mundial, en su mayoría de la década de los sesenta, cuando se convirtió en sex symbol pero también en un formidable actor de carácter, entre otros, A pleno sol, de René Clément, y Rocco y sus hermanos y El gatopardo ––a partir de la estupenda novela homónima del siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa––, de Luchino Visconti, y El eclipse, de Michelangelo Antonioni, y El silencio de un hombre, de Jean-Pierre Melville. Presente en las pantallas hasta muy entrado el nuevo milenio, sería de igual modo figura neurálgica de esos otros ya filmes de culto La piscina, de Jacques Deray, y El otro Señor Klein, de Joseph Losey, y Nuestra historia, de Bertrand Blier.
De la mano de la actriz Brigitte Auber empezó a ir al Festival Internacional de Cannes en la década de los cincuenta, donde conoció al productor norteamericano David Selznick que le ofrecería un gran contrato para hacer cine en Estados Unidos, con la exigencia de que aprendiera inglés en un tiempo récord. Después de debutar con el director Yves Allégret en 1957, en realidad fue su hermano Marc Allégret quien lo convenció, después de filmar Una rubia peligrosa donde debutó su contemporáneo Jean-Paul Belmondo, de quedarse e iniciar una carrera en su propio país. Pero su primer papel principal fue con Pierre Gaspard-Huit, en la muy taquillera cinta Amoríos, de 1958, compartiendo créditos con su desde entonces pareja, por algunos años, la alemana Romy Schneider.
Su primer viaje a Norteamérica fue para promocionar la otra muy exitosa comedia Débiles mujeres, de Michel Boisrond, que fue un auténtico éxito en Francia y la primera película que fue exhibida en Estados Unidos. Ya una figura en 1960, en un tiempo récord de escasos tres años, Alain Delon protagonizaría casi al hilo esos ya arriba mencionados dos grandes clásicos que acabarían de consolidar su reputación internacional, el primero de ellos, A pleno sol, del muy talentoso René Clément, a partir del best seller El talento de Mr. Ripley, de una Patricia Highsmith que desde entonces se declaró ferviente admiradora del joven actor. Su sólida interpretación de Tom Ripley mereció elogios de la crítica especializada. El otro, Rocco y sus hermanos, del genial Luchino Visconti, lo consagró como un gran actor, y el reconocido crítico Bosley Crowther, de The New York Times, escribió que su interpretación resultaba “conmovedoramente flexible y expresiva”.
Sucesor de Gérard Philipe y Jean Marais, a escasos veintitantos años, muchos incluso llegaron a compararlo con el mítico James Dean. Su debut en el teatro, de por esos mismos años, fue con la obra Lástima que sea una prostituta, del notable poeta y dramaturgo inglés del renacimiento John Ford, con la misma Romy Schneider, en París, y bajo la dirección de su querido gran maestro, desde Rocco, Visconti. Después de la comedia política sin pena ni gloria ¡Qué alegría vivir!, otra vez con Clément, volvió a la ruta del éxito con Amores célebres, con un reparto de primera, al lado de Brigitte Bardot. Otro hito en su carrea fue el también ya citado El eclipse, bajo la batuta del gran Antonioni, con la no menos hermosa actriz italiana Monica Vitti, seguida del gran éxito El diablo y los diez mandamientos, junto a Danielle Darrieux.
Un nuevo contrato con MGM traería ese otro gran hito de la cinematografía mundial, El gatopardo, de 1963, otra vez con su dilecto maestro Visconti. Si bien el coprotagónico Gabin estaba destinado a Jean-Louis Trintignant, se sabe que Delon presionó para obtener el personaje, en un competido mundo en el que él mismo decía que no se puede andar con medias tintas, porque está hecho para los intrépidos, incluido el conocido desde entonces como “método Delon”, porque el actor tomó cartas en el asunto paara contribuir a la distribución de la cinta en otros mercados más distantes. La verdad es que Visconti también terminaría por equilibrar la balanza a su favor, lo que le agradecería de por vida. El trío conformado con Burt Lancaster y Claudia Cardinale fue muy afortunado. En 1964, la Cinémathèque Française realizó una muestra de sus películas y Delon fundó la productora Delbeau Production, junto a Georges Beaume. Convertido desde entonces en un auténtico latin lover en Hollywood, desde entonces se propuso hacer una película en Estados Unidos y otras en Europa cada año, si bien so siempre lo consiguió.
Después de seis películas en Hollywood, volvió a Francia para protagonizar Tres aventureros, junto a Lino Ventura. Fue una de las películas más exitosas de su filmografía, aunque pasó desapercibida en Estados Unidos. Entre sus proyectos estuvo volver con Visconti para rodar El extranjero, a partir de la famosa novela homónima del gran Albert Camus, pero por desgracia no se concretó. En cambio rodó El silencio de un hombre, Le Samouraï en su original en francés, con Jean-Pierre Melville, otro clásico y gran referente cinematográfico de la época. Entre éxitos y fracasos, aciertos y tropiezos, el ya mito Delon volvio a los primeros planos, en los noventas, al trabajar con el no menos grande Jean-Luc Godard, para protagonizar Nouvelle Vague, en la que interpreta a gemelos. De finales de esa misma década fue su última no menos especial participación en Uno de dos, de Patrice Leconte, después de lo cual anunció su retiro. En la edición del 2019 del Festival Internacional de Cannes recibió la Palma de Oro a su trayectoria y el festival organizó ese año una retrospectiva de su carrera. ¡Descanse en paz!