No, Donald Trump ya no está en campaña y esa circunstancia tiene dos lecturas. La primera es en el sentido de que solamente sigue una inercia porque a la mayor parte de los payasos honorarios —dicho con todo el respeto para quienes practican realmente esa profesión— les encantan los escenarios circenses.

La otra lectura lleva a concluir que, si no tiene nada que ganar electoralmente y continúa con ese lenguaje, es porque ahora sí puede hacer lo que quiere.  Además, sus propuestas, que a la mayor parte de los humanos nos parecen descabelladas, tienen en Estados Unidos una audiencia incondicional. Ya Octavio Paz señalaba que en nuestro vecino del norte los delirios de sus chiflados forman parte de una cultura muy compartida.

​Donald Trump ha lanzado dos dardos portadores de provocaciones. Uno se refiere a la incorporación de Canadá y México a la República estadounidense. Nos recuerda a Teddy Roosevelt en aquellos años del Destino Manifiesto y también nos hace pensar en la chifladura de creer —en serio— que Canadá y México son dos países bananeros.

La otra es la de cerrar la economía estadounidense y crear riquezas a partir de los aranceles. Como si estuviéramos en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, con sus Leyes de Cereales, cuando el mercantilismo calentaba las cabezas de pensadores y gobernantes.

​El primer delirio trumpista solamente nos lleva a una reflexión: ¿cuántos mexicanos estarían de acuerdo con el presidente electo de Estados Unidos? Seguramente, quienes piensan en ser el estado 51 de la Unión Americana no son una minoría como quisiéramos. Seguramente los atractivos del dólar son mucho mayores de lo que significa realmente, es sólo una moneda y es una variable dependiente de un proceso económico más complicado.

Es cierto, la lógica indica que estos apetitos imperialistas ya están fuera de tiempo; sin embargo… la lógica no es un elemento fuerte en estos asuntos del nacionalismo por una parte y de sus enemigos por la otra.

No, —a pesar de todo— no va a haber nuevas guerras de conquista ni una anexión voluntaria de México a Estados Unidos. Pero el riesgo de otros males está latente.

Por lo pronto, ya han hecho su aparición los tipos duros en los preparativos de la política de Trump a partir de enero. Uno de ellos es el nuevo embajador, que estuvo presente en El Salvador, en tiempos de la política terrorista del gobierno salvadoreño en su supuesto combate a la delincuencia. El otro ejemplo es el del Secretario de Estado que considera a los mexicanos como entidades humanas muy peligrosas. Ser mexicano, para Rubio, es ser potencialmente criminal.

En el equipo de Trump ya se han iniciado los trabajos para diseñar la logística de la expulsión de miles, por lo pronto, de migrantes. Ya se ha comenzado a buscar cambios en la legislación de varios estados para aumentar el número de situaciones en las cuales los migrantes sean considerados delincuentes y puestos automáticamente en la frontera. También se han comenzado a preparar fuerzas “cazamigrantes” y el escenario es cada vez más amenazador. No, no habrá fuerzas aerotransportadas ni mucho menos… pero…

El otro asunto es el de cerrar la economía y crear riquezas a partir de los aranceles. Esa es una locura ya rechazada desde Adam Smith, hacia 1790, hasta el Premio Nobel Daron Acemoglu en 2024. Es un delirio que requiere de nuevas reflexiones. Son delirios; pero lo mismo se dijo en los años 30 del siglo XX, sobre un chiflado llamado Adolfo Hitler.

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