Pedro Garfias (Salamanca, España, 27 de mayo de 1901- Monterrey, México, 9 de agosto de 1967) llegó a México en el buque francés Sinaia, en junio de 1939, con el primer contingente de republicanos exiliados. Se había enrolado primero en la batalla de la renovación poética en el grupo de los ultraístas, y después defendió a la República en los frentes de Córdoba y Valencia. Transcribo dos de sus poemas.
Entre España y México (escrito a bordo del Sinaia)
Qué hilo tan fino, qué delgado junco
–de acero fiel– nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas;
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja,
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
Recién muerto
Me gustaría
que fuese tarde y oscura
la tarde de mi agonía
Me gustaría
que quien cerrase mis ojos
tuviese manos tranquilas
Me gustaría
que fuesen pocos y aun menos
de los que se necesitan.
Me gustaría
que en el silencio del mundo
se oyese crecer la espiga.
Me gustaría
que la tierra fuese dura
como piedra conmovida.
Me gustaría
que me llenasen la boca
de tierra mía.
Si a los que van a matar
les dan todo lo que piden
dejádme pedir de muerto
lo que a mí me gustaría.